Jennifer López, considerada la artista latina más influyente en el mundo del espectáculo de los Estados Unidos, vive momentos felices con quien podría convertirse en su cuarto esposo, Alex Rodríguez, aunque todavía la pareja no ha decidido la fecha de su enlace... si es que no se arrepienten, lo que ya le sucedió a ella, como contaremos. Incluso ese incidente es el argumento central de la película que la actriz de origen puertorriqueño rueda estos días en Nueva York. Se titula Marry me y gira en torno a una estrella del pop que deja a su prometido antes de la boda y elige entonces para contraer matrimonio a un hombre que no conoce, por azar. El papel del novio burlado lo defiende el rockero Maluma en tanto el otro está a cargo del actor Owen Wilson.
Jennifer López, que hace años basó su carrera en su doble faceta de actriz y cantante, amén de bailarina, ya estrenó en enero pasado la comedia cinematográfica Jefa por accidente y el 8 de noviembre, está previsto que se exhiba en las pantallas la que en origen se titula Hustler, que entre nosotros se anuncia como Estafadoras de Wall Street. Un drama criminal que tiene su origen en un artículo publicado en las páginas del New York Magazine, firmado por Jessica Pressler en 2015 en torno a un grupo de strippers que sedujeron para robarles luego a una serie de poderosos hombres de empresa. Historia de un grupo de bailarinas que se desnudan ante la clientela de bares especializados, descendiendo por un tubo metálico, sobre el que realizan ejercicios pélvicos de claro contenido erótico y hasta pornográfico, las strippers. Con la particularidad en esta cinta que, siendo esa ocupación negocio para mafias que explotan a quienes ejercitan tales cometidos, ellas imponen su ley. Y quien lidera a un grupo de exóticas bailarinas no es otra que la propia productora y protagonista, Jennifer López, que realiza al comienzo de la filmación un atrevido número mientras interpreta la canción "Criminal", vestida con un tango plateado, ante una audiencia completamente obnubilada. Su personaje atiende por el nombre de Ramona, procede del Bronx neoyuorquino, es una madre soltera y quiere tomarse venganza de todos aquellos que se valen de las mujeres para abusar de ellas en todos los sentidos.
Asunto muy de actualidad, cuando aún colea "el caso Weinstein" y el "MeToo" dichoso que al dos por tres aparece en los medios de comunicación. Jennifer López, en buena parte, tiene algo que ver con los mismos orígenes de esa Ramona de ficción, porque nació también en el peligroso Bronx, donde las bandas de ese barrio neoyorquino campean a sus anchas. Hija de un humilde matrimonio puertorriqueño que se asentó allí –el padre vigilante y la madre maestra de escuela infantil– Jennifer Lynn López Rodríguez vino al mundo en ese paraje, donde transcurrieron sus años de infancia, cuando ya descollaba por su afición a cantar y bailar. Ya en plena capital pudo estudiar en su adolescencia y primera juventud en escuelas donde le impartieron lecciones de música y danza. Siempre ha dicho, ya siendo una estrella, que le fue imposible llegar a la Universidad por esos antecedentes familiares. En cuanto pudo, al ahorrar los dólares suficientes, les proporcionó a sus progenitores un piso decente, lejano al que habitaron al arribar a Nueva York. Tras debutar como bailarina profesional en 1991, dos años después ya ganaba un millón de dólares como protagonista de Selena, un bio-pic de una estrella de la comunidad latina muerta dos años atrás, de nombre Selena Quintanilla Pérez, que se hizo popular con repertorio de canciones tex-mex.
El rápido ascenso en el mundo del espectáculo norteamericano de Jennifer Lopez iba a significar mucho para otras jóvenes nacidas en los Estados Unidos de familias nativas de habla hispana, que era su caso. Y así, con el tiempo Salma Hayek, en la pantalla, y Shakira, en la música pop, son ejemplo de lo que primero sembró su colega J. Lo, como los medios de comunicación citan a Jennifer. Y ello no es una complaciente hagiografía respecto a su figura pues tanto People, revista que la declaró "la mujer más bella del mundo" en 2011, como Forbes, un año después, declarándola "la más influyente", se han ocupado de ensalzarla, en un país como Estados Unidos donde no es fácil destacar si no se demuestra palpablemente la valía de cada cuál. Ni que decir que Billboard, especie de biblia de la industria musical, la premió con uno de sus galardones anuales. Baste decir que Jennifer López ha vendido más de ochenta millones de copias discográficas, interviniendo en papeles principales de una treintena de películas sin contar sus apariciones televisivas y en directo, como las que hace una temporada realizó en Las Vegas a lo largo de varios meses.
Ganó mucho el Casino donde actuó y ella, por supuesto, se embolsó una millonada. Mareante es la cifra a la que, se calcula, asciende su fortuna: trescientos ochenta millones de dólares. Ha sabido invertir sus ganancias en negocios dispares, que van desde restaurantes, propiedades de pisos y terrenos a venta de una línea de vestidos que llevan su nombre como asímismo bolsos, otros complementos y perfumes. Ha tenido en la pantalla a galanes de primera fila, como George Clooney, Richard Gere, Matthew McConaughey...Y aunque muchos la alaben como cantante pero menos como actriz, hay quienes la han visto en su antes mencionada película, Hustler, cuyo trabajo, muy duro en su preparación, podría serle reconocido como aspirante al Óscar a la mejor actriz secundaria.
