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La misteriosa ruptura de Alejandro Talavante y Jessica Ramírez

Talavante dejó el toreo el pasado octubre, y hace unos meses su esposa se separó de él.

Talavante y Ramírez | Gtres

Las desgracias a veces no llegan solas. Y el matador de toros pacense Alejandro Talavante, que decidió retirarse inesperadamente en la feria del Pilar el mes de octubre pasado, vive ahora horas inciertas, pues hace unos meses que su esposa se separó de él. Son padres de dos hijos, Alejandro, de diez años y Álvaro, de seis. Compartir la vida de un torero no es fácil para cualquier mujer. Son bastantes los casos de rupturas en ese difícil mundo taurino. Sin remontarnos a tiempos lejanos, en los últimos veinte años rompieron su vínculo Manuel Díez el Cordobés, Miguel Báez Spínola Litri, Juan Antonio Ruiz Espartaco, Palomo Linares... Un matador de toros está sujeto a una tensión continua, a veces la vida hogareña le sirve de tranquilidad, y otras, siempre pensando en su arriesgada profesión, se siente en soledad, en el campo, pensando...

También influyen amoríos repentinos que surgen en temporadas de apenas descanso, lejos de casa, sobre todo cuando en invierno cumplen con la temporada americana. Alejandro Talavante se prendó de una modelo mexicana durante uno de sus contratos en el país azteca, Jessica Ramírez. Un bellezón, como acredita que en 2003 fuera elegida Miss México. Podía el diestro extremeño, de ascendencia portuguesa, sentirse afortunado. Y si además, en el caso de Talavante, se trataba de un matador de toros de prestigio, millonario, podía comprenderse el imán que despertaba en muchas mujeres. Y Jessica cayó rendida a los pies de Alejandro. Se vino a España con él, instalándose en la finca Los Arrecifes de Arriba, en el término municipal de Olivenza. No le importó a Jessica Ramírez compartir el lecho con Alejandro siendo novios.

Después de tres años de relaciones, como si estuvieran casados de verdad, se pusieron de acuerdo para matrimoniar el 5 de julio de 2013. Ya tenían un niño, llamado como el padre, de cuatro años, quien asistió a la ceremonia nupcial de sus progenitores celebrada en la iglesia de Santa María Magdalena, de Olivenza. Asistieron cuatrocientos invitados, entre ellos, varios compañeros del novio: Manzanares, el Juli, Juan José Padilla, Finito de Córdoba... El banquete nupcial lo celebraron en la finca del contrayente, sita en la citada localidad. Unos meses más tarde la pareja tuvo a su segundo hijo, Álvaro.

Talavante, el día de su boda | Gtres

Alejandro Talavante es uno de esos pocos toreros que llegan a la cumbre y se convierten en millonarios gracias a su tesón, su inteligencia, el valor, cuando se juegan la vida cada tarde. Los frutos pudo recogerlos tras esa dura lucha de años, pues además de la finca de Olivenza, adquirió una vivienda en Badajoz y otra en Madrid. Amén de otras inversiones hay que adjudicarle unas saneadas cuentas corrientes. Diez años últimos toreando en las mejores plazas como figura del grupo especial, destacando por su valor incólume, una técnica depurada, y la torería que lo ha convertido en una de las más grandes figuras del toreo en ese tiempo. En Madrid ha salido en hombros en varias ocasiones, donde ha cimentado su fama. Su padre, veterinario, le dejó seguir su afición a los toros desde el día que le confesó ser como José Tomás, al que vio una tarde triunfar en el pueblo de Pardaleras, y el diestro de Galapagar le tiró una oreja con la que había sido premiado. Aquella tarde resultó determinante para los sueños taurinos del espigado mozo, un adolescente que, tozudo, se empeñó en ser alguien en los ruedos. Le costó sudor y lágrimas. Dio con un apoderado, el banderillero Antonio Corbacho, que había sido precisamente quien adiestró a José Tomás en sus comienzos en México. Por eso, en sus inicios, Talavante parecía ser un clon de aquel. Hasta que cuando rompió con Corbacho –ya fallecido– fue lentamente logrando una personalidad propia. Su poca pericia a la hora de la última suerte le privó de muchos trofeos, mas a fuerza de entrenar duramente alcanzó un puesto privilegiado, compitiendo con los ya veteranos Ponce, el Juli, Morante, Castella, Perera...

De chico, no le gustaba estudiar. En tercero de ESO, una mañana, muy aburrido, le dijo a su profesora que dejaba el colegio. Y se piró. No volvió más. Si hoy tiene otros conocimientos los ha adquirido por su cuenta. Un tipo introvertido al que no es fácil arrancarle muchas confesiones. Algo raro con respecto a otros colegas suyos. Los días de corrida, le escuché decir en una feria de Albacete, prefería salir de paseo en vez de quedarse descansando en el hotel, hasta llegada la hora de vestirse para ir a la plaza. Le gustaba practicar yoga y se aficionó a la meditación zen. Como contraste al valor que ha demostrado siempre, confesaba que le daban miedo... las películas de miedo. Muy entregado a su profesión, tuvo no obstante en 2008 una novia llamada Elisa. No prosperó aquella relación hasta que dio en conocer a la mexicana Jessica Ramírez. Guapa a rabiar.

Alejandro, con buen tipo, lucía barba y bigote los meses en los que no toreaba. Estar en su finca de Olivenza ha sido siempre su mayor placer. Allí precisamente se han quedado de momento a vivir su mujer y sus dos hijos en tanto él, tras la separación, alterna entre su casa de Badajoz y la de Madrid, hasta que formalicen, se supone, el divorcio. Pero a la crisis sentimental hay que unir la profesional. Porque desde el 14 de octubre de 2018 no ha vuelto a vestirse de luces. Anunció entonces su retirada temporal del toreo. ¿Por qué tomó tal decisión? La temporada anterior fue difícil para él, al haber roto con quienes lo apoderaban, lo que le supuso no ser contratado en muchas plazas de primera. Así funciona el complicado mercado empresarial taurino.

¿Se sabe cuáles han sido las razones de su fracaso matrimonial? Alejandro Talavante no responde a esa pregunta. Su hasta el momento esposa legal, Jessica Ramírez, ha manifestado sentirse engañada. ¿Hay otra mujer por medio en la vida del torero? Eso ha dado a entender aquella, que tendrá en su poder, para asegurar tal cosa, pruebas contundentes para haber dado tal paso.

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