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Sonia Martínez y las imágenes que motivaron su caída de TVE

La historia de Sonia Martínez es de las más trágicas del mundo del espectáculo español.

La historia de Sonia Martínez es de las más trágicas del mundo del espectáculo español.
Sonia Martínez | Gtres

Fue Sonia Martínez una de las presentadoras más queridas por la audiencia infantil de su programa Dabadabadá y algunos otros, en los primeros años del decenio de los 80. Un incidente, en principio sin gran importancia, que hoy pasaría casi inadvertido, le supuso su salida de Televisión Española y, a partir de ahí, un proceso que acabaría bruscamente con su trágica desaparición, cuando ya era una especie de muñeca rota. Madrileña, nacida el 23 de septiembre de 1963, era una buena estudiante, amén de una entusiasta deportiva que en natación quedó subcampeona de Castilla. Nada hacía presagiar que pudiera ser algún día actriz y menos presentadora de un programa de televisión. El caso es que, con diecinueve años, fue seleccionada en los viejos estudios de Prado de Rey para ser la animadora del espacio dedicado a la gente menuda 3, 2, 1... contacto, cuyo contenido era de divulgación científica para la grey infantil. Eso ocurría en 1982. Después de su afortunado debut, cuando concluyó aquel programa le propusieron otro que, en principio, iba a ser destinado a Mayra Gómez Kemp: fue cuando acudió a presentar Dabadabadá. Tiempo atrás, el recientemente fallecido Chicho había propuesto a Sonia Martínez ser azafata de su programa-concurso, Un, dos, tres..., pero no se entendieron.

La popularidad de Sonia Martínez iba en aumento. Era simpática, comunicaba muy bien y a las familias españolas les encantaba su gracia y desenvoltura ante las cámaras, luciendo aquellos rizados cabellos morenos. Y no sólo era una especia de abanderada para los "peques", a las puertas de la adolescencia: también algunos directores y productores de cine se interesaron en contratarla. Debutó con un pequeño papel en Epílogo, una de esas crípticas películas de Gonzalo Suárez, en el año 1984. El mismo en el que rodó la versión cinematográfica de una pieza teatral de Santiago Moncada, Violines y trompetas, donde Jesús Puente mantenía con Sonia unas escenas muy apasionadas. Fue protagonista después, en 1985, de Perras callejeras, de José Antonio de la Loma, maestro de escuela y realizador que se especializó en un cine de jóvenes marginados.

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Sonia Martínez | Gtres

Sonia Martínez pudo entonces, según la trama argumental, tomar conciencia del mundo de las drogas y la delincuencia, en el que más tarde se vería metida. También en Perras callejeras se la pudo ver desnuda, imágenes que no iban a ser las únicas de su vida artística. Luego intervino en otro filme, El rollo de septiembre, de escasa relevancia. Y Pedro Masó la incluyó en el reparto de la serie Segunda enseñanza. La verdad es que Sonia Martínez nunca se consideró actriz. Sentíase más a sus anchas como presentadora. Faceta a la que volvió en 1986 con el programa En la Naruraleza, que también estaba pensado como vehículo didáctico para los jóvenes. No tuvo impedimentos para tomar parte en una serie televisiva alemana, Grossstadtrevier en la isla de Ibiza, donde interpretaba el papel de una policía local. En un momento de descanso en uno de sus capítulos, Sonia Martínez decidió bañarse en la playa donde se hallaba, y lo hizo en "top-less". Unos reporteros gráficos apostados sin que ella pudiera verlos encontraron la ocasión propicia para captarla semidesnuda. Y ese material gráfico llegó al director de la revista Interviú quien publicó el reportaje con muy llamativa portada y páginas interiores. Cuando los directivos de Televisión Española tuvieron en sus manos un ejemplar de la citada revista no lo dudaron un segundo: Sonia Martínez dejaba inmediatamente de presentar "En la Naturaleza". Un diputado llevó el caso al Congreso, pidiendo explicaciones a aquellos, quienes ratificándose en las medidas tomadas dieron como causa que el contrato con la joven presentadora se había extinguido. Lo que no convenció a nadie. Asunto que la prensa de entonces divulgó inmediatamente, en tanto Sonia Martínez, debidamente aconsejada, demandó a Televisión Española, que perdido el juicio correspondiente no tuvo más remedio que readmitirla.

