Los telespectadores del programa Gran Hermano Vip probablemente no recuerden en su mayoría a Ángel Garó, uno de sus actuales participantes. Vivió sus mejores años como cómico al comienzo de la década de los 90, en el programa Un, dos tres… responda otra vez. Ganó mucho dinero con las galas que le proporcionó aquella efímera popularidad. Luego, como la espuma, poco a poco, su nombre se fue desvaneciendo. Tuvo la prevención de asegurarse unos años sus ahorros, invirtiéndolos con cierto tino en obras de arte y en otros negocios, hoy no tan rentables. La crisis artística lo llevó asimismo a otra más personal. Sus amantes homosexuales le ocasionaron depresiones y altibajos. Y ese comportamiento inestable fue causa de episodios oscuros, que ahora recordaremos. En pos de recobrar aquella notoriedad perdida recurrió en los últimos años a algunos programas televisivos, en donde más que ocurrencias graciosas contó sus penas. Un juguete roto de la pequeña pantalla que ahora le ha permitido estar otra vez en el escaparate, no sabemos cuánto tiempo. Probablemente hasta que consiga centrar su presente, sin abusar de histriónicos comportamientos y enloquecidos amores gays.
Ángel Manuel Paredes Hortelano es su identidad. Nació en La Línea de la Concepción (Cádiz) hace cincuenta y tres años. Muchos lo creen malagueño pues en la Costa del Sol es donde más ha radicado en su errática existencia. Su residencia en los últimos años la tiene fijada en la calle de la Madre de Dios, en un céntrico edificio situado frente al renombrado teatro Cervantes, en pleno centro de Málaga, cerca de la Alcazaba. Contaba Maribel, madre de Ángel, que ella se enamoró de un hombre, con disgusto de su acomodada familia, advirtiéndole que su boda con aquel modesto camionero no le traería la felicidad. Y así sucedió años después cuando el matrimonio hizo aguas. Ese fracaso pudo afectar al hijo de la pareja, Ángel, chico muy sensible desde su niñez, afectado por las muertes que se sucedieron en la familia: la de su bisabuela, la de su abuela Antonia también, que fue una segunda madre para él, y ya más recientemente el fallecimiento de su padre a comienzos de 2018. Pero entre esas desgracias, lo que de verdad viene trastornando hace tiempo a Ángel Garó son sus amores rotos. Y su declive como cómico.
Desde muy temprana edad mostró Ángel su polifacética personalidad, interesándose por la pintura, la escultura, la poesía, el teatro… Estudió Arte Dramático, entró en una compañía de noveles, fue rapsoda por pueblos andaluces hasta que, con veintidós años, dio el salto a Madrid. Narciso Ibáñez Serrador, atento siempre a introducir novedades en sus programas, lo contrató para el antes mentado Un, dos, tres..., donde el gaditano-malagueño demostró poseer una personalidad propia como caricato. Un humor ejercido a través de diversos personajes, a los que dotaba de unas voces diferenciadas gracias a su habilidad como imitador. No era un monologuista vulgar como muchos de los que ahora se ganan la vida con aburridos y poco originales textos. Ángel Garó incorporó una galería de tipos estrafalarios, que respondían a nombres como Juan de la Cosa, que destripaba adivinanzas antes de tiempo, o su hermano gemelo, Pepe Itárburi, quien nunca sabía concluir sus chistes. Otros personajes surgidos del caletre de Garó eran el oriental Chikito Nakatone, Maruja Jarrón, Maruchi y algunos más pertenecientes a lo que su creador denominaba "Personas humanas", leyenda con la que encabezaba sus actuaciones. Solía sonreír mucho, gesticular sin desmayo, embutido generalmente, según cada imitado, en una vestimenta oscura, compareciendo ante la audiencia tras un biombo. Sus espectáculos teatrales, ya decimos, le proporcionaron una inusitada popularidad y una saneada cuenta corriente. Más adelante, en la misma década de los 90, cuando tenía que renovar sus argumentos cómicos y recobrar esa calderilla de la fama que se le iba escapando, regresó a los estudios de televisión, a programas de distintas cadenas, como el concurso Sí o no.
