Hay un MeToo del aire acondicionado. El de las mujeres que dicen que ellas también se hielan. Leía el otro día en El País la controversia que ha originado Cynthia Nixon, candidata a gobernadora de Nueva York, que en un debate en la CBS con su oponente Andrew M. Cuomo pidió fijar la temperatura del plató en 24.4 grados. Una de las responsables de su equipo había escrito un correo electrónico a la cadena que casi era un manifiesto: "La refrigeración de los espacios cerrados es notoriamente sexista". Hay muchas mujeres que van por ahí con los brazos al aire mientras los hombres tienen que vestir trajes de chaqueta y corbata. ¿Eso no es sexista? Soy la primera que se muere de frío, por eso me pasma la gente que se sube a los trenes y aviones en sandalias, con pantalones cortos, sin mangas. Y ni siquiera lleva ropa de abrigo para soportar la congelación. Que parece que vaya una en un vagón de Doctor Zhivago pero entre Madrid y El Puerto de Santa María (y ya sé que la película de David Lean se rodó en Soria).
En 2011 hubo una ridícula pelea entre José Bono y Miguel Sebastián a propósito de la corbata en el Congreso de los Diputados. Bono exigía que se cumplieran las normas de decoro en la Cámara y Sebastián proponía ahorrar, subir la temperatura del aire acondicionado y ganar en comodidad al quitarse la corbata en verano. En 2008, Bono, un tipo que suda como si ganara dinero con ello (en sus tiempos de político llevaba un traje de repuesto), ya había reñido a Sebastián por acudir a una sesión extraordinaria sin corbata. Sebastián aseguraba que la temperatura del Congreso era muy baja y que se conseguiría un 7% de ahorro energético por cada grado que se subiera el termostato. José Ramón Beloki, de EAJ-PNV, había preguntado al ministro Sebastián cuál era la relación entre la corbata y la eficiencia energética. Y Sebastián recordó que la idea era del Gobierno conservador de Japón en 2005. Como se había estudiado la lección, también sacó el ejemplo de Portugal y acabó preguntando qué había de civilizado en pasar frío en verano y calor en invierno. Y otra cosa: "¿A quién le molesta lo de la corbata más allá de a las eléctricas?". Bono ahora tendría que ver hasta kufiyyas tendidas en los escaños.
Por lo visto, a Andrew M. Cuomo le gusta dar los mítines en recintos cerrados a bajas temperaturas y que el ambiente se caliente con los cuerpos. A Joan Crawford también le gustaba la baja temperatura durante los rodajes, pero tenía sus razones. Cuando hacía Mujeres frente al amor (1959) tenía 55 años y mantenía el plató helado. Seis grados por debajo de lo normal. Casi la temperatura a la que se conservaban las pepsis que tenía en neveras para el reparto y el equipo. Ella bebía vodka. Diane Baker recordaba que alguien averiguó la razón de tanto frío: era para mantener el maquillaje de la Crawford entre todas esas "zorras jóvenes", como llamaba a Baker, a Suzy Parker y a las otras. Cynthia Nixon tiene 52 años pero ni la premenopausia ni la menopausia soportan los fríos. Aunque una mujer tenga su propio cambio climático a lo Virginia Woolf, no necesita esa temperatura. Si acaso un abanico.