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De la adoración a cabeza de turco del MeToo: la izquierda abandona a Woody Allen

Nunca pudo probarse si abusó de la hija adoptiva de Mía Farrow.

Nunca pudo probarse si abusó de la hija adoptiva de Mía Farrow.
Woody Allen, con Mia Farrow y Dylan | Cordon Press

El nombre de Allan Stewart Königsberg no les dirá absolutamente nada a la mayoría de nuestros lectores. Pero así se llama realmente Woody Allen,que este 1 de diciembre alcanzó la edad de ochenta y tres otoños. Nacido en el barrio neoyorquino del Bronx, está considerado uno de los últimos genios vivientes del cine, en su calidad de guionista, actor, director y, a veces, productor también. Pero más apreciado en Europa que en los Estados Unidos. Probablemente porque su cultura cinematográfica bebe en las películas de Ingmar Bergman y Federico Fellini, aunque sea deudor asimismo del cine de Charles Chaplin y el de los hermanos Marx, en especial del corrosivo humor de Groucho. Procede de una familia de judíos de clase media.

De pequeño siempre se sintió atraído por la magia. Esa parcela en la que el ilusionismo juega un papel preponderante. Y como mago se estrenó en funciones de aficionados cuando no tenia muy claro si el mundo del espectáculo iba a ser su "modus vivendi". Pero siempre se ha considerado escritor, más que otra cosa. De ahí sus monólogos que comenzó a pergeñar en los primeros años 50. Curiosamente se los cedía a un par de columnistas, uno del Daily Mirror y otro del New York Post. O sea: siendo "el negro" de dos columnistas, que se servían del ingenio de Woody. A cambio de unos dólares. Monólogos que luego iría interpretándolos él en salas de fiestas y en la televisión, venciendo su enfermiza timidez. A los telespectadores les hacía mucha gracia pero sobre todo contados por un tipo feo, medio enclenque, que despertaba algo de ternura y fragilidad.

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Woody Allen, en los 70 | Archivo

Woody Allen ha llegado a ser tan conocido que, ya desde tiempo atrás, en su pasaporte, en sus tarjetas de crédito y en otros documentos oficiales figura con tal sobrenombre artístico y no, como sería lo lógico, con su verdadera identidad, ese nombre y apellidos citados al principio. Su inteligencia, el agudo sentido del humor crítico, un ingenio fuera de toda duda lo han convertido en un personaje popular, algo estrafalario. Sólo permaneció un año en la Universidad. No posee otros estudios. Pero qué duda cabe que reúne infinidad de conocimientos y cuantos han tenido la oportunidad de conocerlo en la intimidad cuentan de sus amplios saberes; cultura libresca, porque no hay día que no tenga entre sus manos algún volumen, y no precisamente de los llamados "best-seller". Su interés por la filosofía, las artes, los clásicos de la literatura lo convierten en un intelectual, de lo que no suele hacer gala por el pudor que ello le supone.

El mundo femenino está muy presente en sus películas, previamente en esos guiones que él elabora donde penetra en el alma de las mujeres como pocos otros, o ninguno, de los realizadores de su generación. Corría el año 1956 cuando se casó con una chica judía que había conocido en el barrio, en Brooklyn, llamada Harlene Rosen, de diecisiete años. No podría decirse que Woody Allen tuviera por entonces, (culpa de su extremada timidez) demasiada experiencia con el sexo femenino. Como tantos otros jóvenes estaba muy atado a las costumbres de su familia, a la disciplina de un hogar marcado por severos deberes. Y llegó a la conclusión de que, casándose, iba a sentirse libre. Igual pensamiento tenía su novia. El matrimonio atravesó penurias y dificultades. Sólo duró seis años: hasta 1962. Cuatro más tarde es cuando el cómico encontró a la actriz Louise Lasser, a quien contrató para varias de sus películas. Se casaron en 1966 para divorciarse en 1970. Podría decirse que ninguna de esas dos mujeres dejaron mucha huella en el corazón del genio.

Todo fue diferente cuando en el otoño de 1968, hace por lo tanto ahora justo medio siglo Woody conoció a Diane Keaton, por entonces una joven actriz de veintidós años con ganas de darse a conocer. Acudió a una audición teatral en Broadway, convocada por Allen, autor, protagonista y director de Play It Again, Sam. A poco del primer contacto entre ambos se estableció una corriente de mutua simpatía. En el caso de Diana ella lo admiraba viéndolo en sus comparecencias televisivas en el "show" de Johnny Carson, donde Woody escenificaba unos divertidos monólogos. El papel de aquella comedia fue para ella. En los ensayos, la química entre los dos era manifiesta. Por cierto, que el mencionado título de la obra fue en principio "Anhedonia", que significa no experimentar placer alguno en una pareja. Finalmente se desechó. Coincidiendo con el inicio del romance entre director y actriz novel.

Diane Keaton fue unan especie de musa para Woody Allen, cada día más atraída hacia él, tanto física como intelectualmente. Rodaron juntos siete películas, a partir de Annie Hall, luego Manhattan, Días de radio…, y la última, Misterioso asesinato en Manhattan. Ella padecía bulimia, comía a todas horas, procurando que Woody no se enterara, lo que finalmente sucedió. Tras año y medio de tratamiento, se curó. Contaría Diane Keaton en sus memorias que pese al interés que ella mostraba por continuar aquella relación, él estaba más centrado en su constante trabajo y llegó el tiempo en el que apenas le hacía caso. Ninguno de los dos contó nunca las razones por las que se dijeron adiós, aunque por lo que acabamos de apuntar, la cosa estaba clara. Aunque prevaleció en adelante la amistad. Woody hasta dijo no hace mucho que seguía enamorado de ella.

