El mito sexual de los años 60, Brigitte Bardot, que tuvo más de cien amantes
Según sus amores, era caprichosa, autoritaria y de inesperadas reacciones con el denominador común de encamarse con el primer hombre que le gustara.
Retirada de toda vida artística y social quien fuera un "sex-symbol" de los años 50 y 60, Brigitte Bardot, ve pasar los días, tranquilos, pendiente de los muchos animales de su finca en la localidad costera de Saint-Tropez, cuando cumple ochenta y cuatro años este 28 de septiembre. Ni por asomo es, desde hace décadas, la mujer que turbaba a los hombres con su físico desafiante. Fue una depredadora para los varones, según la retrató la escritora feminista Simone de Beauvoir. En su historial amoroso consta un centenar de nombres rutilantes de la pantalla y la canción, otros nada conocidos, al menos en España, y se dijo que no le hacía ascos a su intimidad con otras mujeres.
Quiso ser bailarina cuando todavía era muy niña, pero luego se sintió atraída por el cine e hizo su debut, sin mayores consecuencias. Debió Luis García Berlanga ver esa película, o le procuraron unas imágenes de la novel actriz. El caso es que quiso contratarla para una de sus primeras cintas, pero la productora prefirió contratar a otra juvenil actriz llamada Josette Arnaud.
Brigitte era una muchacha inquieta, decidida y con ocasión de asistir a una corrida de toros trató de conocer a Luis Miguel Dominguín, acercándose al hotel donde se hospedaba, pero no le franquearon la puerta de la habitación. ¿Cuáles eran entonces las pretensiones de la francesita? ¿Sólo obtener un autógrafo del padre de Miguel Bosé?
Su encuentro con el director cinematográfico Roger Vadim iba a marcar el futuro de Brigitte al ser lanzada con gran aparato publicitario en la película Y Dios creó a la mujer, donde bailaba sensualmente encima de una mesa. Su compañero era Jean-Louis Trintignant. Vadim conquistó a Brigitte y le propuso casarse a poco de conocerla en 1952, pero los padres de la muchacha no estaban de acuerdo con tan precipitado enlace, argumentando que apenas había cumplido dieciséis años. A ninguno de los dos protagonistas de aquel amor loco les importó mucho, pues continuaron su apasionada relación. Brigitte, de todas formas, amenazó a sus progenitores que si le impedían seguir al lado de Roger metería la cabeza en un horno. El disparate causó efecto. Poco más tarde la pareja contraía matrimonio, que duró hasta 1957. Vadim se dio cuenta que su musa le ponía los cuernos con Trintignant. Al lado de éste pasó dos años durante los que siguió siendo fiel a este amante de turno. Brigitte se iba convirtiendo en una manipuladora constante, para quien un nuevo amor era sólo una experiencia distinta, alguien para "usar y tirar", como un muñeco.
Su cotización cinematográfica subía como la espuma y hasta el general De Gaulle concedía que B.B., como empezó a ser conocida, era una segura fuente de divisas. Y, en efecto: venía a representar no sólo el éxito económico de sus películas, que se exhibían en medio mundo: también era un símbolo de la moderna juventud francesa, desinhibida, alegre, y por qué no, voluptuosa. Consiguió que la recibiera el mismísimo Pablo Picasso para un reportaje que fue portada en París-Match. Estaba de boca en boca de sus compatriotas y hasta el eco de su nombre alcanzó las publicaciones más importantes de los Estados Unidos donde rodó algunas películas, sin que ello aportara nada significante en su filmografía: doblaban su voz pues no tenía idea de inglés ni ganas de aprender ese idioma. Lo que no le impidió acostarse con Warren Beatty: tal para cuál, ambos sobradamente conocidos por sus impulsos sexuales. Aventureros ambos, de cama en cama.
Sucesivamente fueron pasando muchos varones por su lecho. Cantantes como Gilbet Bécaud Sacha Distel (con el que convivió una prolongada temporada), Nino Ferrer, el del pelo color zanahoria que le susurraba melodías al oído… También la propia Brigitte probó a grabar discos. Se desenvolvía con soltura, aunque no pasaba de aficionada. Serge Gáinsbourg, otro de sus amantes, le compuso una canción que pasaría a la historia erótica musical: "Je t´aime mas non plus", que finalmente sería un éxito pero en la voz de Jane Birkin, la nueva mujer del atrevido compositor. ¿Qué ocurrió? Parece que discutió con Serge y todo se vino abajo.
