Los humildes orígenes de Rossy de Palma, la camarera que descubrió Almodóvar
La actriz cumple este 16 de septiembre 55 años.
Si les escribo sobre Rosa Elena García Echave es más que seguro que se preguntarán quién es. Porque ella responde a un sobrenombre, el de Rossy de Palma, suficientemente conocido en el tinglado de la farándula y la moda. Se lo puso el desaparecido modista manchego Manuel Piña, lo que al paisano de éste, Pedro Almodóvar, le pareció estupendo, dado que el apodo en que había pensado para la mallorquina de rostro cubista era el de Rossy von Donna, que a ella no le satisfizo.
Pero antes de que ello sucediera, quien era simplemente Rosa Elena García como decíamos se ganaba la vida cosiendo ropa que luego vendía en un mercadillo de su ciudad natal, Palma de Mallorca y luego en una mercería. Por esa época, década de los 80, formó un grupo musical que alternaba el pop con la moda del punk, y se hacía llamar Peor Imposible. Ella era la vocalista. No sonaban mal y alguna de sus canciones tuvo cierta repercusión pero la falta de apoyo de una casa discográfica llevó a la disolución del conjunto, que saltó desde las Baleares a Madrid, donde en un club de Malasaña, King Creol, como la canción y película de Elvis Presley, los descubrió Pedro Almodóvar. Rossy, en esa época, además de actuar en el local servía luego copas. Y el realizador de Calzada de Calatrava se fijó en el rostro de la mallorquina, realmente llamativo. Unas narices sorprendentes destacaban en su rostro, cual si hubiera sido musa de Pablo Picasso; sólo que lo sería con el tiempo del mentado Almodóvar.
Pedro le dio un pequeño papel en La ley del deseo. Y cuando se deshizo Peor Imposible le buscó a Rossy cometidos más importantes, a saber: Mujeres al borde de un ataque de nervios (donde soñaba con un orgasmo), La flor de mi secreto, Átame y Julieta. Esta conexión tan estrecha con Almodóvar la aprovechó muy bien Rossy de Palma para desarrollar otras actividades: la de modelo de Alta Costura, exhibiendo ropa del modernísimo Jean-Paul Gaultier, y de otras firmas de relieve, y también anunciando campañas fotográficas y publicitarias para unos grandes almacenes de Nueva York, lo que le significó aparecer en las páginas de Vogue, Harper´s Bazaar otras publicaciones destacadas; sin contar sus spots en las televisiones de aquí anunciando varios productos. Todo ello ha supuesto que Rossy de Palma sea un personaje de indiscutible notoriedad no sólo entre nosotros: también en Italia y sobre todo en Francia, donde ha vivido durante largas temporadas, siendo solicitada por distintos directores cinematográficos, al punto que, sin ella pretender en absoluto en su época palmesana ser algún día actriz de la pantalla, alcanza en la actualidad alrededor de ochenta títulos en su filmografía. Añadamos que ha pisado también los escenarios en varias ocasiones, representando por ejemplo una obra de Francisco Nieva, y apareciendo en unos cuantos programas de televisión. Su biografía profesional, tan condensada, revela la variedad de sus trabajos, su gran inquietud artística. Sin olvidarnos que se ha atrevido a diseñar una línea de maquillaje, llevada de su gran impulso creativo.
Y todo ello ha sido para Rossy como un sueño, ahora que llega a los cincuenta y cinco años, cumplidos este 16 de septiembre. De los que los primeros veinte no le fueron muy fáciles y pasó apuros, sin poder permitirse caprichos de ningún tipo, no en vano procedía de una familia de origen modesto: padre albañil, asturiano, y madre navarra, quien le inculcó el interés por la lectura y las Bellas Artes.
Lo que es difícil saber acerca de Rossy de Palma son detalles de su vida sentimental, que ella oculta a los periodistas desde que empezó a sentir la persecución de los reporteros. No soporta a los paparazzi, aunque comprenda la naturaleza de su trabajo; mas posa sólo lo justo, como en la fiesta de los últimos premios Goya, cuando apareció con un ceñido vestido dorado con bajos que parecían copiados de una folclórica, mostrando un aire de jamona, algo sobrada de kilos. Pero como ella posee un humor a prueba de toda clase de críticas desfiló aquella noche como si fuera una top model.
Les decía lo imposible que es saber con quién sale y con quién entra en su casa madrileña de Majadahonda, cuando no vuelve a París, donde tuvo apartamento varias temporadas. Sólo tenemos constancia de que pasó diez años junto al modelo Santiago Lajusticia. En la capital francesa se enamoró "hasta las cachas" de cierto varón cuya identidad jamás de los jamases ha querido desvelar: es el padre de los dos hijos que tiene Rossy y que llevan su apellido García, porque ese amor galo nada quiso saber del asunto. Los chicos se llaman Gabriel, nacido en 1998, y Luna, un año menor. Ambos tienen la tez morena, mestiza si se nos apura, mas hay escasos documentos gráficos de ellos con su feliz mamá, quien aunque siga soltera, comenta siempre en las pocas entrevistas que concede al respecto, que se siente inmensamente dichosa al haber sido madre. "Ligues" los ha seguido teniendo, mas procura llevarlos con la mayor discreción, lo que no ha sucedido con el más reciente, un tipo alto, robusto, africano, con quien se paseó en el pasado mes de mayo por las alfombras del Palacio del Festival de Cannes, adonde acudió ella formando parte de la troupe de Pedro Almodóvar, de la que continúa siendo una especie de actriz fetiche. Una "chica Almodóvar", vamos. ¡Felicidades, querida Rossy, por los cincuenta y cinco "tacos" que festejas!
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