Normalmente, en los últimos tiempos, Joan Manuel Serrat sólo ha sido objeto de la atención periodística por la salida al mercado de sus discos o por sus giras en espectáculos compartidos con su colega Joaquín Sabina. Mas he aquí que durante estos días su nombre ha reaparecido por la salida de pata de banco de un asistente a su última actuación en la Ciudad Condal que, en un teatro abarrotado, se atrevió a recriminarle al "Noi de Poble Sec" que cantara en catalán dado que se hallaba en Barcelona. Sin perder la calma, el cantautor detuvo la gala, situándose en el centro del escenario ante el micrófono de pie y sin alteración alguna en su voz le hizo ver que lo que estaba repasando musicalmente era su disco "Mediterráneo", de 1971, grabado absolutamente en castellano. No tenía por tanto, sentido, hacerlo en catalán. Y añadió que una interrupción como la de aquel espectador airado no la había recibido jamás en ningún sitio, ni dentro ni fuera de España. Más diplomacia y sentido común, imposible. Luego sí que recordó algunos de sus éxitos en la lengua de Verdaguer. Aunque el incidente no le libró después en las redes sociales y en alguna publicación de críticas fuera de tono, injustas, de quienes no reconocen a Serrat como un artista de categoría internacional que ha paseado nuestras culturas (la castellana, la catalana, la española por lo tanto) en un montón de países. Ignorantes que desconocen qué fue, qué es el fascismo, lo acusan de aquella doctrina totalitaria, de la que sin duda Joan Manuel ha abominado siempre.
Pero la actualidad cerca de Serrat tiene asimismo acento personal dado que este 27 de diciembre cumple setenta y cinco años. Tres cuartos de siglo de quien está considerado como el más importante cantautor español desde que iniciara su carrera allá por 1964, que ha estrenado un repertorio propio de más de setecientos títulos entre los que se encuentra el que quizás resume no sólo lo mejor de su amplísima obra, sino de la historia de la música popular de nuestro país desde la década de los 60 a nuestros días. Y me estoy refiriendo por supuesto a "Mediterráneo".
Por cierto, en una de las entrevistas que hice a Serrat al preguntarle si consideraba "Mediterráneo" la mejor de todas sus canciones, me decía a poco de darla a conocer que era una más, como si fuera un hijo, de toda su producción. La crítica española (supongo que también buena parte de la hispanoamericana) sostendrá con nosotros que no es una canción cualquiera: es la mejor, la más representativa y lograda, con unos formidables arreglos de Juan Carlos Calderón.
Joan Manuel no soñaba con ser cantante profesional. Hijo de un anarquista afiliado a la CNT, Josep Serrat, y de un ama de casa aragonesa, de Belchite, Ángeles Teresa, estudió unos cursos de perito industrial, que luego dejó para seguir otros de perito agrícola. Fue durante su servicio militar en Jaca cuando de madrugada, durante una guardia, compuso "Cançó de matinada". Y a partir de ahí, apoyado por el locutor de Radio Barcelona, Salvador Escamilla, decidió dedicarse a la música popular, formando parte de Els Setze Judges, y después ya en solitario, en la segunda mitad de los años 60. Como su vida artística es harto conocida y divulgada, nos detenemos en la íntima. Siempre fue muy discreto sobre sus conquistas sentimentales. Bromeaba así: "Me hice cantante para tocarle el culo a las chicas". Y sí que tuvo admiradoras "a puntapala". Algunas de ellas hasta le inspiraron algunas de sus más románticas historias, como "Conillet de vellut", donde cometió la inocente salida de incluir en uno de los estribillos el número verdadero de su apartamento. Lo que, ante la avalancha de llamadas femeninas determinó que se dirigiera a la Telefónica para que le cambiaran aquellos dígitos.
Otra de sus más recordadas creaciones es "Lucía", nombre tomado de una azafata con la que estuvo enrollado cierto tiempo. A la que le jugó cierta pasada cuando, tras haber roto sus relaciones con ella, enterado de que se casaba se puso en contacto telefónico con ella para felicitarla, después de bastante tiempo de su distanciamiento. Lo que parece no sentó muy bien a la novia.
Pero por lo común, Joan Manuel Serrat fue siempre un caballero, un hombre muy responsable de sus actos. Mantuvo con la modelo Mercedes Doménech una prolongada relación sentimental, resultado de la cuál nació un niño, al que bautizaron como Manuel, llamándolo luego con el apelativo familiar de Queco. Nada de esa situación se sabía en aquella primavera de 1969 cuando vino al mundo. Joan Manuel y Mercedes habían tarifado, pero mantuvieron siempre una gran amistad, sin rencores. Tardaría la pareja en hacer pública la existencia de su hijo. Tarde o temprano había de saberse, y el cantante así lo demostró en su momento. Reconoció al chico como hijo propio, y se ocupó de su manutención y educación. Por supuesto lo veía siempre que le era posible.
Hubo tres mujeres enamoradas del cantautor barcelonés, pero a su vez, no del todo correspondidas por él en el aspecto amoroso. Sí que con Marisol, Pepa Flores, protagonizó un romance. Pepa, no es que quisiera casarse, pero sí aspiraba a que su convivencia con Joan Manuel fuera lo más estable posible. Y Serrat, por muy colado que estuvo con la malagueña, no quería atarse más de la cuenta. Suspiraba él asimismo por una nieta de Pastora Imperio, hija del torero Gitanillo de Triana, llamada Charo Vega. Guapísima con sangre calé. Los sorprendí en un verano de Marbella muy juntitos. Pero pasó algo parecido, ella no esperó, casándose con un abogado, creo, que no la hizo feliz. La tercera fémina que bebía los vientos por el catalán era Lolita. Joan Manuel la quería… como si fuera una hermana, por mucho que ella estuviera arrobada, apasionada por él. No podría ser aquella unión y Lolita acabó comprendiendo, fijando sus ojos en "Paquirri". Y en el horizonte sentimental de Serrat, entre ligues y más novias aquí y al otro lado del Atlántico, apareció un día en su vida una guapa rubia, estilizada, de angulado rostro, profunda mirada, elegante, más culta que otras aspirantes a ser compañeras del "Noi", perteneciente a la burguesía catalana. Hija del del responsable de la Feria de Muestras de Barcelona y director asimismo de la empresa de Gas de la ciudad. Justo la misma en la que había trabajado como obrero el padre de Serrat, lampista de profesión. Parece que el señor Tiffon no aprobaba al principio el noviazgo de su hija Candela con "el Nano", como llamaban sus amigos a Joan Manuel. ¿Lo consideraba un desclasado, pese a su popularidad? Porque por cuestiones económicas, para entonces Joan Manuel Serrat ya era millonario. Contacto, y desde luego demostrando que estaba muy enamorado de ella, Serrat logró la bendición de aquella pretendida boda, que tendría lugar hace de esto exactamente cuarenta años. Dos hijas, María (nacida en 1979) y Candela (en 1986) alegraron aquel feliz hogar. Serrat es hoy un "joven y risuelo abuelo", cada vez con menos pelo pero lleno de vitalidad, buen humor, y buenas dosis de "rauxa". Nunca podría ser un "botiguer".
Superó el cantante su trance quirúrgico cuando en 2005 lo operaron de un carcinoma de vejiga. Dosifica desde entonces sus apariciones. Querido y, sobre todo, respetado en toda España (a lo peor algo menos en su tierra), le deseamos un feliz setenta y cinco cumpleaños.