El nuevo amor que llegó hasta B.B. fue el galán francés Jacques Charrier, con el que matrimonió en 1959, pareja que duró tres años, tiempo durante el que tuvieron un hijo, el único que parió la explosiva estrella y al que apenas hizo caso. Lo bautizaron como Nicolás Jacques. Era el padre quien se ocupaba del niño.
La tercera de sus bodas fue con un play-boy alemán llamado Günther Sachs, y se celebró en Las Vegas. Durante muchos meses aparecían de fiesta en fiesta, como si no les importara otra cosa en la vida. Sachs se quejaba de que fuera tratado en la prensa como un vividor, cuando los muchos millones que tenía eran fruto de sus negocios. Su aspecto era el de un grandullón, muy rubio, con los cabellos algo alborotados y una boca que nos hacía recordar un poco al mismísimo conde Drácula. B.B. se cansó de él.
Aunque siempre se dijo que eran ellos los que acababan hartos de las veleidades de la actriz, caprichosa, autoritaria, de inesperadas reacciones con el denominador común de encamarse con el primer hombre que le gustara. Otra de sus características, como contaba José Luis de Vilallonga, era la de su avaricia, la adoración continua por el dinero y en consecuencia su afición a gastar lo menos posible cuando invitaba a sus amigos, a veces medio centenar, a su mansión La Madrague, de la Costa Azul, en Saint-Tropez, localidad que puso de moda aunque ni de lejos pudiera compararse siquiera con Marbella. Cada vez que uno de sus invitados se iba al pueblo, dado que el chalé estaba un poco alejado, le pedía cualquier cosa: tabaco, vino, una partida de chuletas, marisco… Con lo cuál esos huéspedes cuando abandonaban la casa hacían cuentas para llegar ala conclusión de que su veraneo les hubiera salido más barato en cualquier hotel.
Mandona, jugando con los sentimientos de los hombres, parecía únicamente satisfacerle el sexo. Llamaba alguien por teléfono y su secretario, mayordomo y hombre de confianza respondía por lo común: "La señora no puede atenderle. Está ocupada...". Y añadía si el interlocutor era de alguna confianza: "… haciendo el amor".
Brigitte Bardot había dejado el cine en 1972 después de protagonizar medio centenar de filmes y grabar alrededor de cincuenta canciones. Hasta entonces todavía mantenía rasgos de su belleza algo salvaje y provocativa. Fue en esa época cuando traté de entrevistarla durante su corta estancia en el Marbella Club, donde me la encontré tumbada en la playa. Imposible obtener de ella una cita. Me dijo en español, bastante airada, que la dejara en paz o de lo contrario abandonaría España. Pueden suponerse lo que esto último podía importarme. Me consolé al admirarla en bikini a medio metro de distancia. Todavía estaba "de buen ver". Antipática como pocas.
Precisamente en la Costa del Sol rodó una película, Los joyeros del claro de luna, en la que intervenía López Vázquez, quien en en sus memorias recordaba que nunca pudo entablar un mínimo diálogo con ella; ni él ni nadie. La seguían siempre su doncella, su fotógrafo, y cualquier otro servidor. Una diva en toda regla. Inaguantable. Le dio luego la manía de defender a toda clase de animales: lo mismo las focas que los toros, los perros o los gatos. Aún tiene a su nombre una Fundación que vela por ellos. De las primeras defensoras a toda ultranza de tigres, leones u otras fieras para que no los cazara nadie y sus pieles sirvieran para consumo de burguesas en las peleterías de lujo. Su lucha, al principio podía entenderse hasta que por cansina nos pareció siempre que rayaba con la demencia. Se casó por cuarta y última vez con el empresario Bernard D´Ormale, asesor de Jean-Marie Le Pen, con las mismas ideas xenófobas de éste, compartidas desde luego también por Brigitte. A la que multaron más de unas vez por sus comentarios contra los homosexuales y negros.
Una adivinadora predijo que Brigitte Bardot iba a terminar considerablemente avejentada, solitaria, , rodeada de animales, como alejada del mundo. No se equivocó del todo. Es el presente de una mujer que despertó la admiración y ahora, a sus ochenta y cuatro años, hace ya tiempo que no le importa a casi nadie.
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