Lita Trujillo: de estar con el hijo de un dictador a vivir de prestado
Lita Trujillo, viuda del hijo del dictador dominicano, ha tenido una vida digna de Hollywood.
Es la historia de una fascinante mujer que conoció la pobreza, la persecución por ser judía, luego supo del "glamour" en la Meca del Cine, Hollywood, el amor apasionado con el hijo de un dictador, el lujo, hasta que en los últimos años la fortuna que administraba se fue evaporando, al punto de que ahora afirme que vive en un piso alquilado que le ayudan a pagar unos amigos. Les escribo sobre Lita Trujillo, quien siempre ha rehuído decir los años que tiene. Me arriesgo, tras investigar ese dato, apuntando que acaba de cumplir ochenta y seis años. Lo único que supe cuando la conocí, hace ya bastante tiempo, es que pertenecía al signo de Cáncer. El que rige ahora, en estos días del estío.
Su nombre es el de Iris Lía Myriam Menshell, aunque este apellido aparezca en alguna entrevista como Menszeleky. Desde luego ella sigue usando el que fue de su marido, Trujillo, hijo del dictador de la República Dominicana. Su padre era un comerciante húngaro y su madre, ama de casa austriaca. Huyeron de Europa, en esa avalancha de compatriotas asentados en lo que aún era Palestina. Y nuestra protagonista vino a nacer cerca de Jaffa, pese a que en sus biografías figure en Tel Aviv. Tiene la doble nacionalidad norteamericana, dominicana y derecho a la de Israel. Lía, nombre hebreo que en la Biblia aparece como hermana de Raquel, fue llevada siendo muy niña con sus padres al barrio neoyorquino de Brooklyn. De adolescente parecía ya toda una mujer por cómo se vestía, cómo pensaba. Me lo dijo ella misma. Quería sobresalir por encima de sus vecinas y compañeras de colegio. Empezó ganándose la vida como bailarina, corista, incluso anunciando una marca de estropajo. Hasta que entró en el mundo del cine, probablemente me contaba influenciada por su progenitor, que había sido "extra" a poco de llegar a los Estados Unidos, en unos tiempos en los que pasaron muchas dificultades, arrastrando el desastre que asoló en todo el país desde la caída de Wall Street en 1929.
La suerte para Lita Trujillo cambió cuando instalada en Los Ángeles conoció a Rafael Leónidas Trujillo, Ramfis, uno de los apelativos que el dictador dominicano eligió para su parentela porque era un fanático de la ópera "Aída", de Verdi. Para entonces, Lita, ya había intervenido en su primera película, Yo, gángster, que juzgaba malísima y en varios telefilmes. Después pudo ya lucirse junto a varios grandes de la pentalla, como Paul Newman, que la besó ardientemente en El zurdo; o con Anthony Quinn, en El regreso del forajido, quien quiso llevarla a la cama, sin conseguirlo; y Steve McQueen, que la paseaba en moto de vez en cuando buscando un lugar solitario... Pero ¿cuándo conoció a Ramfis Trujillo? Así me lo contó Lita: "Fue en una "boîte" de Los Ángeles cuando yo me preparaba para una película de Elia Kazan. Estaba muy guapa. Aquella velada Ramfis iba con Kim Novak, que me saludó al entrar, pero no al salir, ya que durante toda la noche Ramfis no hacía nada más que mirarme con infinito descaro. Esa misma noche me llamó luego por teléfono y así estuvo tres meses seguidos, sin que yo le hiciera caso alguno. Yo ignoraba quién era, pero supe que muchas chicas de Hollywood querían salir con él. Pese a mi rechazo él me enviaba a diario flores tropicales y cartas de amor, cuando en verdad sólo me había visto tres horas en aquella sala de fiestas. A mí, por cierto, me conocían como Lita Milán, porque los productores decían que el mío propio, Lía, sonaba demasíado hebraico".
Ramfis, buen seductor casi tanto como Porfirio Rubirosa, su afamado cuñado (sobre éste Lita me comentaba que no se explicaba su éxito con las mujeres pues era bajito y más bien feo) no desistió hasta conquistar a Lita. La invitó a su yate, de ciento setenta y cinco metros de eslora. Un palacio flotante donde pasaron muchas veladas bailando merengue. Y un día Ramfis organizó una especie de secuestro con los guardaespaldas que tenía para llevarse a Lita a su embarcación, medio mareada y sin darse cuenta ya en alta mar dónde se encontraba realmente. Esa misma jornada tenía que empezar una película. ¡Adiós, cine! Ramfis Trujillo la llevó a Santo Domingo. Tuvieron que esperar unos meses hasta que él consiguió el divorcio de su primera mujer para ya contraer nupcias con Lita a primeros de 1981, de carácter civil. "Mi suegro era muy raro, rígido frente al pueblo, distinto en su vida privada, y eso sin hablar de sus amores". El dictador fue asesinado el 30 de mayo de 1961. Lita estaba con su marido en París. Ramfis volvió rápidamente a Santo Domingo, donde se hizo cargo de las Fuerzas Armadas, siendo presidente Balaguer. Parece que dio orden de fusilar a los sospechosos del magnicidio. Los sucesos que siguieron a la muerte del general obligaron a exiliarse a Ramfis, quien se reunió con Lita en la capital francesa. Pasaron muchas tribulaciones y una, pintoresca: el gobierno que había destronado a Trujillo se negaba a enviarles el certificado de matrimonio y el pasaporte. Ello les creó dificultades. "Hasta decían que éramos unos analfabetos... Figúrate, siendo mi marido doctor en Derecho..." Al no tener prueba de estar casados los trataron con la peor reputación.
