Así dejó Jesús Castro a la catalana con la que vivía
Jesús Castro, uno de los seductores televisivos nacionales, no quiere comprometerse con ninguna mujer.
Los ojos verdes, y a veces azules, del galán gaditano Jesús Castro (recuérdenlo por su debut en El Niño) han hecho estragos en los corazones de muchas de sus admiradoras: lo ven... y se derriten. Confiesa que los heredó de su padre. Y el moreno, de su madre, que es de raza gitana. Lo que peor lleva Jesús es que lo miren mucho por la calle y le echen piropos. Si un hombre lo llama guapo en público, se cabrea como una mona. Y es que también suspiran por él gente del colectivo gay y eso lo saca de quicio. Porque se considera un muchacho normal, un punto tímido, sensible, que quiere protegerse de su intimidad, lo que desde hace un quinquenio ya no les posible al haber conseguido esa popularidad que muchos persiguen y que a él le vino repentinamente, de la noche a la mañana, sin haberlo siquiera soñado ni mucho menos pretendido.
Jesús Castro Romero nació en Vejer de la Frontera hace 26 años, cumplidos en enero. Hasta 2014 su vida era normal, sin un trabajo fijo ni estudios superiores. Le dio por hacer unos cursos de Electrónica, al tiempo que los fines de semana era relaciones públicas en una discoteca de Conil; se le daba bien eso de invitar a chicas guapas al local. De vez en cuando le echaba una mano a su padre, que de empresario de la construcción pasó a regentar una churrería. Cierto día un amigo le sugirió que lo acompañara a unas pruebas de "extras" para una película que iba a rodarse en la Bahía de Cádiz y alrededores. A regañadientes, Jesús lo siguió, pasaron unas horas y éste se cansó de tanta espera en una interminable cola. Al irse se fijó en él una de las responsables del casting. Lo retuvo, pidió sus datos, citándolo al día siguiente. Fue cuando el director Daniel Monzón dio su visto bueno y Jesús Castro fue contratado como uno de los protagonistas de la película El Niño.
No hay que ser muy versado en esa clase de exámenes donde a ningún aspirante se le pide experiencia como actor; el físico del joven andaluz, sobre todo el atractivo de sus ojos, la forma de mirar, también su anatomía atlética, jugaron un papel decisivo. A veces la entrada en el mundo cinematográfico de un recién llegado sin "curriculum" le supone un golpe de suerte, la oportunidad de hacer carrera en la no siempre fácil profesión de actor. Jesús Castro, aun teniendo que escuchar más de una vez que es un intruso, que no ha pasado por escuela alguna de Arte Dramático, viene demostrando que saber actuar: escucha, lee sus guiones con atención, se los aprende, es disciplinado y el resultado de sus trabajos no han podido ser más satisfactorios. Tras El Niño, le surgió La isla mínima, después los diez últimos capítulos de El Príncipe, en el papel de Paco Ben Barek), Mar de plástico, Perdóname, Señor... Largometrajes y sobre todo series en la pequeña pantalla que lo han catapultado en la primera fila de los galanes más conocidos. Juzguen, por si nos equivocamos, lo bien que resolvió su papeleta en la reciente Secretos de Estado, en donde ejerció de guardaespaldas del Jefe del Gobierno enrollado con la hija de éste. Y en la actualidad por su personaje de el Terrón en Brigada Costa del Sol, la primera que existió en Torremolinos, allá por 1977, encargada de la lucha contra el narcotráfico en la zona de Algeciras. Lo último que ha rodado es La Reina del Sur, otra serie en la que la protagonista es Kate del Castillo, la mexicana que tanto escándalo armó hace año y pico por su relación con ese peligroso capo de un cártel, ahora preso en una cárcel estadounidense.
No le pueden ir mejor las cosas a Jesús Castro, al que también se lo rifan para algunas campañas publicitarias, como la reciente con una colección de joyas de la firma Bulgari. Nunca se había vestido de etiqueta como ahora: el esmoquin le sienta como un guante. Tiene nostalgia del mar, de su tierra, pero ha de vivir en Madrid, por exigencias de su nuevo cometido. Lleva mal lo de la popularidad, pues es muy reservado, insistimos. Y confiesa que ahora vive solo y en vez de ir a restaurantes de moda prefiere cocinar él mismo en su apartamento, con recetas de su madre, la gitana Pili. A su familia, padres y dos hermanas, viene ayudándolos económicamente desde que empezó a ir engrosando su cuenta bancaria. Recuerda que, años atrás, antes de su debut ante las cámaras, le ofrecieron más de una vez vender drogas. Jugaba en el Vejer Balompié y pensaba que algún día podría ganarse la vida en un club de más categoría. Y ya ven qué rumbo ha tomado su vida...
Suponemos que en Vejer de la Frontera tendría sus novietas. Estaba en la edad del roneo. Lo que ha trascendido después es su relación con una modelo catalana, la morena Anabel Hernández, con quien convivió en los Madriles a partir de 2015. Pero hace algo más de un año se dijeron adiós, según las fuentes consultadas. Apenas se les veía juntos en público, por esa obsesión de Jesús de pasar lo más inadvertido posible para la prensa del corazón.
Es probable que esa relación no la hayan concluido del todo y mantengan algunos contactos, pero también Anabel, a la que sí le gusta aparecer en las revistas rosas, estuvo saliendo después con el piloto motociclista Jorge Martín. Seguramente para que los "paparazzi" lo dejen en paz, Jesús Castro ha manifestado rotundamente que no tiene ningún compromiso sentimental, que huye de cualquier atadura femenina, y que no lo persigan en busca de algún amor escondido que pudiera tener. Es su deseo y así lo reflejamos. Aunque no nos creamos que por no compartir su vida con nadie en piso alguno viva como un monje trapense.
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