Los grandes amores rotos de Mercedes Milá que la llevaron a la depresión
Renunció a su título de condesa y va a reaparecer junto a su perro en un programa de entrevistas.
Tiene Mercedes Milá una indiscutible personalidad como comunicadora y también en su vida privada. Vuelve con un nuevo programa de televisión, ya restablecida de una profunda depresión de la que creyó no salir, por lo que hubo que pedir ayuda psiquiátrica. Pasea ahora a menudo junto al perro Scott e incluso lo lleva a algunas fiestas. Pertenecía a su madre, nonagenaria, quien al final se lo regaló al verla tan encariñada durante los tres últimos años que Mercedes ha vivido en Barcelona. Precisamente su vuelta a la pequeña pantalla, que sucederá este otoño, llevará por título Scott and Milá; espacio de entrevistas sin cuestionario previo para los personajes que vayan desfilando. Con la presencia, se supone dado el enunciado, de Scott, quien no sabemos si en algún momento intervendrá con algún ladrido.
La vuelta de Mercedes Milá a su tierra natal fue a causa de la depresión que venía padeciendo como presentadora de su longevo programa Gran Hermano, que mantuvo en antena desde 2000 hasta 2016. Lo pasó tan mal en las últimas temporadas, sumida en esa mentada depresión, a causa probablemente de un estrés laboral, que no tuvo más remedio que combatir no sólo con cuidados médicos, sino apoyada por su madre, ya que su progenitor, el Conde Montseny, había fallecido en 2012.
Para salir adelante recurrió también a vender libros. Sí, sí, aunque no de puerta en puerta. En 2010 resulta que se había asociado con unos amigos para renovar la librería barcelonesa Bernat, cuyos dueños la traspasaban. En adelante viene siendo conocida como + Bernat. Y en ese periodo de su crisis, Mercedes se puso tras uno de los mostradores, incentivando ese comercio y aconsejando a su clientela sobre las últimas novedades. También allí citaba a periodistas que deseaban entrevistarla. Con esas labores, la presentadora de televisión fue superando poco a poco su desequilibrio anímico. Al que antes había contribuido un duro golpe sentimental: el hombre con quien convivía, al que había entregado su corazón creyéndolo el gran amor de su vida resulta que, después de cuatro años de feliz convivencia, la dejó de la noche a la mañana con estas palabras, no muy originales en parecidos trances: "Lo nuestro, querida, no tiene futuro". Cogió sus maletas, y se fue, dejando a Mercedes llorando a lágrima viva, sin saber qué hacer.
¿Quién era el causante de esa inesperada ruptura para Mercedes? Un vasco llamado Carlos Castillo, dieciséis años menor que ella, dueño de dos tiendas de ropa masculina, una con sede en Bilbao y otra en Madrid. De agradable aspecto, cabellos algo rubios, semblante tranquilo e introspectivo. Con él se sentía muy segura y a gusto Mercedes. No era su primer novio, había tenido otros. "He amado y me han amado mucho", confesaba a Rosa Villacastín. Pero nunca había encajado con tanto dolor este adiós. Si acaso, también le afectó bastante otro de sus amores que conocimos, pues los demás los llevó siempre la periodista barcelonesa con total discreción.
Transcurría 1982 cuando Mercedes Milá presentaba el programa de televisión Buenas noches, cuyo guionista, director y productor era José Sámano, un cántabro dinámico con quien convivió a lo largo de más de veinte años. Tipo afable que siempre hizo buenas migas con los periodistas, a los que siempre nos facilitaba nuestra labor a la vez que le correspondíamos con agrado, pues se dedicó un tiempo también a producir algunas películas importantes en ese decenio, y obras teatrales como Cinco horas con Mario, para Lola Herrera, aún en cartel tantos años después de su estreno. Culto, inteligente y emprendedor significó mucho para Mercedes, tanto en el terreno profesional como el íntimo. Cuando rompieron su unión, aunque quedaron como amigos, ella sufrió también una temporada de soledad y ausencia de cariño y apoyo sentimental. Había mantenido antes diferentes relaciones. Pero Pepe Sámano y sobre todo Carlos Castillo, dejaron más huella en su alma herida. Se dice que tras ese último desengaño encontró a otro amor pasajero, también más joven. En adelante, aunque ahora siga sola y sin compromiso, piensa que si encuentra otro hombre que le guste deberá ser, por lo menos, de su misma edad, no menor.
Cuenta Mercedes en la actualidad sesenta y siete años. Nació en Esplugues de Llobregat (Barcelona) el 5 de abril de 1951. Su edad la ha mantenido siempre más o menos en entredicho pero en estos tiempos, con Wikipedia al alcance de cualquiera, por mucho que alguna vez pueda equivocarse, es inútil resistirse a admitir cuándo se vino al mundo. Recibió como se decía antiguamente, una esmerada educación. Aristócrata por descender de padres con título nobiliario renunciaría a ser condesa de Montseny al morir su padre, siendo la mayor de cinco hermanos, dejando que tal condición la ostentara uno de ellos, José María. Mercedes, se contaba, era un poco "la oveja negra de la familia". Sin llegar a tan exagerada situación sí que se ha comportado siempre en la vida ajena a protocolos y distinciones, sencilla, muy abierta, niña progre en sus años juveniles, sin prejuicios, que se fumaba un porro si venía a cuento y participaba de las movidas de los años 70. También, para no caer en ninguna hagiografía, sus enemigos o quienes no simpatizan con su modo de ser la tildan de prepotente, soberbia, pesetera… Habla mucho, de eso no cabe duda a nadie. Le quita la palabra al que le hace frente. Pero nosotros creemos e insistimos que, por encima de sus virtudes y defectos, es una fenomenal comunicadora.
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