Después de dos años residiendo en París resolvieron radicarse en España. Compraron un chalé en la madrileña urbanización lujosa de La Moraleja, que había pertenecido al multimillonario banquero Juan March. Ramfis seguía preocupado por la validez de su boda. Resolvieron casarse en Alcobendas por el rito católico el 27 de junio de 1964. Y él se dedicó a varios negocios, aunque se le supusiera dueño de una inmensa fortuna: parece que montó una empresa de frigoríficos en Villaviciosa de Odón y otra de conservas en la localidad navarra de Tudela. Adquirió asimismo una finca en Ciudad Real. Tuvieron dos hijos, Ricky y Ramsés. A la puerta del chalé tenían varios coches. Lita usaba un "Rolls Royce". Y su marido, un "Ferrari". Con él se estrelló cerca de su domicilio al chocar violentamente con el "Jaguar" de la Duquesa de Alburquerque. Ambos fallecieron en el accidente, acaecido en 1970, un funesto 28 de diciembre. Ramfis fue enterrado en El Pardo, donde reposan asimismo los restos de su padre. Desde aquel día, Lita Trujillo, viuda, resolvió el papeleo necesario. Con un enigmático testamento de su marido, que a ella le sorprendió: no figuraba con derecho a la inmensa herencia que se le calculaba, según me confesó. Supongo que a una parte sí que tendría derecho legalmente, aun no apareciendo como beneficiaria, siempre según la legislación española. El caso es que de los inmensos bienes que se le calculaban a Ramfis Trujillo, alrededor de 650 millones de dólares de la época, Lita no podía disponer, al tenerlos en usufructo. Quienes eran los herederos serían sus antes citados hijos. Mas resulta que Ramfis, como tenía otros seis retoños de su primera unión, variaba al decir de Lita el testamento muy a menudo. Entonces, le pregunté a ella de qué vivían y vino a decirme que le enviaban periódicamente una cantidad suficiente, mas no quiso facilitarme de quién procedía.
Probablemente Lita Trujillo no deseaba comprometerse con asuntos pendientes con el régimen dominicano, en cuyo país me afirmaba que la familia Trujillo era dueña de inmensas propiedades e industrias en terrenos confiscados. Lo cierto es que, complicaciones aparte siendo únicamente administradora de los bienes heredados por sus dos hijos, el tren de vida de Lita Trujillo no varió. Ella desde luego, en aquella primera entrevista que sostuvimos, la resumió de esta manera: "He habitado en chozas y en grandes palacios". Conocí ese chalé de La Moraleja donde fue tan feliz con Ramfis, cuando convivía con el torero Jaime Ostos. Los dos con fortísimo carácter, y así no era extraño que al dos por tres tuvieran broncas monumentales. Ella sostenía un argumento preciso: Jaime la engañaba. Así estuvieron varias temporadas, hasta que el ecijano se emparejó con la doctora Grajal, con quien también protagonizó unos cuantos episodios de página de sucesos, casándose dos veces y en la actualidad ya muy estabilizados. Pero Lita se quedó más sola que la una. Después, no le conocimos ningún otro romance. Lo que sí ha sido es una defensora a ultranza de unos pocos amigos, entre los que se cuentan los periodistas Raúl del Pozo, Carmen Rigalt y una sobrina de don Juan Carlos.
Los últimos años de Lita Trujillo han sido duros. Cuando sus hijos llegaron a la mayoría de edad se hicieron cargo de la herencia, de los muchos millones que les dejó su difunto padre. ¿Qué pasó entonces para que Lita se quedara poco menos que en la calle? Pero así por lo visto sucedió, sin explicaciones razonables por parte de aquellos, y no muy explícitas de ella. Que tuvo que irse a vivir a Leganés, a un modesto pisito, en el que habitó cierto tiempo hasta que los amigos de Lita tomaron parte para paliar su desdicha, ayudándola en la actualidad a seguir haciendo frente a sus gastos, sobre todo el piso en el que reside, de alquiler, en una zona próxima al estadio Bernabéu. "Estoy arruinada", he leído en alguna parte que así se ha manifestado la otrora millonaria. Lita Trujillo es mujer de gran fortaleza y formidable sentido del humor. Inteligente, irónica, muy divertida, voluble, sentimental, apasionada. "Yo sé adaptarme a cualquier clase de vida", terminó resumiendo la larga e intensa conversación que sostuvimos aquella tarde de un lejano julio en un restaurante marbellí de Puerto Banús. Saldrá adelante, como desde aquí le deseo.
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