Quien fuera representante artística de Isabel Pantoja, María Navarro, lleva desde 2015 ingresada en una residencia madrileña, con su salud deteriorada, la memoria desvaída y ajena a su pasado, sin querer saber nada de los personajes populares con quien estuvo vinculada tiempo atrás. Su círculo íntimo, en particular su hija, la excelente actriz Lola Dueñas, ha dispuesto, probablemente por deseo de su madre, no facilitar la dirección de la clínica donde se encuentra, limitando al máximo las visitas, si es que recibe algunas últimamente. Lola Dueñas, presente en la última noche de los Goya, a los que estaba nominada aunque al final no ganó, comentó estos días que vivía en Lisboa, pero que dada la situación de su madre ha decidido regresar a Madrid para cuidarla y estar a su lado el mayor tiempo posible.
María Navarro sufrió mucho en los últimos tiempos, sobre todo desde que en mayo de 2016 falleció, tras larga enfermedad, su otra hija, madre de un niño. Lamentó entonces María que Isabel Pantoja no se comunicara con ella para darle el pésame. Por el dolor sufrido a partir de entonces, quien fuera secretaria y confidente de la cantante sevillana quedó sumida en un estado depresivo. Sus vecinos, que le tenían gran estima, trataron de acompañarla en esos difíciles momentos, cuando vivía en la madrileña calle de Alcalá, número 174. María prefería la soledad. Algunos la vieron pasear sin rumbo fijo, deambulando por lugares adyacentes, sin saber adónde ir, sin hablar con nadie. Hasta que su hija Lola comprendió que lo mejor era llevarla a una residencia, donde continúa.
Muchos desconocen que María Navarro era una gran directora teatral, fundadora del T.E.C (Teatro Estable Castellano). En esos ambientes del arte de Talía se enamoró del actor toledano Nicolás Dueñas, muy habitual en los programas dramáticos de Televisión Española. Con quien contrajo matrimonio, del que nacieron las dos hijas ya mencionadas. María se esforzaba para ayudar a su marido. Recuerdo una leve anécdota cuando, sin conocernos, me llamó por teléfono a la redacción del semanario en el que yo trabajaba para pedirme que entrevistara a Nicolás, si era posible. Iba a estrenar una pieza dramática, Hijos de un dios menor, en el teatro Marquina, recuerdo muy bien, acerca del penoso mundo de los sordomudos. La complací con gusto, porque el actor de Consuegra tenía excelentes cualidades, como demostró en aquella y tantas otras funciones escénicas. Tarifó la pareja. Mucho más adelante Nicolás, hacia 2004, tuvo por compañera un año a la conocida y divertida actriz Emma Ozores.
María Navarro, tras la separación, no tuvo ya otras compañías masculinas, que sepamos. Se concentró en la educación y cuidado de sus hijas y buscó trabajo para seguir adelante. Fue cuando Encarna Sánchez la contrató como productora de su programa vespertino. De ella me habló en términos elogiosos. Y, en efecto, María era muy activa, encargándose de conectar con los invitados, personajes de la vida social, política y artística española y complacer cuantas peticiones le hacía la ya desaparecida locutora almeriense desde su despacho en la Cope, a espaldas de la plaza de la Cibeles. Yo mismo, que colaboré durante año y medio en dicha emisora, veía semanalmente a María Navarro, casi pegada siempre a un teléfono para cumplir su cometido. Tenía el semblante serio y algo distante en aquella redacción radiofónica. Otra etapa de su vida la vinculó con Jesús Quintero "El loco de la colina", para quien trabajó en semejante actividad que la anterior, procurando complacer al muy exigente comunicador onubense. Otra anécdota que recuerdo de María Navarro es la noche que, a la salida de un hotel madrileño donde un grupo de periodistas habíamos cenado con Mario Moreno "Cantinflas", me abordó para ver si conseguía que el cómico mexicano se acercara a los estudios de las cadena SER, en la Gran Vía, donde Quintero mantenía su programa. Como era natural, a la una de la madrugada, "Cantinflas" no estaba, después de una larga jornada de homenajes a su persona, en disposición de acudir a ninguna emisora, sin haber sido antes advertido. María se quedó anonadada. Pero ¿no hubiera sido más fácil que Jesús le hubiera facilitado un micrófono para grabarle unas palabras a "Cantinflas" o enviándole un equipo para transmitírselas? Claro que "El loco de la colina" aspiraba a lo difícil, a ser él quien se llevara el reconocimiento, usando a una colaboradora como María en aquel llamemos "marrón". Pero María, digámoslo en su haber, era muy disciplinada y obedecía. Sin duda para poder llegar a fin de mes con lo que le pagara Quintero.
