Existen muchos galanes en la abundante historia del cine, pero me atrevería a asegurar, apoyando este criterio en la lectura de muchas páginas dedicadas al Séptimo Arte, que el más popular y querido de todos ellos fue Paul Newman. Este 26 de septiembre se cumplen ocho años de su fallecimiento. Entre sus películas más recordadas, constan las siguientes, entre algunas otras: Marcado por el odio, El zurdo, La gata sobre el tejado de zinc, El largo y cálido verano, El buscavidas, Dos hombres y un destino, El color del dinero, Veredicto final…
Tenía los ojos azules. Eso lo hacía irresistible. Y el aura el su rostro en el que podía dibujarse una mirada sincera y limpia. La de un tipo viril al que los todopoderosos de Hollywood trataron de lanzar al estrellato como un segundo Marlon Brando. Con el que, en realidad, nada se parecía: solo que ambos pasaron por el Actor´s Studio. Y no era al principio Paul un vocacional actor. Llegó al mundo artístico por carambola, detestando el trabajo familiar al que lo había dedicado su padre, que regentaba un próspero negocio de material deportivo.
Tuvo suerte pues aunque tuvo que esperar un tiempo hasta irse dando a conocer en los teatros neoyorquinos de Broadway resulta que a la muerte inesperada de James Dean le ofrecieron el papel protagonista reservado al guapo, rubio e inestable intérprete de Al este del Edén: la película Marcado por el odio, basada en la dura existencia del campeón de boxeo Rocky Graciano, que había dictado su autobiografía para publicarse. Y no sólo esa cinta, en la que Newman reveló su faceta dramática: también El zurdo, que asimismo iba a rodar Dean. Dos títulos que, entre 1956 y 1958 significaron mucho en la filmografía de Paul Newman.
Aquel muchacho de aspecto serio y leve sonrisa irónica había nacido en un pequeño pueblo cercano a Cleveland, en el estado norteamericano de Ohio. Era por supuesto consciente de la atracción que despertaba entre el círculo femenino pero, si bien entablaba amistad con muchas chicas nunca quiso comprometerse con ninguna, para desesperación de las más osadas. La primera mujer que verdaderamente llegó a su corazón fue Jackie Witte, una actriz con la que coincidió en el elenco de una modesta compañía teatral de Illinois. Paul se sintió inmediatamente atraído hacia aquella jovencita rubia y muy despierta. La que empezó a comprenderlo, a desentrañar parte de los problemas que mantenían a Paul muchas veces concentrado en sí mismo, como huidizo y alejado de los demás. No era tampoco la chica fácil que a menudo se acercaba a él para ligar. Tras un rápido noviazgo se casaron en la primavera de 1949. Tuvieron tres hijos y una convivencia al principio complicada, en medio de problemas económicos que los obligaba a estar de alquiler en viviendas poco confortables. Aquello fortaleció aún más el carácter de Paul, acostumbrado siempre a sortear dificultades, a adaptarse a un tipo de vida nada fácil, muy lejos del futuro prometedor que le esperaba.
Los éxitos que, poco a poco fue consiguiendo en la pantalla le fueron alejando de su esposa e hijos, por culpa de sus desplazamientos. La familia vivía en Long Island, mientras él, muy lejos, pasaba demasiado tiempo en Los Ángeles, la Costa Oeste de los Estados Unidos, enfrascado en sus contratos hollywoodenses. Había conocido en sus principios teatrales a una también joven y atractiva Joanne Woodward, de acomodada familia, con la que apenas trabó amistad, aunque le causara una excelente impresión. Cuando Paul Newman disfrutaba del éxito de Marcado por el odio resulta que Joanne Woodward se alzó con el Oscar a la mejor actriz, el año 1957, por su extraordinaria interpretación en Las tres caras de Eva. Y así, durante un periodo, ésta logró una cotización muy por encima de quien luego sería su marido.
Nacida en febrero de 1930, Joanne, natural de una pequeña ciudad de Georgia, sufrió muchísimo cuando sus padres se divorciaron. Ella contaba muy escasa edad y el recuerdo de su padre, al que quería con locura, la transformó en una niña muy sensible, criada por su madre; se aferró a sus estudios, convertida en su primera juventud en una señorita culta, bien educada que, si bien quiso ser doctora tras asistir un día a la proyección de una película sobre la vida de madame Curie, acabó dedicándose al cine con verdadero empeño y provecho. Tras aquel efímero encuentro durante las representaciones escénicas de Picnic volvieron a coincidir mucho después en las aulas del Actor´s Studio.
Al rápido éxito obtenido por Paul Newman en Marcado por el odio le siguieron una serie de películas que nada le favorecieron. Y eso lo llevó a una larga temporada, lejos de su hogar, a beber más de la cuenta. Tanto que un día, conduciendo completamente ebrio fue detenido por la policía y pasó unas horas encarcelado. Iba camino de convertirse en un alcohólico. Pasó por la consulta de un psicoanalista. Todo cambió cuando la 20th Century Fox le ofreció el papel central de El largo y cálido verano, argumento original de William Faulkner. Con ser interesante el contrato lo que más le atrajo al firmarlo fue saber que su compañera iba a ser… Joanne Woodward, a quien seguía recordando con algo más que afecto. Sentíanse muy bien juntos. Dos seres inteligentes que intercambiaban constantemente ideas, además de los lazos físicos que los unían.
