Ana Obregón visitó este viernes el plató de Volverte a ver donde abrió su corazón tras los complicados meses que ha atravesado desde que diagnosticaron cáncer a su hijo Álex. La actriz no pudo evitar romper a llorar en algunos momentos de la entrevista con Carlos Sobera al recordar los duros momentos vividos.
Afortunadamente, las expectativas son muy positivas y aunque Álex todavía sigue luchando contra la enfermedad, la familia se muestra muy optimista: "Todo va muy bien, dentro del pronóstico que había va fenomenal, así que estamos muy animados", comentó. "De la Ana de siempre queda que amo la vida por encima de todo, que lucho con uñas y dientes, siempre he sido una luchadora. En este caso, la fuerza me la ha dado mi hijo. ¿Qué espero a partir de ahora? Pues espero que mi hijo se cure del todo, que esto se pase. Esto es una lucha. En España se detectan 200.000 casos nuevos de cáncer. Y se puede. También quiero agradecer el cariño de la gente, que llevo muchos meses fuera y no había podido decirlo: gracias", añadió Ana.
"En todo este tiempo, solo he llorado dos veces. La primera, cuando Álex llevaba tiempo encontrándose mal y lo llevábamos al médico, pero no le encontraba nada. Al final, un día, eran tantos los dolores que tenía que tuvieron que hacerle una prueba en la que lo tenían que anestesiar. A las 12 de la noche entró en el quirófano pensando que no tenía nada y a las dos de la mañana, estaba yo sola, salió el médico y me dijo que Alex tenía un tumor. Ese fue el momento más duro", relató Ana con la voz temblorosa. "Yo había mandado al padre a casa porque, en principio, solo era una prueba. Estaba sola, a las dos de la mañana, no podía llamar a nadie. Mi hijo vino dormido de la anestesia y yo no podía ni decirle nada a él. Me pasé toda la noche llorando con mi mano cogida a la de mi hijo".
El momento más dramático de la entrevista llegó cuando Ana aseguró que su hijo le preguntó: "Mamá, ¿me voy a morir? Y yo le dije: no, no te vas a morir", comentó entre lágrimas. "Si se hubiera quejado alguna vez, pero es que Álex no se ha quejado nunca. Esto que ha pasado nos ha unido mucho más. Pero no quiero llorar, porque no hay que hacer victimismo. Mira, el primer mes en EEUU fue el más duro, y cuando nos dijeron que el cáncer, tras las primeras quimios, estaba remitiendo, yo me eché a llorar y me abracé al médico, que era un americano muy frío. Y mi hijo me dijo: 'Mamá, por favor, no dramatices'. Que mi hijo, con 26 años, haya tenido que pasar por esto me ha dado una lección de vida increíble. Me ha demostrado lo fuerte que es, con esa fortaleza, ese sentido del humor. Cada día se levanta con fuerza. Este camino sigue, pero sé que en breve voy a venir aquí y lo vamos a celebrar porque todo habrá pasado".