Tiene Demi Moore, (una de las estrellas mejor pagadas en el Hollywood de los pasados años 90, que sigue en activo a sus cincuenta y seis años), tal biografía real desde su desgraciada infancia y adolescencia hasta su madurez complicada entre drogas, fracasos amorosos y relación tormentosa con su madre, que un guionista que quisiera llevarla a la pantalla no necesitaría ni mejor argumento dramático ni superfluos e inventados añadidos. Aparentemente, el rostro de la actriz daría a muchos la impresión de encarnar la inocencia. Está desde luego su indudable "sexy" y quizás, profundizando en su mirada, también una carga de misterio. Cuando se conocen detalles importantes de su pasado, el propio cronista se pregunta si su a veces errático comportamiento es consecuencia de cuanto ocurrió a su alrededor desde que vino al mundo, todo ello complicado por su carácter independiente, sin olvidar su desaforado consumo de drogas.
En un arranque de sinceridad, Demi Moore determinó escribir, o probablemente contar con un amanuense que tomara notas de sus recuerdos, unas memorias tituladas Inside out que la editorial norteamericana Harper Collins publicará en el inmediato otoño. Nada sabemos de su contenido, pero con lo que hemos investigado será buena muestra para enterarnos de los capítulos esenciales. Comencemos por decirles que su verdadera identidad es la de Demetria Gene Guynes, que así, de entrada, no le hubiera servido para su carrera cinematográfica, hasta el presente con treinta títulos entre los que destacan Ghost, Una proposición indecente y Striptease, títulos de la década de los 90 cuanto alcanzó la mayor cotización entre las actrices del momento: cobraba por película doce millones de dólares. Había nacido en un pueblecito de Nuevo México en un hogar destruido: no conoció a su padre, que era militar, y llevó el apellido de su padrastro. Aquel señor Guynes resultó ser un alcohólico de cuidado que emprendió continuos traslados con su mujer y la pequeña Demetria. Fue poco al colegio y a los dieciséis años, por su cuenta y riesgo, decidió ser modelo, posando para avispados fotógrafos que la tenían a placer ante sus ojos completamente despelotada. El padrastro murió y su madre fue todo el resto de su vida una delincuente borracha, metida en líos al dos por tres, como conducir ebria o provocar incendios, que la llevaron a la cárcel en numerosas ocasiones. Esos pasajes contribuyeron a que la adolescencia y juventud de la futura estrella de la pantalla, por si no había sido ya dura la infancia, marcaran su posterior idiosincrasia: la de una joven habituada a hacer lo que le venía en gana. La relación que tuvo con su madre fue tormentosa hasta que Virginia, que así se llamaba ésta, enfermó de cáncer. Y entonces, Demi quiso ayudarla en sus últimos días, estableciendo un cariño entre ambas en el breve espacio que le quedaba de vida a la madre que nunca la educó y apenas quiso.
Creyó Demi, como modelo fotográfica, que su futuro era seguir desnudándose para ganar digamos un jornal cada semana. Utilizó el seudónimo de Vivianne Pollentier (ignoramos las razones) para aparecer en publicaciones "porno" y en otras, también en porretas, aunque con toques más artísticos, en Playboy y Penthouse. Una buena amiga suya, Nastassia, hija del actor Klaus Kinski y con el tiempo también conocida actriz, la animó a que buscara el medio de entrar en el mundo del cine. Convencida de ello se sometió a numerosas pruebas, le encomendaron breves papeles hasta que transcurridos unos años se dio a valer en la serie televisiva de gran audiencia en los Estados Unidos Hospital General. Estaba deseando tener un novio. Lo encontró, se llamaba John Stamos. Demi apenas contaba diecisiete años. Uno más cuando lo dejó para casarse con un músico llamado Freddy Moore, del que se encandiló escuchándolo actuar en un tugurio. Duraron juntos cinco años, a partir de 1980. Se enrolló seguidamente con Emilio Estévez, con el que a punto estuvo de reincidir matrimonialmente, pero la pareja se rompió en 1987 tras un año de relaciones. Ese último año, Demi Moore (que ya venía utilizando artísticamente el apellido de su primer marido) cayó derretida ante Bruce Willis, el galán de tantas películas violentas. El caso es que ambos parecían ser el guante que cada uno buscaba, compenetrándose en todos los sentidos. Dos fuertes caracteres unidos también por una misma profesión.