Cierto que Paul Newman se reprochó muchas veces no haberse portado bien con su esposa. Jackie era una paciente compañera que comprendía el quehacer de su marido, tanto cuando él no era nadie en Hollywood como cuando pasó a ser una indiscutible estrella. Lo disculpaba si pasaban meses sin verlo, sin tampoco ocuparse de sus tres hijos, a los que sin duda quería. Pudo más el amor apasionado que comenzó Paul a sentir hacia Joanne. Jackie facilitó a Paul todo lo necesario para obtener el divorcio. Y Paul Newman pudo casarse ya, con menos autoculpa, con Joanne Woodward, en enero de 1958, en Las Vegas. Fueron un matrimonio ejemplar durante, exactamente, medio siglo. Con discusiones por medio, algunos alejamientos de él, para regresar siempre a los brazos de Joanne. No hubo durante el tiempo que duró su convivencia el ejemplo de una pareja mejor avenida, como resaltaban los cronistas de Hollywood, quiénes, sobre todo los de la prensa sensacionalista, echaban de menos alguna turbulencia en sus vidas para llenar páginas escandalosas en sus publicaciones. Hubo incluso una época en que ambos resultaban antipáticos y distantes con los periodistas. Lo cierto es que sobre todo Paul, no era amigo de asistir a fiestas, rehuía las entrevistas, no firmaba autógrafos y únicamente comparecía en público con ocasión de sus estrenos. Y aún así era parco en palabras, en particular si se interesaban por su vida íntima.
Paul Newman y Joanne Woodward intervinieron juntos en varios filmes: Un marido en apuros, Desde la terraza, Un día volveré, Samantha, todas ellas con críticas desfavorables, salvo quizás la última citada. Tuvieron que empeñarse económicamente con sus propios ahorros y el de otros amigos para producir Rachel, Rachel, en 1968, que sí resultó positiva en taquilla y en el criterio de la prensa cinematográfica. De lo que sacaron en claro dos cosas: una, que Paul Newman, a pesar de su aureola de gran triunfador, hizo películas infumables, y otra cuestión es que ella se sacrificó por él, pasando mucho tiempo en casa al cuidado y educación de las tres hijas que tuvieron (él, se recordará, tuvo otros tres descendientes, uno varón, con su primera mujer). Lo que significaría su lento declinar como actriz. Estando considerada como una magnífica actriz, respetada en el ambiente artístico tanto por compañeros como críticos, pudo haberse dedicado más al cine. Prefirió intervenir en menos películas para estar más pendiente de Paul y los niños. Aunque por los compromisos laborales de él se vieran en hoteles de Nueva York y Los Ángeles, su hogar estaba en Conneticut, un caserón enorme que decoraron a su gusto, sin tener en cuenta otras tendencias estéticas de compañeros millonarios que preferían residir en Hollywood con todo lujo. Paul era más partidario de disfrutar de la Naturaleza, en pleno campo, rodeado de animales.
Si la vida, a pesar de algunos rotundos fracasos, le había proporcionado a Paul Newman un "status" poco común en otros actores; si como esposo y padre pudo disfrutar, no tanto como hubiera querido, de sus hijos, recibió del destino un golpe del que nunca pudo recuperarse: la muerte de su hijo primogénito, Scott, que mezcló drogas y medicamentos durante una temporada para morir en un hotel de Los Ángeles, solo, deprimido, en diciembre de 1978. Tenía tan solo veintiocho años. Scott no tenía profesión conocida, al menos estable. Su padre quiso ayudarlo, lo incluyó en algunos papeles de dos de sus películas, pero él no estaba interesado en la interpretación; le gustaba más la parte técnica del cine. Intentó trabajar en algunos clubs, disimulando su apellido, que le pesaba. Ser hijo de Paul Newman y no ser nada, como se decía, era una pesada carga. En su memoria, Paul Newman invirtió una cantidad razonable para mantener una institución en su recuerdo, el Centro Scott Newman, encargado de velar por los jóvenes enganchados a la droga, y ayudarlos en lo posible.
Por lo demás, no se tienen datos de si en sus prolongados desplazamientos fuera del hogar Paul Newman engañó a sus dos mujeres. Se le atribuye una frase cuando ya estaba casado con Joanne Woodward: "¿Por qué buscar un menú fuera de casa cuando sin salir a la calle tienes a mano un buen solomillo?" Ignoramos si a Joanne le hizo gracia esa comparación.
La muerte de su hijo llevó a Paul a unas temporadas alejado del cine. Prefirió dedicarse a pilotar coches de carreras, lo que llegaría a ser para el gran actor como la segunda de sus pasiones, obteniendo triunfos notables con su equipo de corredores, y también más de un susto que pudo acabar con su vida. Era vitalista, muy valiente pero se arriesgaba lo preciso cuando no admitía ningún "doble" en escenas peligrosas de sus películas.
En los últimos años de su vida todavía obtuvo resonantes triunfos en la pantalla. Si Dos hombres y un destino y El golpe les supuso a él y a Robert Redford, su compañero, dos éxitos sensacionales, un Paul Newman que representaba muchos años menos de los que tenía, y continuaba resultando irresistible para las damas, logró con "El color del dinero", al lado de un primerizo Tom Cruise, situarse una vez más en la cima de la popularidad.
Se divertía, entre otros negocios que mantuvo con fortuna, fabricando con su nombre una salsa para pasta italiana que aseguraba haber inventado, la Newman´s Own, con la que decía, medio en broma medio en serio que le proporcionaba más dólares y menos riesgo que sus películas.
Cuando murió hace ahora justo un decenio, mujeres de todo el mundo lamentaron su pérdida y a más de una se le escaparía una furtiva lágrima. Y los cinéfilos también pudieron proclamar que con la desaparición de Paul Newman se iba un capítulo importante de la historia del cine de los últimos tiempos.