La vida de esta mujer, todo un sex-symbol, resulta excitante, cuando ya ha cumplido cincuenta años, el pasado mes de julio, y exhibe una figura física imponente, aunque confiese que ahora ya no va nada más que dos veces por semana al gimnasio. Pero se cuida, obviamente. Y da la impresión de tener menos años. No tan opulenta como otras colegas, ni tan delgada como una "top model". Rivales tienen "que no la tragan", a juzgar por alguna declaración, como la que hizo Mariah Carey asegurando que no sabía quién era. Rihanna la despachó con la pulla de que se había acostado con uno de los amantes de Jennifer, Cásper Smart. El primer marido de Jennifer López fue un camarero cubano, Ojani Noa, con quien se casó en 1997. Un año solo duró aquella unión, salpicada de violencia porque según confesaba ella, que lo denunció, el tipo la agredía constantemente, violándola. Un rapero, Sean Combs, se convirtió en su nueva pareja durante un par de años con un final policíaco: ambos fueron detenidos a consecuencia de un tiroteo, asunto del que Jennifer pudo salir sin ser acusada de ello, pues el culpable era su compañero de cama. Un bailarín, Cris Judd, se convirtió en su segundo marido, aunque tampoco la relación superó dos años, desde 2001. Tras esa nueva decepción amorosa, Jennifer López se enamoró hasta los huesos de un guapo oficial de Hollywood, Ben Affleck, con quien coprotagonizó las películas Gigli y Jersey Girl, que no añadieron a ninguno de los dos gloria alguna. Tan a gusto se encontraban ambos que fijaron la fecha de su boda, pero muy pocas fechas antes Jennifer -siempre las mujeres son más listas en casos así – se percató de que su amado novio le ponía los cuernos. Y con el carácter temperamental que gastó siempre, ella lo puso de patitas en la calle.
Transcurría 2004 cuando, poco después del fracaso con Affleck, se encariñó con un colega al que conocía de tiempo atrás, Marc Anthony, otra de las figuras de la música latina, que pasó a ser el tercero de los maridos de Jennifer y le aportó el más largo espacio de tiempo de estabilidad matrimonial: diez años. Durante los que tuvieron mellizos, un niño, Maximilian y una niña, Emma, que ahora cuentan once años. En su entorno nadie pensaba que fueran a divorciarse, pero eso sucedió en 2014, aunque eso sí, quedando como buenos amigos, lo que no había acontecido con anteriores parejas de Jennifer. (Llegado a este punto recuerdo un tema de Pimpinela del que hicieron una estupenda versión, posiblemente premonitoria aquí, aquella de "Olvídame y pega la vuelta"). Si hemos acotado en un decenio el tiempo que ambos siguieron siendo marido y mujer se debe a que hasta que les llegaron los papeles de la separación definitiva pasaron varios meses, cuando ya los dos ídolos de la canción hacían cada uno su vida, lo que ella aprovechó para enrollarse con otro bailarín, Casper Smart, con quien estuvo tres años. Hasta que descubrió que el fulano la engañaba con una modelo transexual. ¡No me digan que la biografía sentimental de Jennifer López no daría para un buen culebrón...! Transcurridos tres años en los que Jennifer parece estuvo más entregada a sus conciertos y grabaciones más que pensar en su corazón herido, apareció ante ella un mocetón moreno, alto, estrella del béisbol, Alex Rodríguez. Tipo seductor que ya había tenido amores con Madonna, Cameron Díaz y Kate Hudson. Se gustaron y en 2017 decidieron compartir un lujoso apartamento neoyorquino, propiedad de Jennifer, en el que han residido hasta hace poco tiempo, vendiéndolo por dieciseis millones de dólares.
Alex no es un jeta cualquiera, pues se le atribuye una considerable fortuna, no muy distante de la que disfruta ella. Es siete años menor que Jennifer, pero eso a ella le importa un bledo y puede que le estimule. Es inversor en varios canales de televisión y varias inmobiliarias. Este verano la ha acompañado durante la gira mundial que con el nombre de "It Party Tour", que la trajo a Fuengirola, en su único concierto en nuestro país, donde en un deslumbrante espectáculo coreográfico Jennifer sacó al escenario en un determinado momento a su hija Emma, para cantar a dúo. La prensa quedó muy decepcionada porque la diva no les dio cancha alguna, sin hacer caso a los muchos reporteros que trataban de fotografiarla, ya no de entrevistarla, a lo que viene negándose últimamente. Se contó que al público no le convenció mucho el español que utilizó entre canción y canción, trufado de alguna expresión poco académica. Y es cierto que hablando a la perfección inglés, como es natural, el español aprendido de niña con sus padres, parece que se le resiste con ciertas palabras, y su vocabulario acusa algunas deficiencias. Han transcurrido tres años en los que ninguno de los dos ha dicho nada sobre su futuro, es decir, si piensan casarse. Curioso resulta que en la pasada semana circularan unas fotografías de Jennifer López vestida de novia. Todo parecía un ensayo nupcial para celebrar su cuarto matrimonio. Que tendrá que esperar. Porque esas imágenes correspondían a un ensayo de la película que está rodando ahora, de la que escribíamos al principio. Así es que, todavía, no podemos anunciarles si llegarán a dar ese paso definitivo ante un juez o bien ella, escaldada de sus tres experiencias anteriores, decide quedarse solterita. Hombres, no le faltarán nunca.