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El enigma de la muerte de Sandra Mozarowsky

El caso de la muerte de la actriz del destape Sandra Mozarowski aparece en el último capítulo de Cristo y Rey.

Una imagen de la actriz | Archivo

Hay en la historia criminal en España muertes violentas aún no aclaradas, sobre las que se dio carpetazo, con el consabido "caso cerrado", difíciles o imposibles ya de aclararse, como algunas veces me confió mi recordado amigo y compañero Paco Pérez Abellán, cuya desaparición me dejó, como a muchos, un triste vacío. Y al respecto de lo dicho, paso a contarles detalles del temprano fallecimiento de una joven bellísima, que destacó sobremanera en el llamado "cine del destape": Sandra Mozarowsky. Su nombre y apellidos completos eran los de Alexandra Elena Mozarowski Ruiz de Frías, hija de un diplomático e ingeniero ruso blanco y una dama española, nacida en Tánger en octubre de 1958. A punto de cumplir los diecinueve años, una cálida noche veraniega cayó desde su terraza a la calle, muriendo instantáneamente. Su muerte aparece como parte de la trama del capítulo más reciente de Cristo & Rey, la serie sobre la vida de Bárbara Rey y Ángel Cristo y el que también se aborda el romance de la vedette con el emérito.

Los periódicos informaron que el óbito se había producido muy probablemente por voluntad propia. Sólo muchos años más tarde el caso mereció el interés de algunos investigadores, entre ellos los escritores Pablo Blas, que utilizó el seudónimo de Tom Farrell en Escrito en un libro y Clara Usón, asimismo, en El asesino tímido. Fernando Sánchez Dragó mencionaba también aquel suceso en una de sus obras. Porque la desaparición de aquella actriz, que a mí, cuando la conocí personalmente me pareció una Lolita "a la española", dejó un claroscuro no resuelto oficialmente, al punto de que se ha dicho en algunas publicaciones no muy lejanas, que pudo ser asesinada.

Había nacido en Marruecos, por el destino oficial de su progenitor. A los dos años la familia se estableció en Madrid, que es donde estudiaría Sandra sus inicios en el Bachillerato. De familia de clase media alta, me confesaría que llegó al cine por pura casualidad, y no por dinero, que no lo necesitaba. Una amiga de su madre la recomendó a la productora de la película que iba a dirigir Pedro Lazaga, El árbol de Guernica, basada en una novela de Luis de Castresana. La entrada en el mundo cinematográfico, aunque fuera con papelitos de escasa importancia, sedujo de tal forma a la joven que desistió de aspirar a la carrera diplomática, como pensaba, para continuar la huella profesional de su padre. Al que convenció para que, sin abandonar sus estudios (tuvo un profesor particular en casa) pudiera seguir sus trabajos en el cine. Claro está que de las veintiuna películas que rodó, en la mayor parte de ellas interpretó papeles de prostituta, o de sirvienta desinhibida, de chica sin problemas para mostrar sus interioridades, lo que ella me reconoció, confiando que algún día podría desarrollar mejor sus condiciones de actriz.

La muerte se anticiparía a esos deseos, dejando una filmografía en la que sólo lucía sus encantos. Poseía un cuerpo muy atractivo, con un rostro interesante en el que destacaban sus preciosos ojos. Entre títulos no precisamente para cinéfilos reconocidos, se encontraban tales como Cuando el cuerno suena, Sensualidad, Las protegidas, El libro del amor II, Call girl. La vida de una señorita bien, Pecado mortal hasta la última de sus películas, Ángel negro, que rodó el año de su tragedia con el galán mexicano Jorge Rivero, con quien mantuvo un romance. Precisamente con este galán había coincidido el año anterior en Beatriz, filmada en tierras gallegas, adonde me trasladé para entrevistar a sus protagonistas, Carmen Sevilla, el mentado Rivero y Sandra Mozarowsky, con la que había compartido algunos encuentros, como he vuelto ahora a verificar en "YouTube" una noche en la que estuve en la misma mesa que ella durante el programa de José María Iñigo en Florida Park. ¡Quién iba a decirme que le quedaban pocos meses de vida...! Era una chica encantadora, simpatiquísima, que solía repetirme, a modo de muletilla (supongo que extensiva a otros) "Dime, mi amor", y "Perdona, cielo". Como para que uno se derritiera, mirándola, tan dulce, tan sensual...

Dieron en llamarla algunos colegas "la Ornella Mutti española", en referencia a otra actriz de su generación, de nacionalidad italiana. Con una vida que entonces, no era del todo de dominio público. Es difícil comprender cómo una actriz como ella, bien pagada, podía frecuentar un club de alterne en la madrileña calle de Oriente. Se aseguraba era propiedad del popularísimo Paco Martínez Soria. Lugar de encuentro de otras jóvenes actrices. ¿Trabajaba en verdad Sandra Mozarowsky en tal sitio, sirviendo copas y departiendo con una desconocida clientela masculina? Así lo corroboraban algunos investigadores. Aunque lo más gordo fue que la relacionaban íntimamente con don Juan Carlos. Así lo publicó Andrew Morton, el biógrafo de Lady Dí, autor de un libro sobre la Casa Real española que vio la luz en 2013: Ladies of Spain. Se afirma que Sandra estaba embarazada. De cinco meses. Y que cayó a la calle, desde la terraza de su domicilio en la madrileña calle de Álvarez de Baena, número 3, segundo piso, el 23 de agosto de 1977. Determinándose entonces que pudo ser un suicidio, si no un casual accidente; se pasó como decíamos hace no mucho tiempo a sospechar que alguien pudo haberla empujado al vacío. Pero, en tal caso ¿quién, por qué la asesinaron? Un misterio sin aclarar que pudiera estar relacionado con su embarazo, y la personalidad de quien había sostenido con ella relaciones ese año. ¿Alguien muy importante? Los libros antes mencionados daban pistas muy esclarecedoras. Y uno de ellos desapareció de la circulación en seguida. Y cuando se reeditó con la verdadera identidad de su autor, pronto fue retirado de las librerías también, tras casi agotarse nada más aparecer, aunque sus personajes aparecieran en clave y con seudónimos.

Me temo que, a estas alturas, el nombre de Sandra Mozarowsky y su desaparición pasarán el reino del olvido sin que nadie haya querido aclarar cómo murió. Estuvo veintidós días en coma vegetativo, y nada de ello tuvo que ver con una supuesta enfermedad de tiroides. No cuela la teoría de que se suicidara por culpa de su aparente depresión. No es que se sintiera gorda: es que esperaba un hijo en cuatro meses, de padre no conocido por la opinión pública, que no parecía sentirse obligado con la joven mamá. Y eso de que cayó desde la terraza a la calle parecía no sostenerse en un primer momento, pero nadie quiso o pudo publicarlo: porque ni regaba las plantas, como se dijo cuando ocurrió el fatal accidente, ya que no las había, y la barandilla estaba altísima para lanzarse al vacío. Se supo que Sandra quería contar detalles de su embarazo y de a quién le correspondía la responsabilidad de que iba a ser mamá, pensando que sus confesiones si no podría publicarlas en España sí seria posible en una revista italiana. Pero alguien se adelantó, quizás, a sus propósitos. El documento de su autopsia desapareció. Al menos, ningún periodista pudo cotejarlo. ¿Quién pudo estar detrás de aquella muerte si es que, como se sospecha, no fue un suicidio?

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