La ruptura con Keaton se produjo poco antes de que a los brazos de Woody Allen llegara una actriz ya de renombre, con una biografía sentimental en la que figuraban dos maridos: primero Frank Sinatra y luego el director de orquesta francés André Previn. Con ninguno de ellos fue feliz Mía Farrow. La poderosa personalidad de Frankie se imponía a una por entonces inexperta jovencita, que parecía un chico al decir de Ava Gardner, por su peinado y maneras de vestirse. Y Previn parece que le fue infiel más de una vez. Y eso que habían estado de acuerdo en adoptar unos hijos más los que tuvieron, cinco en total. Desengañada, pasó a emparejarse con Woody Allen, con quien alumbró un hijo, Ronan, aunque en los últimos tiempos el cómico refería que viéndole el rostro le recordaba mucho a Sinatra. También adoptaron a una niña asiática, Dylan, en tanto Mía aportaba asimismo otro hijo de adopción, Moses y una huérfana coreana, Soon Yi Previn. Un lío eso de investigar los hijos adoptados entre parejas que se unen cada una con prole.

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Con su actual esposa, Soon Yi | Archivo

La convivencia entre Mía Farrow y Woody Allen acabó por convertirse en un infierno. La niña coreana apareció en el hogar de aquella pareja teniendo apenas diez años. Al principio Woody le pareció un hombre poco afectivo, al que le costaba mucho acercarse para tratarlo como padrastro. Pero conforme fue creciendo nació entre ellos una mayor complicidad, que desembocó cuando Soon Yi alcanzó la mayoría de edad. Época en la que no pudieron disimular que se atraían sexualmente. Contó ella: "Me puso una película de Ingmar Bergman y me besó. Nunca había experimentado algo igual… Y entonces empezó ya todo entre nosotros". Mía Farrow se encontró con unas fotografías de su hija adoptiva Soon Yi completamente desnuda, que le había hecho Woody. Puso el grito en el cielo. Se inició a partir de entonces una guerra a muerte entre los dos. Y eso que seguían rodando la película Maridos y mujeres. Inútil fue que él adujera que Soon Yi había empezado a ir a la Universidad, y era libre por su edad para tener relaciones con quien quisiera. Soon Yi dio su opinión: "Estoy enamorada de él física, sexualmente".

Woody Allen tuvo que abandonar ese hogar porque luego Mía Farrow le imputó algo más grave: haber abusado de su otra hija adoptada, Dylan, que sólo contaba siete años. Ambas comparecieron ante el juez y contaron una serie de supuestas escenas de cama que Woody negaba tajantemente. A favor de éste declararon su hijo Ronan y Soon Yi. Los dos coincidían en que Mía Farrow estaba desequilibrada, comportándose siempre como una madrastra sin piedad que obligaba a todos sus hijos adoptados a hacer las faenas de la casa. Tres de ellos acabaron de mala manera, uno se suicidó, y otra murió de sida. Mía, según aquellos, era una maltratadora, resumiendo. "Se aprovechaba de Woody, por ser un hombre ingenuo y confiado". El caso acabó archivándose por falta de pruebas. Aun así, a principios de este año todavía Dylan, pasado ya bastante tiempo de aquel supuesto suceso de abusos, apoyándose en el movimiento Me Too, seguía afirmando que Woody Allen la había violado. Una persona cercana a Mía Farrow tomó partido en contra de ésta, asegurando que la actriz había dicho: "Allen me ha arrebatado a mi hija (Soon Yi) y yo voy a quitarle a Dylan". Porque, recuérdese, a Dylan la habían adoptado de mutuo acuerdo Mía y Woody.

Entre tanto Woody Allen se consideraba un hombre feliz, casado desde diciembre de 1997 con Soon Yi, boda que tuvo lugar en Venecia, él con cincuenta y seis años. Con ella y su prole viajan juntos siempre que les es posible. Woody lleva algún tiempo fastidiaba por no serle posible mantener su hasta ahora hábito de rodar una película al año. Se acerca a la cincuentena de títulos. Pero la industria cinematográfica atraviesa por una prolongada crisis y ya no son los estudios como antes sucedía los que producen largometrajes, sino las televisiones y productoras independientes. Con Amazon, se ha visto obligado a claudicar dirigiendo la serie Crisis en escena, de seis capítulos, con una duración cada uno de veintidós minutos, ambientada en la década de los 60. Quizás se ponga de acuerdo con Mediapro, que lo ha tentado de nuevo para rodar en Barcelona, donde ya en 2008 filmó Vicky Cristina Barcelona, dirigiendo a Javier Bardem y Penélope Cruz. Y aprovechando que trabaja menos aunque no deje de escribir, los lunes siguen siendo sagrados para él. Ya no toca el clarinete en el Michael´s Club, que lo cerraron, sino en los bajos del Hotel Carlyle, el café que lleva el mismo nombre. Tampoco ha dejado su manía de consultar periódicamente a su psiquiatra, adición que empezó en 1959. "Es un neurótico como yo", comentaba Diana Keaton. "Por eso nos enamoramos".

Concluyo con dos aforismos de Woody Allen, que lo retratan: "No es que tenga miedo a morirme. Es tan sólo que no quiero estar allí cuando suceda". Y este otro de propina: "Me interesa el futuro porque es el lugar donde voy a pasar el resto de mi vida".

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