Por el muy recordado programa-concurso Un, dos, tres... desfilaron como azafatas guapísimas jóvenes que, en general, suspiraban por triunfar como modelos o actrices. Una de ellas, quizás de las más atractivas, fue la madrileña Alejandra Grepi, quien si no alcanzó las metas propuestas al menos se dio el gustazo de tomar parte en repartos cinematográficos con los mejores actores españoles, entre otros Fernando Fernán-Gómez y Alfredo Landa, aunque no fuera en cometidos estelares. Sí que llegó a protagonizar alguna cinta, pero de otra naturaleza, en lo que se había llamado cine del destape. No se ha retirado de su profesión, cuando ahora cuenta 57 años. Pero ha tenido largos parones, unas veces porque no la contrataban pero sobre todo al verse obligada a cuidar de su hijo, afectado por una rara enfermedad.
Hija del empleado de una tienda de muebles, Alejandra soñaba desde muy niña con ser artista. Al llegar a COU dejó sus estudios porque a toda costa quería introducirse en el mundillo cinematográfico, donde trabajó un tiempo como figurante, "extra", lo que se llama "haciendo bulto". Por su escultural figura, y una vez concluyó su paso por el programa de Chicho Ibáñez Serrador, donde permaneció una temporada, hasta 1983, Alejandra Grepi fue alternando sus apariciones en la gran pantalla con su debut como "supervedette" de revista. Matías Colsada "le echó el ojo", llevándola a uno de sus espectáculos, "Un reino para Tania", expresamente estrenado para quien fue su amante, Tani Doris, una de las más altas estrellas de ese género en su doble acepción, física y artística. Lógicamente allí Alejandra Grepi debía enseñar sus bien torneadas piernas, amén de lucir sus atributos pectorales, aunque sin llegar al desnudo total. Colsada, viejo zorro, nunca quiso caer en la tentación de que sus "vedettes" se desnudaran: sabía que a sus revistas musicales iba mucho público compuesto por matrimonios, no sólo caballeros deseosos de contemplar muslos "a tutiplén".
Ya más acostumbrada a quitarse la ropa, Alejandra posó para varias revistas especializadas en más o menos artísticos desnudos. Y hasta rodó películas donde se la veía frontalmente tal y como su madre la trajo al mundo, lo que ocurrió, por ejemplo, en un filme griego, "Nefele y las seductoras de Lesbos", y en algunos otros. Más o menos en cueros vivos dejó para la posteridad sus apariciones en "Un fantasma en mi cama", "Adulterio nacional", "La vendedora de ropa interior", "Dos mejor que uno", "Playboy en paro (donde se metía en el catre con Andrés Pajares)… En "La leyenda de la doncella" rodó una secuencia "donde se le veía todo", mientras Fernando Guillén se desfogaba con ella. Alejandra se desquitó interviniendo en películas muy alejadas de esas comedietas de tres al cuarto, por ejemplo en "El bosque animado", con Landa y Tito Valverde, o en "El rey pasmado", donde era la esposa del conde de Olivares encarnado por el siempre divertido Javier Gurruchaga. Unos productores rusos la llamaron en 1994 para rodar en Moscú "Leyenda número 17", acerca de la vida de un jockey, que había sido toda una leyenda soviética
Alejandra Grepi también pasó por el teatro: fue la estrella de un espectáculo escrito por el recientemente fallecido comediógrafo Juanjo Alonso Millán, "Sólo me desnudo delante del gato", donde tras ese título "justificaba" su escasez de vestimenta en el escenario. Más recientemente estuvo de gira con "La palabra de Eros", función que dirigió el hijo de Paco Rabal, Benito. En cuanto al cine, la última película de la que tenemos noticia es de 2017, "Una historia criminal".
Tuvo Alejandra Grepi no pocos moscones a su alrededor. La relación más seria la mantuvo con un desconocido padre del hijo que tuvieron a lo largo de cinco años de convivencia, aunque luego rompieron, él vive en Sevilla y ella en Madrid. Aquel niño, Víctor, fue la alegría para la actriz. Madre soltera, se implicó mucho en su crianza y educación. Lo que se intensificó cuando con ocho años de vida comenzó a experimentar una serie de extrañas reacciones que un especialista médico diagnosticó como el síndrome de Tourette, trastorno neuropsiquiátrico caracterizado por incontrolados tics. Víctor parpadeaba continuamente, sus movimientos no eran normales. Todo ello, en el colegio, constituía un rechazo de sus compañeros.
Alejandra Grepi ha sido una luchadora para que su hijo fuera adaptándose a la situación, mejorando con los tratamientos adecuados. Hasta escribió un libro, "Un paseo por la infancia y la adolescencia. Cómo aprendí a ser la madre que mi hijo necesitaba". Y no ha claudicado en la misión que se impuso: dar a conocer al mayor número de familias con algún hijo en esas circunstancias para estar al tanto de cuantos nuevos descubrimientos científicos puedan aparecer para atajar ese síndrome. Un trastorno neurológico que empieza en la infancia y quienes lo padecen manifiestan muchas dificultades físicas, sobre todo en el habla, vocalización ininteligible.
Esos esfuerzos de Alejandra, quien ha criado a su hijo sola, le han supuesto entre otras cosas ser una mujer paciente, tolerante, presta siempre a escuchar a Víctor sin dar síntomas de cansancio o desdén. Y con el tiempo, puesto que desde que se le detectó ese síndrome han transcurrido once años, su hijo ha ido lentamente mejorando; incluso inició un noviazgo, hasta ir adaptándose al comportamiento de los chicos de su edad. Tenaz ha sido Alejandra Grepi, anteponiendo la salud de su hijo a su vida de actriz, cuando todavía conserva su belleza y las ganas de seguir en el oficio.