Se mantuvo Ángel Garó en esa cuerda, a veces floja, de la actualidad artística, unos años más. La gente, los actores, pasan de moda, o dejan de ser contratados. Y para una personalidad sensible e inestable como la del gaditano-malagueño eso pasa factura. Lo peor sería que sus respectivas parejas amatorias no colmaban sus expectativas. Tres confiesa haber tenido. Tres hombres en los que confió y, siempre según su testimonio, le fallaron. Uno de ellos, Alexis Gauthier, contaría que Ángel era una persona difícil en el trato, que pasaba de ser cariñoso a sufrir ataques de ira, que pagaba aquél. Y acabaron mal. Por lo común, dado que la casa era de Garó, sus novios terminaban dando un portazo, incapaces de aguantarlo. Otro de sus amantes le produjo una tremenda desilusión al humorista: compartió a su lado noches de intenso amor y confidencias mutuas. Sentíanse el uno y el otro muy compenetrados. Ángel era feliz en su compañía. Hasta que un día el novio que lo hacía tan dichoso lo dejó para siempre. El chasco que se llevó fue de aúpa: ese amante le fue infiel, pues alternativamente tenía relaciones con una mujer, a la que dejó embarazada. El último desengaño de Garó fue con Darío. Llevaban año y medio de relaciones cuando en mayo de 2017 tuvieron una pelea morrocotuda en la que se intercambiaron toda clase de insultos, bofetadas y objetos volando sobre sus cabezas. La pelea terminó mal: Darío cayó escaleras abajo, una vez que su airado compañero lo echó de la vivienda. Darío lo demandó. La acusación de violencia doméstica no prosperó mucho. Cierto que Ángel Garó pasó una noche encerrado en los calabozos de una comisaría malagueña. Pero la petición de veinte meses de prisión que solicitaba la parte supuestamente agraviada quedó en agua de borrajas y el juez que entendió el caso desestimó las acusaciones declarando absuelto al humorista. Lo que sucedía hace muy poco tiempo, cuando estando en la casa de Gran Hermano Vip hubo de ausentarse un par de jornadas para asistir al juicio.
¿Qué hay en la personalidad alterada con frecuencia de Ángel Garó? Cuando empezaba a ser conocido, en los tiempos de Un, dos, tres… almorcé con él junto a otros colegas y me pareció un muchacho simpático, correcto, que aportaba una línea diferente como cuentachistes y humorista. Más culto que otros compañeros, menos "cutre" que la mayoría. Y siempre sensible, afectuoso, incluso un punto tímido. Los años han hecho mella en él, negativamente acaso. Su madre lo recordaba no hace mucho como un chico generoso, cariñoso también, quien cuando ella se separó de su marido le regaló medio millón de pesetas para que hiciera frente a su tienda de mamparas de baño. El padre, mientras vivió, tuvo desencuentros con Ángel, pues no aceptaba tener un hijo homosexual. Durante el servicio militar, Ángel hubo de soportar las chanzas de sus compañeros y algún desagradable episodio, que le marcó de por vida. Él contaba que había tenido antes una novia, pero que los chicos acabaron por atraerle más.
Sobre sus negocios, Ángel Garó ha vivido experiencias distintas. Regentó un restaurante-museo, en el mismo edificio donde asentó su residencia en la parte superior. Era "la Casa del Ángel", decorada con parte de sus obras de arte adquiridas en sus años de bonanza. No debió serle muy rentable porque la traspasó, lo que ahora se conoce como "El Palco". Y montó en Estepona otro local para exponer dibujos de Picasso, de García Lorca, de Rafael Alberti y cuadros de meritorios pintores. En Marbella montó una agencia de alquiler de pisos con su hermana Olga, la rubia que aparecía en sus espectáculos. Si ahora Garó tiene otras propiedades no figuran a su nombre, sino a una sociedad denominada Mimotrim, de la que forma parte su citada hermana.
Maltratador o no con sus parejas, cariñoso y generoso según sus familiares, el caso es que Ángel Garó sigue siendo discutido. En las redes sociales se difundió una escena tomada debajo de su domicilio, donde aparecía en su balcón casi en pelotas, en tanto una pareja de policías le instaban que bajara a la calle (no desnudo) o al menos bajara el volumen de música, objeto de la denuncia de varios vecinos. En tanto él retrucaba que el ruido era de un camión de basura, en un barrio ya de por sí problemático por la proliferación de bares y locales de diversión nocturna. Ahora que parece haber recuperado la atención de los medios informativos y del público, gracias a sus apariciones televisivas, donde entre otras cosas ha demostrado ser un buen cocinero, piensa en su futuro, soñando con volver a hacer reír a la gente, como hacía en los años 90.