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La inexplicable soledad de Adriana Ugarte

Adriana Ugarte disfruta de estar sola tras vivir tres grandes amores.

Adriana Ugarte disfruta de estar sola tras vivir tres grandes amores.
Adriana Ugarte | Cordon Press

La belleza de Adriana Ugarte, su mirada entre ingenua e inquietante, sin llegar a perversa, nos recuerda, aunque sea vagamente, a aquella Lolita de Nabokov llevada al cine. Y aunque ella no se parezca a Sue Lyon, no es menos cierto que despierta entre el elemento masculino una sensual admiración. Pero ¿cómo es la vida de esta madrileña, que este 17 de enero cumplió treinta y cuatro inviernos?

En principio, fuera de los estudios de rodaje, una mujer sencilla, que no frecuenta las noches discotequeras y sólo acude a las fiestas precisas, sin mucho entusiasmo. Prefiere estar en su casa de la sierra madrileña, acariciando a sus tres perros. Últimamente vive sola, o al menos eso es lo que hemos investigado, puesto que la actriz es muy celosa de su intimidad y no da señales de con quién sale y con quién entra.

Pero ha vivido tres amores apasionados, sin contar sus primeros escarceos sentimentales, cuando con dieciocho años se dejó tatuar un corazón en un antebrazo, detalle que corresponde a una historia sentimental, de la que nada refiere. Lo que no puede ignorarse es la relación que mantuvo hace años con el seductor Alex González. Vivían en un piso del madrileño barrio de Malasaña y ella no ha podido sustraerse a contar algunas veces el acoso que soportaban cuando al salir a la calle tenían apostados en las esquinas a varios "paparazzi", situación que les duró bastantes meses, soportando con paciencia y sin enfurruñarse demasíiado. Terminarían haciéndose amigos de algunos de esos profesionales de la cámara. Hasta que Alex, picaflor al fin y al cabo, tan ocupado en su agenda de amistades femeninas, dejó a Adriana por otra conquista. Y a ella, debió escocerle bastante aquella ruptura: hacía muy buena pareja con el guapo González.

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Adriana y Álex | Archivo

La siguiente relación amorosa de Adriana tuvo menos intensidad: con un realizador cinematográfico, Luis Blasco: mediana estatura, no muchos cabellos, revueltos, con entradas visibles en la frente, y largas patillas patibularias. Fue un amor fugaz para la atractiva actriz, un tanto mosqueada al observar que no le duraban mucho. El que vino después sí que tuvo más recorrido. Fue en 2015 cuando rodando en las Canarias la película Palmeras en la nieve se fijó en un técnico de iluminación, que le hizo tilín. Tipo alto, medio calvo y con barba cenicienta. Adriana ha tenido galanes en el cine más apetecibles, pero ese Gonzalo, el de los focos, del que no sabemos su apellido, fue el tercer hombre de su vida. Y como el Orson Welles de la película, desapareció un día, dejando a la guapísima Adriana más sola que la una. ¿Decisión propia en esta ocasión? Puede…

El caso es que lleva unos meses en los que no le hemos conocido ninguna otra pareja.

Adriana Sofía Ugarte Pardal es hija de un magistrado y una abogada, que en su pasado escribía obras de teatro y alguna novela, como la titulada Un mal paso. Yolanda Pardal es su nombre. Ni a ella ni a su marido les pareció mal que Adriana se dedicara a la interpretación. Quiso estudiar danza, pero pronto abandonó los ensayos. Se matriculó en Filosofía y Letras, carrera que, a través de la Uned, poco a poco, terminará pronto. Sus éxitos en la televisión fueron sonados, desde su debut en 2001 en un cortometraje: las series "La señora" y "El tiempo entre costuras", según la estupenda novela de María Dueñas. En la gran pantalla, aparte de la ya citada Palmeras en la nieve, hizo un buen papel en Julieta, de Almodóvar. Sus dos últimos largometrajes, fechados en 2018, fueron: Enamorado de mi mujer, en francés, junto a Daniel Auteil y Gérard Depardieu, y Durante la tormenta, al lado de Chino Darín y Javer Gutiérrez. El futuro inmediato de Adriana Ugarte es prometedor, dada su incuestionable fotogenia y su buen quehacer interpretativo. Otra cosa es la referente a su corazón, dolido por su pasado y ahora tranquilo, a la espera de que llegue "el hombre de su vida", como suele decirse en estos casos. Adriana, por lo visto, no tiene prisa en ese sentido y está más concentrada en su trabajo.

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