¿Qué hacer con ella? Le ofrecieron sustituir a Alaska como presentadora de La bola de cristal, otro programa de impacto entre los chicos. Sonia grabó unos cuantos, pero pasaba el tiempo y no se emitían. La bola de cristal se canceló definitivamente, nadie sabe qué pasó con aquellos últimos espacios presentados por Sonia Martínez que nunca vieron la luz y a ella, cuando ya en verdad su contrato había finalizado, jamás volvieron a llamarla. Se quedó en la calle. Arrastraba Sonia una crisis emocional, no sólo por ese episodio de las fotos robadas y la despedida fulminante de la televisión estatal: había muerto Petri, su madre, a la edad de cuarenta y tres años, lo que sumió a la joven en un pozo de amargura. Y para superar esos malos momentos recurrió a amistades inconvenientes y a costumbres nada aconsejables. No se le habían conocido novios en esos años de popularidad, tan sólo el rumor de que mantenía un idilio con Cayetano Martínez Irujo, sostenido por unas fotos en las que aparecían juntos. Sonia desmentiría que fueran algo más que buenos amigos. Años después lo único que se supo es que salía con un futbolista que la dejó embarazada y luego perdió el bebé que esperaba. Todavía, ya alejada de la televisión, hizo un papel en Los invitados, año 1987. Y poco a poco su nombre ya dejó de interesar. Los periodistas tampoco querían saber nada tras su efímera carrera, lo que junto a sus problemas antes mentados llevó a Sonia Martínez a una situación cada vez más preocupante en su estado.

Fue descuidándose, sin importarle cómo ir vestida y peinada, gastando lo que tenía ahorrado, en drogas. Se dice que probó la heroína y la cocaína. Ella misma, aceptó, para obtener un dinero y seguir "pinchándose", aparecer entrevistada por Pepe Navarro en uno de sus programas de medianoche, donde confesó sin rubor alguno que era drogadicta. Y mucho más, pues llegado el caso de no disponer dinero para esos vicios no encontró mejor solución que ir a diario a ciertos lugares de la madrileña Casa de Campo para prostituirse, con los clientes que en coche demandaban esos servicios a las fulanas allí congregadas. En ese pozo de la droga no resulta fácil salir ni sobrevivir, pero Sonia Martínez llegó a intentarlo. De tantos admiradores que tuvo años atrás, amigos de conveniencia, gentes del cine y la televisión, digamos asimismo de la prensa, no hubo nadie que "le echara una mano". Sólo conocemos el caso de José María Cano, quien fuera integrante del grupo Mecano, excelente compositor, que la ayudó cuanto le fue posible.

Sonia prosiguió con su mala fortuna por si fuera poco: ingresó en un centro de dexintoxicación situado en la localidad madrileña de San Martín de Valdeiglesias, conocida como "El Patriarca". Resultó ser el nido de una estafa de su responsable, un francés que ni curaba a los enfermos ni nada por el estilo. Simplemente "los entretenía" cultivando unos terrenos, los que al jeta en cuestión le proporcionaban unos ingresos, sin tener que pagar así a ningún trabajador. Luego su estancia en ese inmundo sitio fue para Sonia Martínez una pesadilla más, de las muchas que venía arrastrando. En ese mundo de los drogatas se hacen amistades, la mayoría para mal. Sonia intimó con uno de ellos, llamado José Manuel Padilla Bravo. Se había "desenganchado". Planearon casarse y con lo que Sonia sacó por la venta de la exclusiva a una revista fue malviviendo cierto tiempo. Les nació una hija, Yaiza. Y además volvió al cine en 1994 con la película Dame fuego, que no llegaría a ser estrenada. Le habían detectado el virus del Sida. Su pequeña, incluso, vino al mundo con el síndrome de abstinencia y VIH. Y el 4 de septiembre de aquel 1994 Sonia Martínez entregaba su alma a Dios después de unas semanas de angustia y desesperación, ya casi irreconocible. Tenía sólo treinta años. Veinticinco se van a cumplir pronto de su triste final. Desde la Clínica de la Concepción donde pasó los últimos días de su amarga existencia sus restos fueron llevados al cementerio de Fuencarral. Pocos acudirían al sepelio. Sonia Martínez hacía tiempo que había desaparecido de las páginas amables de la prensa rosa y las guías de televisión para sólo ser citada en la sección de sucesos.

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