Se casaron, durando trece años juntos, un récord para tan inestables personajes, divorciándose en el año 2000. Habían tenido tres hijas: Rumer, Scout y Tallulah. Estando embarazada de siete meses de la segunda, Demi aceptó la propuesta de la acreditada revista Vanity Fair para aparecer en la portada del mes de agosto de 1991. La encargada de retratarla fue la afamada Annie Leibovitz. En un principio, las sesiones se desarrollaron con el objetivo de mostrar a la estrella vestida. Fuera de lo pactado, por su cuenta, Annie le propuso que se quitara la ropa y, de perfil, de cuerpo entero, la captó maravillosamente. Demi Moore, fijando sus ojos en el infinito, dejando lucir un pendiente de diamante, se tapaba no sé si decir pudorosamente los pechos, también con otro diamante ensortijado entre sus dedos, con su brazo derecho y, con el izquierdo, sujetaba el vientre. Imagen maternal que no creo sugiriese a nadie cualquier comentario lascivo. Aquella portada dio la vuelta al mundo. Demi Moore no tuvo inconveniente en salir sin ropa en algunas de sus películas, antes de aparecer en las páginas de Vanity Fair y después. Pueden entretenerse, si lo desean, husmeando en alguna de esas "webs" interesadas en imágenes de actrices desnudas.
¿Tenía necesidad de ello cuando ya era una estrella bien situada y mejor pagada? En Ghost, una de sus cintas más recordadas, con un buen trabajo interpretativo, aparecía en un personaje poseído por el espíritu de su novio asesinado, que la protege desde el más allá. Con Patrick Swayze protagonizó una escena apasionada mientras sonaba al fondo la romántica "Melodía encadenada". Parodiando la secuencia, la madre de Demi Moore, que necesitaba dinero para sus vicios, atendió la sugerencia de la revista High Society, que la fotografió sin ropa. Aquello le dolió mucho a Demi y tardaría mucho en reconciliarse con ella, como dijimos cuando ya le quedaba poco tiempo de vida. No han existido muchas actrices que, como Demi Moore, diera motivos para que las páginas de sociedad de los periódicos y las de revistas cinematográficas le dedicaran su atención de vez en cuando. Con sobrados motivos, pues en 1993 rodó Proposición indecente, cuyo argumento era el de un ama de casa tentada por un intrigante magnate empeñado en acostarse con ella, con una elevada remuneración. Robert Redford, que encarnaba a aquel tipo tan caprichoso como obsesionado en demostrar aquello de que cada uno tiene su precio, no importa cómo, aun perdiendo el honor y la virtud, le ofrecía a aquella mujer un millón de dólares por pasar juntos una noche entera. Ni que decir que tal historia sería motivo de tertulias interminables. Cuando se estrenó la película, sus productores se frotaron las manos con los taquillajes obtenidos en América y Europa.
Acostumbrada a estar en ese ojo del huracán, Demi Moore se volvió muy caprichosa, una diva que podía permitirse que una productora le buscara un helicóptero para trasladarse desde su residencia al estudio. Peor fue cuando la echaron de un rodaje, al que se había presentado manifiestamente drogada. Demi consumía cocaína desde que empezó a ganar mucho dinero con sus películas. Aquel filme era St. Elmo. Punto de encuentro, donde daba la casualidad que interpretaba a una drogadicta. Le perdonaron su indisciplina y mal comportamiento y hubo de ser hospitalizada para desintoxicarse, aunque pudo concluir su papel. No siempre tuvo éxitos en su filmografía, donde constan más títulos de fracasos. Ella desde luego no se arredraba en aceptar guiones que otras bellas actrices habrían rechazado. El caso, por ejemplo, de La Teniente O'Neil, donde para desempeñar el "rol" de la primera mujer de los comandos SEAL hubo de raparse la cabeza al cero. Aun así estaba atractiva. Hemos de concluir aquí estos pasajes sobre Demi Moore, que en sus cuarenta años de vida artística, treinta ciertamente como reconocida actriz después de su fase de aprendizaje, tuvo buenos y muy malos momentos. Las drogas le perjudicaron, desde luego a su salud pero también a su proyección en la lista de las actrices punteras, en las que ahora ya ocupa puestos menos valorados.
Sus ínfulas la llevaron a pedir a los organizadores del Festival de Cine de San Sebastián, adonde acudió el año 2007 para presentar, en una "premiére" europea, una de sus películas, que le pagaran determinada cantidad por caminar en la alfombra roja que entonces colocaban desde las puertas del hotel María Cristina hasta la entrada del teatro Victoria Eugenia: apenas setenta metros de distancia. En los últimos tiempos se convirtió en productora de cine y televisión, rodó un episodio de Los Ángeles de Charlie en 2003 y, fue eso que llaman "imagen de...", en su caso de la firma de Alta Costura, Versace, y la firma de cosméticos Helena Rubinstein. Y a día de hoy, el último de sus filmes está fechado en el presente año, Corporate Animals. O sea, que continúa con nuevos proyectos, no siendo la estrella del pasado. Mujer de armas tomar siempre... Puede que nos siga dando más sorpresas, después de las que les hemos contado.