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Los "roces" de Adriana Vega con el banquero Alberto Cortina

Adriana Vega debutó en 1978 con La sombra de un recuerdo.

Adriana Vega debutó en 1978 con La sombra de un recuerdo.

Antonia López Arroyo se sabía guapa. Pero no había pasado por su cabeza la idea de convertirse en modelo o actriz de cine, a finales de los años 70. Una joven madrileña nacida en 1960 que, invitada en una boda en Torrejón de Ardoz conoció a un tipo que la convenció para prestarse a unas pruebas, lo que en el argot se conoce como "cásting". Podía ser una argucia para ligar, mas el caso es que se vio de la noche a la mañana convertida en azafata del programa-concurso de Televisión Española Sumarísimo, en 1978, que dirigía Valerio Lazarov; plataforma inmediata para saltar luego a la gran pantalla. Por entonces apareció en las páginas de Interviu, mostrando su cuerpo gentil. Le disgustó solo una cosa: que en el texto que acompañaba al reportaje gráfico del desnudo apareciera como menor de edad, cuando ya había cumplido los dieciocho. Al parecer, su padre se mostró disgustado con ese dato trastocado y de aquella guisa. Tuvo todavía que verla doce meses después en la misma publicación, que anunciaba en portada la presencia en sus páginas de Adriana con este titular: "¡La madre que te parió!" Muy explícito todo.

Pero Antoñita pronto tomó carrera en su inesperada profesión, para lo cual fue rebautizada artísticamente como Adriana Vega, que debutó aquel mismo año ya mencionado, 1978, en La sombra de un recuerdo. Después aparecería en una serie de filmes donde no tenía que preocuparse mucho por su vestuario, sólo de la ropa más íntima, y en ocasiones, ni siquiera eso. Los títulos de su filmografía son más que elocuentes: Venus de fuego, Trampa sexual, Historia de S, Viciosas al desnudo, La masajista vocacional, El sexo sentido, Una gallina muy ponedora… Mariano Ozores, el director más prolífico y especializado en ese tipo de películas la tuvo a sus órdenes en siete ocasiones. Una de ellas en El liguero mágico, cuyo protagonista era Andrés Pajares, trama en la que se combinaba el terror con lo cómico, con hombre lobo incluido y apariciones femeninas en pelotas. Como la de nuestra homenajeada, cuyo trasero no dejaba de mirar el obseso Pajares, dando a entender que le parecía un bello globo terráqueo. Un año más tarde Adriana Vega figuró en el reparto de Los liantes, que encabezaban Esteso, Pajares y Antonio Ozores. Aventuras y desventuras de unos timadores de vía estrecha, uno de los cuáles, personificado por Andrés, dice ser un hombre elefante, que da suerte a todo aquel que se le acerque ante una mesa de juego. Se dio la circunstancia durante el rodaje en una playa de Torremolinos que Pajares se fijó en una joven que tomaba el sol en top-less. Como le pareció muy atractiva, se lo comentó al director, quien a su vez envió al jefe de producción para contratarla. Ella se negó mas el novio que la acompañaba, al conocer cuanto estaban dispuestos a pagarle la convenció en pocos minutos. Viene a ser aquello de que todos tenemos un precio. O así...

La vida artística de Adriana Vega transcurrió en adelante con parecidos derroteros profesionales, aunque ya en 1985 decidió pasarse al teatro. Funciones donde su belleza estaba muy por encima de sus parlamentos. A todo esto llevaba muy en silencio sus amores. Aceptó un montaje con un actor de reparto llamado Nino Bastida, y desde luego pocos se creyeron aquel fingido romance. Sin embargo, cuando la revista Garbo anunció en portada que Adriana estaba saliendo, y entrando, con el banquero Alberto Cortina, el asunto tuvo más dosis de credibilidad. En el interior de aquel número Adriana salía sin ropa en una playa. Ese caballero dio algún tiempo trabajo a los "paparazzi" desde que se le relacionara con una sobrina de Natalia Figueroa, a la que habían "pillado" en una discoteca dejando entrever que, bajo sus faldas… no llevaba ropa íntima. Luego vino la escapada de la pareja a Viena. Un terremoto económico sacudió algunas redacciones, mientras en su domicilio, Alicia Koplovitz juraba en arameo al comprobar la infidelidad de su marido, de igual modo que el marqués de Cubas se soliviantaba como es natural por las veleidades de su mujer. Y es que el señor Cortina, uno de aquellos dos primos llamados Alberto que iban casi siempre con gabardina, gustaba de correrse aventuras extraconyugales y Adriana Vega figuró en su agenda durante cierto tiempo.

Entre los años 90 y 93 la actriz fue elegida por el guionista, director y productor Paul Naschy para algunas de sus películas terroríficas, en las que el sexo también tenía cabida. Luego, ya más recatada, Adriana figuró en el largo reparto de la serie televisiva Hostal Royal Manzanares, a mayor gloria de Lina Morgan. Con la que hizo su último trabajo en 2008. Y ya Adriana se despidió de su profesión para dedicarse a su vida hogareña y a algunos negocios, de los que pudimos enterarnos gracias a nuestra perspicaz colega Emilia Landaluce, quien verificó que Adriana dispuso de parte de sus ahorros para abrir una tienda de ropa, pero la estafaron, y en adelante se ganó los garbanzos en una inmobiliaria y en una empresa de publicidad. Todos esos últimos trabajos los hizo para poder sufragar los estudios de su hijo, que se matriculó en Arquitectura y acabó en un negocio de óptica. De esa condición materna, Adriana Vega nunca quiso confesar nada a los periodistas. Y ahí dejamos a Adriana, como socia en esa mencionada inversión familiar, completamente distante de su cometido artístico.

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