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Rosa Belmonte

La gracia femenil

No sé si quedaremos en octavos en este Mundial de la selección femenina, pero el camino no ha sido fácil para el "sexo débil".

No sé si quedaremos en octavos en este Mundial de la selección femenina, pero el camino no ha sido fácil para el "sexo débil".
La jugadora Jennifer Hermoso | EFE

España ha llegado a octavos en un Mundial por primera vez. La selección femenina de fútbol. Empató con China y mañana espera a Estados Unidos o Suecia. EE UU es una potencia porque las niñas llevan mucho tiempo jugando al fútbol sin que las llamen marimachos. Hasta existe la figura de la soccer mom (igual que Sarah Palin era una hockey mom). Aquí las madres y los padres son más de llevar a entrenar a los niños. Tampoco es que las páginas que los periódicos (algunos) dedican a la selección de fútbol tengan mucho que ver con el interés que suscitan. Tampoco el interés que se dedicó a la final de la Copa de la Reina, torneo que se juega desde los años 80, y a la que fue doña Letizia (cómo era ese brazo que agarraba el seguramente pesado trofeo).

No seré yo quien critique el fútbol femenino. Al menos como practicante. Que a mí sí me han llamado marimacho. Aunque siempre es preferible que te llamen marimacho a que te llamen gorda. Mi madre no era una soccer mom. De hecho, mi hermana aprovechaba para chantajearme con decirle que jugaba al fútbol con los muchachotes del barrio. En la calle, en los descampados, donde se jugaba al fútbol. En dos equipos o en un metegol. Con dos piedras como portería. O con una persiana (los pelotazos y el ruido ponían de los nervios a los vecinos). Como no teníamos campos de verdad y la superficie, o era cemento o era tierra, cuando viajábamos y veíamos prados verdes pensábamos en el partidazo que echaríamos ahí. Igual que cuando veíamos una superficie lisa y grande pensábamos en lo bien que se patinaría ahí.

De mucho más mayor, también jugaba al fútbol-sala con hombres. Abogados, oficiales de notaría, hombres, vaya. Sólo una vez he jugado con mujeres. En el instituto. Mi equipo se llamaba Las Mónadas (acento en la o), como las de Leibniz. La pedantería que no falte. Estaríamos en 3º de BUP y habríamos estudiado las mónadas, los componentes últimos de la realidad. Algo así como átomos metafísicos. Nada que ver ese nombre presuntuoso con el que tenían unos amigos en las liguillas de fútbol de la universidad: el Maccabi de Levantar.

De 1914 es la primera crónica de un partido de fútbol femenino en la prensa española, como recordaba David Menayo en Marca. Los equipos fueron el Giralda y Montserrat. El texto de El Mundo Deportivo decía estas cosas: "Anteayer, en el campo del Español, jugose el primer partido de fútbol entre representantes del sexo débil, que en dicho día se parangonaron con el fuerte… Esta primera actuación de la mujer en el viril fútbol, no nos satisfizo, no sólo por su poco aspecto deportivo, sino que también porque a las descendientes de la madre Eva les obligaba a adoptar tan poco adecuadas como inestéticas posiciones que eliminan la gracia femenil". En los años 20 había una jugadora llamada Irene González, que jugó en un equipo de hombres. La crónica dedicada a ella también es buena: "Alta, buena complexión, un tanto marimacho, ágil, buena colocación, segura en el blocaje de pelotas bombeadas y decidida en las salidas".

De 1970 son los primeros clubes. Uno de ellos era el Sizam Paloma de Madrid, donde jugaba Conchi Sánchez, a la que llamaban Conchi Amancio. Al equipo femenino del Barcelona lo entrenaba Ramallets. El reconocimiento federativo no llega hasta 1980. Y no hay que olvidar los dos partidos de folclóricas contra finolis. Con Lola Flores, la Polaca, Encarnita Polo y otras. Jugaron dos partidos, uno en Vallecas y otro en el Sánchez Pizjuán. A estas creo que no las llamaron marimachos. Pero un poco mamarracha sí fue la idea. No sé si quedaremos en octavos en este Mundial, pero el camino no ha sido fácil desde que "jugose el primer partido de fútbol entre representantes del sexo débil".

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