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Un (el) himno por amor

El himno nacional debe interpretarse durante la Consagración en la Misa.

El himno nacional debe interpretarse durante la Consagración en la Misa.
Maria Pombo y Pablo Castellano | Gtres

Lo de hablar de bodas y hacer crónicas de las mismas me parece tan aburrido como innecesario. Principalmente porque la inmediatez de las redes y el protagonismo de la imagen visual nubla cualquier intento de verbalizar un vestido (criticarlo, cual experto).

Pero esta ocasión (después de haber vivido por las redes nada menos que cuatro bodorrios en tan sólo dos semanas) merece ser contada por aquí. Y es que pasó un hecho maravilloso. Al menos una de las cuatro bodas contó con el himno nacional durante la ceremonia en la Iglesia. ¡Y no se prohibieron los móviles!

Aquello fue trending topic, y, aun sin ser intencionado, María Pombo, la influencer más cotizada del momento, sufrió algún que otro linchamiento extra por el asunto.

Verán, queridos detractores (que alguno seguro que se deja caer por aquí)... el himno nacional debe interpretarse durante la Consagración en la Misa: y no necesariamente en honor a la Patria o a nuestra bandera (que, por otro lado, tampoco estaría mal). Pero no. Esta grandiosa composición melódica en una ceremonia nupcial religiosa es en honor al Señor, ya que el es único himno que se le puede ofrecer al Altísimo. ¡Y bien bonita que es dicha meledía! ¿O es que sólo es para el Mundial y la Eurocopa?

Ahora hablemos del vestido, que es lo que me toca. Yolancris fue la marca escogida (la primera firma de moda en desfilar en la semana de moda de Nueva York) para diseñar sus dos vestidos. El primero, que es el más relevante (a mi modo de ver), consistía en una capa/abrigo de cola estilo batín con transparencias y pedrerías que cubría un vestido más clásico, de tirantes, muy sensual, ajustado y con cola de sirena, que dejaba entrever la mitad de su cintura. Las dos piezas combinadas convertían su traje de novia en un atuendo atípico pero singular y digno de una princesa celta.

Puede gustar o no: pero lo que verdaderamente hizo bella a María fue la enorme felicidad que se podía leer en sus ojos y en su mirada. Casarse feliz y enamorada es lo que marca la diferencia. Y, aunque les parezca una obviedad, cada vez son menos las parejas que contraen matrimonio por amor. Se aprecia enormemente cuando la pasión, la emoción, la admiración y la confianza están a flor de piel. Es algo que cuesta muchísimo disimular. Y María y Pablo lo demostraron.

Casarse después de una noviazgo eterno, con hijos de por medios y pasando por el altar, habiéndose uno bautizado (por ejemplo) a una semana de la ceremonia, y entrando en una Iglesia o una Catedral cristiana con un escote hasta el ombligo me parece una falta de sentido común y de respeto hacia las tradiciones y la historia.

La coherencia en estos tiempos brilla por su ausencia (¡vaya rima más fea, por cierto!), y hay conceptos que ya se van olvidando. Está muy bien que uno aproveche su boda para hacer una gran fiesta (y, si puede, rentabilizarla). Pero, queridos amigos, en materia de amor, no es más boda la que más lentejuelas y atracciones congregue, sino la que más emocione y transmita. Y, en esto, querida María, lo has conseguido.

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