La reciente desaparición de Peter Fonda a los setenta y nueve años me ha traído a la memoria la entrevista que le hice cuando a comienzos de 1974 vino a rodar a Madrid la película Los cazadores, dirigida por Peter Collinson. Tuvo como compañera de reparto a la asturiana Blanca Estrada, que de azafata en Un, dos, tres..., en poco tiempo debutó en el cine. Ahora vive retirada en tierras malagueñas, después de una vida amorosa muy activa y desgraciada a la vez.
Peter Fonda me hizo un sólo ruego antes de iniciar la que iba a ser una larga conversación, de más de una hora: "Prohibidas las preguntas sobre mi padre y mi hermana". Por lo visto estaba harto de que le preguntaran por Henry Fonda, su progenitor y soberbio actor, y asimismo por su no menos popular hermana, Jane, con quienes al parecer mantenía ciertas distancias. De elevada estatura, cercana a los dos metros, cabellos rubios, que con el tiempo se habían convertido en cenicientos con muestras evidentes de alopecia, el galán rebelde norteamericano había aceptado aquella película, Los cazadores donde tres hombres que volvían de la guerra no eran rehabilitados por la sociedad. Parecía un trasunto de Vietnam. Compartía protagonismo junto a Michael Pollard y John Phillip-Law. Naturalmente lo primero que le preguntamos fue por sus recuerdos de Easy Rider, la mítica película de 1969, de la que se ha cumplido estos días precisamente medio siglo de su estreno, que evocaba la generación "beat", la de los hippies, la que en sus poemas y escritos lideraban Kerouac y Burrougs; tiempo en el que Charles Manson y su banda asesinó a Sharon Tate y una treintena de inocentes, los jóvenes vibraban en el Festival de Woodstock y la violencia contrastaba con aquel otro mundo de las flores, el amor libre y los sueños de paz. Todo se esfumó. "Sí, llevas razón cuando me dices que yo era un soñador, un idealista cuando rodamos Easy Rider , me dijo Peter, añadiéndome que los chicos de su generación pensaron que él ocupaba el lugar que años atrás habían ostentado Elvis Presley y James Dean. "Sí, pudieron identificarme, es cierto con el "teddy-boy" de la moto, el gamberro que llevaba un cigarrillo en la boca".
Easy Rider costó muy pocos dólares y dio en taquillas un dineral, de lo que se aprovechó Peter Fonda, que era el productor, amén de guionista. No salió mal parado tampoco su compañero, Dennis Hopper. De aquel reparto ha quedado Jack Nicholson, todavía en activo. Rebeldes en aquellos años finales de la dorada época de los 60. Mi conversación con Peter Fonda giró acerca de la política armamentística de los Estados Unidos, el desdén de una sociedad que no protege el medio ambiente, la permanente obsesión por ser una potencia nuclear... "Yo a lo que aspiro es a tener aire limpio, agua limpia, mentalidad limpia...". Sin embargo, le objeté que había rodado también otro filme de violencia, Los ángeles del infierno, donde se sucedían continuamente imágenes de jóvenes subidos en motos de potente cilindrada, delincuentes y holgazanes que atemorizaban a su paso por las calles de Nueva York. Me respondió: "Yo acepté aquel papel en la creencia de que fuera a ser un documental. No, no pienses que me engañaron pero cuando se estrenó, cuantos intervinimos quedamos muy sorprendidos por el mensaje que allí se vertía. El director se tomó la libertad de insertar por su cuenta, ajeno al guión que nosotros leímos, una serie de comentarios de tipo social, o mejor dicho, dejando que los espectadores pensaran libremente lo que vieron".
Aquel Peter Fonda de pensamientos elevados, como los ahora antisistema, poético, lírico incluso, se hizo rico con las ganancias de Easy Rider. No fue un actor muy considerado por la crítica cinematográfica. Escribió guiones, los interpretó, dirigió también algunos, pero lo que más le gustaba, según me contó, era hacerse a la mar en un barco de su propiedad. Navegando se sentía más libre. Sus ideas lo llevaron a renunciar a la nacionalidad norteamericana, convirtiéndose en apátrida. O así se consideraba. Ignoro cuando viajaba fuera de los Estados Unidos qué tipo de pasaporte usaba, y sí constaba en él esa condición citada. En cualquier caso Peter Fonda me produjo una sensación muy diferente a la de otros actores jóvenes como él: culto, rebelde, muy preocupado por su entorno.
Me habló de sus dos hijos Bridget y Justin, que tuvo en su matrimonio con Susan Jane Brewer, entre los años 1961 y 1966 que duró su relación: "Por razón de mi trabajo no pudo criarlos, ni educarlos. Eso me preocupa por cuanto al vivir y estudiar en los Estados Unidos pueden estar contaminados con ideas e influencias muy ajenas a las mías. Claro está que yo no podré impedírselo". Bridget Fonda es ahora una actriz muy conocida. El actor había llegado a Madrid en compañía de una novia llamada Kathleen. Le duró poco porque al año siguiente contrajo un segundo matrimonio con Portia Rebecca Crockett, con la que convivió hasta 2011, año en que se separaron porque él cambió de pareja, Parky DeVogelaere, la última de sus mujeres. En la biografía de Peter Fonda hay asuntos sucios, como su adicción a las drogas, con un episodio muy conocido cuando compartió en 1965 una reunión con Los Beatles, en la que tomaron LSD, la droga de los "hippies" y a George Harrison le sentó como un tiro. De ello se mofó Peter y John Lennon salió en defensa de su amigo y colega. De aquel incidente surgiría una canción del cuarteto de Liverpool, firmada por Lennon, "She Said She Said", incluída en el álbum "Revólver", donde en el texto había una clara referencia al desencuentro provocado por Fonda. Con la muerte de Peter Fonda, desaparece el penúltimo líder de aquellos años revueltos antes recordados. De esto, como decíamos, hace ya la broma de cincuenta años.