El 24 de noviembre de 1991 moría uno de los más grandes artistas del pop, Freddie Mercury, a causa de una bronconeumonía complicada por el Sida que padecía tiempo atrás, que le transmitió su último amante, el que, veleidades del destino, le sobrevivió diecinueve años. Contaba cuarenta y cinco años y ya había conseguido la fama mundial gracias a su extraordinaria voz. Su vida íntima, que procuró guardar para sí mientras le fue posible, fue una lucha consigo mismo respecto a su sexualidad. Amó a una gran mujer, a la que quiso y consideró como si fuera su esposa durante siete años de convivencia, mas era evidente también su tendencia homosexual, conviviendo con varios amantes de su mismo sexo.
El verdadero nombre del cantante, compositor, pianista y músico era Farrokh Bulsara, nacido en la isla de Zanzíbar el 5 de septiembre de 1946, entonces protectorado británico, que es ahora parte de Tanzania. Renunciamos a contarles su infancia y adolescencia por cuestión de espacio, para centrarnos en su juventud cuando ya con sus padres y hermanos se instaló en Londres. Vivían en una modestísima casa de los alrededores del aeropuerto de Heathrow y su primer empleo fue en una empresa de catéring cercana. Poseedor de un virtuosismo musical poco común, había recibido de niño lecciones de piano, y más tarde, ya en la capital británica, cursó estudios de arte y diseño gráfico, escribiendo asimismo para algunos periódicos. Fue en agosto de 1969 cuando se inició como cantante de una banda juvenil, con la que experimentó su faceta vocal versionando éxitos de Cliff Richard y Little Richard. Pasaban apuros económicos y el futuro gran ídolo se vio en la necesidad de recurrir a vender ropa usada en un mercado del barrio de Kensington. Fue entonces cuando conoció a una muchacha de ojos verdes y breve estatura, llamada Mary Austin, con quien simpatizó en seguida, yéndose a vivir a un mísero apartamento que tuvieron que compartir con otra pareja. Tiempos difíciles, sí, pero que cimentaron el amor entre ambos. No llegaron a casarse pero ellos se consideraban matrimonio sin necesidad de ningún certificado.
El tesón y desde luego talento del joven cristalizó en Queen, conjunto que alcanzó la fama mundial. Un cuarteto en el que desplegó todo su potencial creativo. Cambió su nombre artístico convirtiéndose ya, definitivamente, en Freddie Mercury. Lo del apellido fue su elección tras retener en su memoria la frase de una canción, "Mother Mercury". Y él la asoció a su propia madre. Eso ocurría en 1970, en los prolegómenos de su posterior carrera fulminante con Queen, cuyo logotipo diseñó él mismo, gracias a sus habilidades como dibujante, a partir del escudo de armas del Reino Unido. Diseñaba también su propia línea de ropa. Y exhibía su fecunda imaginación musical con temas como "Killer Queen" y "Bohemian Rhapsody".
Llegaron los tiempos felices para Freddie Mercury y Mary Austin, ya disfrutando de una residencia confortable. Queen conquistó las listas del pop mundial con sus guitarras de rock duro y voces de ecos polifónicos. Pero conforme disfrutaba del éxito como vocalista sensacional de aquel grupo, Freddie Mercury comenzó a experimentar su zozobra, comprobando que, aunque se sentía dichoso en la compañía de Mary Austin, sexualmente no se encontraba feliz si no dirigía sus miradas a cualquiera de los hombres atractivos que encontraba a su alrededor. Fue cuando no tuvo más remedio que confesarle a Mary que pese al cariño que sentía hacia ella sus apetencias sexuales se inclinaban hacia los hombres. Lo experimentó apasionadamente con un ejecutivo de la compañía Elektra Records. Fue cuando acabó su convivencia con Mary, que no su frecuente contacto, ya fuera del hogar. A ella, que provenía de una humilde familia (sus padres eran sordos y muy pobres) le procuró un puesto de secretaria en su compañía discográfica. Y nunca dejaron de hablarse. Además, Freddie era padrino del hijo que ella había tenido de soltera, llamado Richard. Mary Austin, muchacha sencilla y sensible, comprendió la situación de Freddie, sus gustos, su inclinación gay, aunque en realidad era bisexual y sus biógrafos anotan que había tenido en su corta vida algunos encuentros íntimos con mujeres.
