Un caso llamativo en el campo del baile español fue la aparición de Sara Lezana, que sin ser gitana tenía en sus mejores años cuerpo de mimbre, brazos alados y recia fibra en los pies. Destacó en su debut cinemtográfico en Los Tarantos, obra teatral primero escrita por el aragonés Alfredo Mañas y luego llevada al cine en 1963, sobre una visión calé que remedaba la historia universal de Romeo y Julieta. Y aunque Sara tuvo después unas meritorias apariciones en la pantalla, demostrando que no sólo sabía bailar sino interpretar papeles dramáticos, terminó siendo atrapada por sus destapes. Imágenes no sólo en cintas de claro contenido erótico, sino en las revistas de los años 70. Contraste entre su faceta artística más estimable y otra donde únicamente se ganaba la vida mostrando sus encantos femeninos.
Sara Lezana Mínguez es madrileña, que ha cumplido setenta y un años en el último mes de marzo. Me contó esto cuando la conocí: "Mi familia era muy humilde y yo quería ser bailarina desde que era muy chica. Con diez años actué por primera vez en público en un festival celebrado en el Parque Móvil". Lo más destacado que hizo, ya jovencita, fue su debut escénico en la ya mencionada obra de Mañas, La historia de los Tarantos, a la que siguió su primera aparición cinematográfica, dirigida por Francisco Rovira-Beleta, que representó a España en los "Óscar" de Hollywood, acontecimiento que supuso el lanzamiento internacional de Sara Lezana, su encuentro mágico con la legendaria Carmen Amaya, y su enamoramiento real fuera de las cámaras con su galán de la película, Daniel Martín, fallecido hace pocos años. Fueron pareja un largo tiempo. "Después del éxito aquí y fuera de España de Los Tarantos los productores de cine me ignoraron", nos confesaba la bailaora. No obstante conviene recordarles que ya En el extraño viaje, película maldita dirigida por Fernán-Gómez, Sara tuvo un papel donde lucía su palmito, con minifalda en un pueblo donde la piropeaban los hombres a su paso, por aquel contoneo casi lascivo para la época en una España rural.
Eso sucedía en 1964 porque también dos años más tarde interpretó otro personaje de los suburbios en La búsqueda, feliz adaptación de Angelino Fons de una conocida novela de Pío Baroja. Fue después cuando le vino el parón en el cine, del que se quejaba en mi presencia. Lo que hizo fue seguir bailando, hasta que a mitad de los 70 fue rescatada otra vez aunque su carrera entró en un descenso hacia el cine clasificado como "S", con la excepción de un par de títulos, como La Carmen, junto al luego infortunado gran actor Julián Mateos, y Casa Manchada, que la emparejó con el astro norteamericano Stephen Boyd, filme también de mal fario, pues tardó largas temporadas en estrenarse. Y luego ni siquiera ya merece la pena referir otros títulos de unas infumables cintas.
De la vida privada de Sara Lezana se supo poco, tras aquel prolongado noviazgo con su galán de Los Tarantos. Pero en el mundillo periodístico madrileño de los años 70 era un secreto a voces que la bailaora-actriz sostenía una íntima relación con el más temido de los directores de diarios de esa época, quien seductor siempre y valiéndose de su poder, logró que la estrella fuera contratada en más de una ocasión por alguna productora de cine. En el campo de la danza española no necesitaba de ningún protector, dado su indiscutible arte. Y no sólo eso: aparecía con cierta frecuencia en las revistas del color promocionándose al lado del torero Palomo Linares, en un fingido noviazgo, o simplemente porque quien tanto la ayudaba conseguía esos favores en la prensa. En los rincones de algunas discotecas fui testigo de cómo la pareja se arrullaba. Si aparecía de repente algún despistado reportero, el poderoso director, convincente, le pedía que no publicara ninguna fotografía. ¿Quién entonces iba a meterse con alguien tan influyente en las áreas franquistas, que llamaba de tú al Ministro Solís y había sido propuesto, por el editor Lara, para ser quien pusiera al día las memorias de Franco, que nunca quiso publicar el mandatario de El Pardo?
Sara Lezana acabó sus años en el cine del destape en 1979, cuando protagonizó Historia de S. Quince años después inauguró un "tablao" flamenco, que llevaba su nombre. Y posteriormente dedicaría todo su tiempo a su ballet flamenco, con el que viajó por todo el mundo y a dirigir una academia de baile. Una figura indudable de la mejor danza española y mujer de agradable trato, bella por dentro y por fuera. No se le hizo justicia como actriz y, mal asesorada, ya queda dicho que desperdició su talento en películas de dudoso gusto, aunque para los mirones, su anatomía era muy grata de ser contemplada en todo su esplendor.