El matador de toros Andrés Roca Rey, considerado el más taquillero de los diestros actuales, sin demérito alguno de otras figuras, era esta temporada la atracción de los carteles más importantes, al punto de que aparecía anunciado en las ferias de mayor categoría. Los empresarios se aseguraban así la venta de los abonos de cada ciclo, aun arriesgando el caché muy elevado del espada peruano. La lesión sufrida en Madrid durante los festejos de San Isidro, agravada en la tarde de su presencia en los Sanfermines pamplonicas el 10 de julio determinó que Roca Rey interrumpiera sus actuaciones. Pensaba reaparecer en agosto, pero tras seguir un tratamiento en Nueva York hizo público que cortaba definitivamente la temporada.
Las empresas han visto diezmados sus ingresos y el propio interesado, más que nadie, víctima de esa lesión cervical que le ha producido muchos dolores y la imposibilidad de mover sus brazos con normalidad, lo que puede suponerse es esencial, sobre todo a la hora de matar un toro, amén de hacer frente a cuantos problemas acarrea la lidia. No es fácil calcular el dinero que se ha privado de percibir, porque tampoco se sabe con exactitud cuánto venía cobrando cada tarde en las plazas de primera categoría. Toreros y empresarios guardan un escrupuloso silencio al respecto, por mucho que gentes del mundillo taurino hagan cábalas sobre el particular. La cifra que se supone venía siendo la media de sus corridas importantes es la de 350.000 euros por festejo. Hay que recordar que, temporadas atrás, en la plenitud de José Tomás, éste se llevaba cincuenta millones de pesetas por festejo, rumoreándose que alcanzó los setenta y cinco millones en una ocasión especial. Desde luego no olvidamos los gastos y sobre todo impuestos que han de deducirse de cantidades tan estratosféricas para la mayoría de los españoles. Ningún otro profesional del ramo que se quiera consigue tan alta remuneración y además en solo dos horas. Por supuesto que tal dinero no está al alcance siquiera de cualquier torero. Ha de ser quien lleve a la plaza una ingente cantidad de público, que es el caso de Andrés Roca Rey, hoy por hoy el único que puede llenar un coso de aproximadamente entre doce mil y quince mil espectadores. Y si se hubiera anunciado por estas calendas en la Feria de Otoño en la Plaza de las Ventas coparía de público el coso, que tiene un aforo de veintitrés mil setecientas localidades.
Por lo expuesto líneas atrás, y haciendo cábalas, podríamos decir que Roca Rey ha dejado de ingresar por culpa de su lesión, en total treinta y seis tardes, alrededor de doce millones de euros, quizás algo más. Lo que hayan perdido los empresarios, ya queda al albur de la imaginación de cada cual. Y todo ello cuando cumplirá en octubre veintitrés años y sólo lleva cuatro de alternativa como matador. Es, en cuanto al taquillaje se refiere, otro Manuel Benítez "El Cordobés", y ya antes citado, como José Tomás. Procede de tierras peruanas.
Nació en Lima en el seno de una familia rica, padre dedicado al negocio del algodón, cuya relación con el ambiente taurino se remonta a varias generaciones. Un hermano suyo, que le lleva diez años, Fernando, es matador de toros. Un tío, José Antonio, fue rejoneador, y uno de sus abuelos, administrador de la plaza de toros de Acho. "Fue con sólo cuatro años –cuenta el padre– cuando empezó a decirnos que quería ser torero como El Juli". Y la madre, resignada a la fuerza de tener ya dos hijos matadores de toros, recuerda al benjamín de sus hijos: "El bebé de la familia, que empezó a ver películas de toros, a jugar al toro con una toalla o con los sillones, haciendo como que ponía banderillas…". El interesado, al que de chaval lo llamaban Andy, por influencia americana, confiesa: "Sí, yo quería ser como El Juli, que es mi ídolo, al que veía torear y con el que me hice fotos cuando yo empezaba de becerrista". En efecto: con siete años se puso por primera vez delante de una becerra. No le fue difícil tener esa oportunidad al ser su padre ganadero de reses bravas. Con once fue cuando mató ya un becerro y con doce debutó en novilladas sin caballos. Pronto se convirtió en la esperanza del toreo de su país, compareciendo ya en novilladas picadas.
José Antonio Campuzano, el diestro sevillano ya retirado, se fijó en el muchacho, que con tanto desparpajo se mostraba ante las reses y de acuerdo con los padres de éste, al ser menor de edad, con sólo quince años, propuso traerlo a España, llevarlo a tentaderos, ir puliendo sus defectos, convirtiéndose en su apoderado. Así fue cómo lo llevó a su finca de Gerena donde fue tratado desde el primer día como un hijo. Alumno ejemplar que ha aprendido muy rápido el arte y la técnica que atesoraba su maestro. Amén de entrenar, se iba algunos domingos a las puertas de la Maestranza sevillana a repartir propaganda taurina. Hacía vida común en una casa modesta con otros dos torerillos y sin apenas dinero en los bolsillos, pues se negó a que se lo proporcionaran sus padres. Decidido a triunfar y tras el inevitable peaje de las novilladas, recibió los entorchados de matador de toros en 2015 en el coso de Nimes, de manos de Enrique Ponce. Verlo torear era asistir en los dos primeros años de alternativa a una representación en el ruedo en el que cada segundo venía a ser un puro ¡ay! por el terreno arriesgado que pisaba.
No es casualidad que haya recibido ya muchos sustos y varias cornadas en la ingle, muslos, gemelos, escroto, pene… Es algo tímido, barbilampiño y muy tranquilo dentro y fuera de la plaza y sabe perfectamente por qué su nombre anunciado en los carteles es ahora mismo un cheque en blanco para los empresarios. Pero ¿por qué torea? ¿Por dinero? Pero si su familia es millonaria… "Pues se torea por varias cosas. Por el sentimiento, por afición, por dejar algo en esta profesión… Como yo empecé de muy niño no puedo decir tampoco que lo hiciera por dinero, aunque ahora pienso que puede ser otra de las razones por la que nos vestimos de luces". Y, teniendo en cuenta lo que un torero se juega, empezando por la vida ¿es preciso arriesgar tanto como lo haces tú? A lo que manifiesta que "cuando se tiene necesidad de triunfar hago cosas que no van con la razón". Pero, ojo, que aunque su estilo roce constantemente lo que en la fiesta se llama tremendismo, no suele ser un diestro alocado que no mida sus faenas con seguridad, pese a que con su repertorio de pases resulte sumamente temerario.
Han querido ya "buscarle novia", y en Internet circulan fotografías con alguna buena amiga, pero insiste en aquello tan sobado de que "la novia es el toro". Está concentrado sólo en su profesión. Porque cuando no torea, entrena. Y así, todos los días. De momento, de vuelta hace semanas de la clínica norteamericana donde le curaron sus lesiones prosigue su recuperación en un gimnasio sevillano, practica yoga y confía en reaparecer en los ruedos el próximo 3 de noviembre como atracción máxima en la feria limeña del Cristo de los Milagros, en su querida tierra, donde ya es propietario de una finca ganada con el sudor y riesgo de su profesión.