Freddie Mercury mostró en su carrera artística toda una estética nueva tanto en su repertorio como en su vestuario, extravagante y llamativo, que sorprendía siempre a sus seguidores. Solia aparecer en camiseta, de la que se despojaba algunas veces, dejando a la vista su torso desnudo. En los primeros años 80 dejó crecer su bigote, quizás como un guiño para sentir su masculinidad, dentro de un cuerpo y alma manifiestamente homosexual. En 1985 inició su relación con el peluquero Jim Hutton, que lo acompañó hasta su final. Este último amante fue quien lo contagió del virus de Sida en 1990 y que sin embargo se mantuvo con vida hasta 2010, cuando falleció de cáncer de pulmón. O eso fue lo que se dijo, pues hay documentación en la que ya en 1987 se aseguraba que Mercury había contraído la fatal enfermedad. En todo caso, si no tuvo otros contactos, año antes o año después, su compañero Hurron era el portador del VIH.
Hacía bastante tiempo que la comunidad gay tenía a Freddie Mercury como uno de sus iconos. Si les despistó a finales de los 60 por su convivencia con Mary Austin, en los primeros 70 ya el cantante declaraba a la revista "New Musical Express" que le gustaban los varones: "Soy gay, como un narciso". Queen tuvo un recorrido musical importante desde 1971 hasta 1989, cuando el cuarteto se deshizo. Freddie Mercury siempre fue su incontestable lider. Y cuando en 1986 realizaron su "Magic Tour" aterrizaron para actuar en Madrid, concediendo una entrevista al programa más longevo de los informativos de TV.E, donde el cantante se deshizo en elogios hacia Montserrat Caballé, que llegaron a oídos de la gran soprano, fallecida hace pocas semanas. Resulta que Mercury había sido espectador entusiasta de una gala de la soprano catalana en la Royal Ópera House de Londres, con "Un ballo in maschera", de Verdi, quedando fascinado con la voz de nuestra compatriota. Hizo saber a su representante, Mike Moran, que contactara con el de Monserrat con el propósito de cantar juntos. El proyecto no tuvo lugar hasta cuatro años más tarde, a partir de 1987 cuando los dos citados ingleses quedaron citados en el hotel Ritz de Barcelona con la diva. Al principio, Montserrat se mostró extrañada de que una leyenda del pop rock quisiera unir su voz a la suya. Parecía otra extravagancia más de Mercury. Pero éste, que se había desplazado con un equipo de sonido, consiguió que la Caballé le escuchara algunas canciones, y hasta sentado ante un piano del hotel le ofreció una muestra de su inspiración. Al final, Montserrat Caballé comprendió que Freddy Mercury no era un atrevido rockero, sino un consumado artista, poseedor de una magnífica garganta, capaz de unir sonidos pop con música lírica. Y así es como fraguaron el álbum "Barcelona", con ese tema central, que tiempo después el Comité Olímpico Español eligió como himno oficial para los fastos deportivos de 1992 en la Ciudad Condal. Lástima que en la inauguración de los Juegos Olímpicos Freddie Mercury no pudiera acompañar a Montserrat Caballé para cantar en directo aquel himno. Había muerto unos meses antes, el ya citado 24 de noviembre de 1991, hace ahora por tanto veintisiete años.
Hasta la víspera de su adiós, Freddie Mercury mantuvo en secreto la enfermedad que lo llevó a la tumba, a pesar de que en los círculos periodísticos y musicales sobre todo de Londres se conocían algunos detalles sobre su deteriorada salud. Casi había perdido del todo la vista, no podía casi moverse y en esa situación, intuyendo su próximo final, había prescindido ya de toda medicación. Mary Austin estaba al corriente de los males de quien tanto había querido, sintiéndose correspondida. "Ha llegado la hora de que mis amigos y seguidores conozcan la verdad, aunque siempre he protegido mi vida íntima". Fue cuando dijo que su muerte estaba próxima: el día anterior, exactamente. Incinerado, a día de hoy no se sabe dónde reposan sus cenizas. La versión más divulgada es ue Mary se hizo cargo de ellas, depositándolas sobre las aguas del lago Leman, dado que Freddie había vivido sus últimos años en Montreux. La mayor parte de su herencia la dejó el cantante para ella, aunque ésta, por problemas burocráticos testamentarios no pudo disfrutarla hasta nueve años después de la muerte de Mercury. Además de una elevada cantidad de dinero y los derechos de autor de sus canciones, Freddie le dejó la suntuosa casa palaciega del barrio londinense de Kensington.
Si por comprensibles razones del paso de los años el nombre de Freddie Mercury estuviera oscurecido, que uno no lo cree del todo, el estreno de la película biográfica sobre su vida, estrenada estos días, Bohemian Rhapsody, nos recuerda la vida y las canciones del ídolo, encarnado el personaje por el actor Rami Malek. Quien no ha olvidado nunca al gran artista ha sido Mary, que se casó, tuvo dos hijos y continúa viviendo en la mansión que aquel se hizo construir en Kensington, donde en cada rincón parece estar presente, como un querido fantasma, la sombra del hombre que más amó en su vida.