Volviendo a Encarna Sánchez: cierto día propuso a María Navarro que se encargara de la representación artística de Isabel Pantoja, buscándole contratos para sus galas y ejerciendo de secretaria y acompañante habitual. Aceptó María. Estuvo cerca de veinte años realizando esas labores. Ciertamente no se ganó la simpatía de los periodistas, sobre todo los de las revistas del corazón y medios afines. No por culpa de ella, sino de la cantante, quien salvo cuando iba a promover algunos de sus discos o actuaciones destacadas, rehuía las entrevistas. Y si las aceptaba, eran habas contadas, prefiriendo que su casa discográfica convocara una rueda de prensa multitudinaria donde no contestaba a preguntas personales, sino a las referidas a sus grabaciones y espectáculos. Tal vez María Navarro debía haberse comportado con más amabiidad y simpatía, con mano izquierda, para que los reporteros no la consideraran tan adusta y poco colaboradora. Pero así fue siempre ella en el aspecto profesional.
En su vida particular, volviendo al testimonio de sus vecinos, siempre fue muy apreciada. Yo mismo la hallé de vez en cuando comprensiva con mi trabajo periodístico y, aun así, casi nunca me favoreció si le pedí alguna rara vez que me acercara a Isabel Pantoja, a la que por otra parte yo conocía desde sus comienzos en la canción. Pero ésta, harta de la persecución de los "paparazzi", rompió los lazos con periodistas que le servimos en sus principios. Sólo hacía ya caso, antes de ir a la cárcel, a algunos informadores afines, hasta romper también lazos con una conocida tertuliana. Ese comportamiento de Isabel, lo sufrió en propias carnes María Navarro. Es más que probable que al entrar a trabajar a su servicio firmara un documento de confidencialidad. Porque María sabía casi todo lo que rodeaba a la figura de la artista sevillana: su vida profesional y la íntima. Pudo haber vendido a las revistas muchas de esas confidencias. O escribir un libro, o dictarlo. Pudiera o no hacerlo en virtud de aquella cláusula, el caso es que no lo hizo. Y con los tiempos que corren, su honradez era manifiesta. Sólo sus funciones de representación artística se interrumpieron cuando Julián Muñoz comenzó a convivir con Isabel. Con la ruptura de la singular pareja, María reanudó su cometido con la Pantoja.
Hasta el verano de 2012, cuando ésta la despidió. ¿Qué pasó entre ellas? Nunca pudimos saberlo. A María Navarro aquel adiós le pareció injusto. Se rumoreó que en esos veinte años de colaboración con ella, María llegó a prestarle dinero en alguna ocasión en la que ella lo precisaba. Desde entonces, ni se vieron más, ni se hablaron. Ya en el paro, ví alguna vez a María en un bar cercano a su domicilio. Pero evidente resultaba que no deseaba encontrarse conmigo, como si fuera yo a sonsacarle secretos de Isabel Pantoja, que no era el caso. Y así, desconfiada, María Navarro desembocó en su triste abandono. Y en estos días de silencio en una residencia. Del pasado, ni quiere ni quizás pueda recordar ya nada.