¿Qué fue de Miguel Ángel Valero, el 'Piraña' de 'Verano Azul?
Aquel Piraña de la popular serie Verano Azul se ha convertido en un ingeniero telemático.
¿Quién no recuerda la serie televisiva Verano Azul? No sólo por su calidad, sino porque fue emitida varias temporadas, a partir de su estreno en 1981. Un éxito de su director y guionista, Antonio Mercero, fallecido hace pocos meses envuelto en las nubes del "mal de Alzheimer" sin saber ya que hizo felices a tantos niños como adultos. Historias familiares llenas de buenhumor y ternura que se rodaron en la localidad malagueña de Nerja. Javi, interpretado por Juan José Artero, es el único que ha seguido la carrera de actor, con destacados trabajos en otras series de televisión y comedias teatrales. En cambio la vida fue más dura para José Luis Fernández, "Pancho", que de efímero cantante pop se vio envuelto en un atraco, que lo llevó a la cárcel, enganchado a las drogas de las que finalmente pudo librarse. Pilar Torres, Bea, es enfermera. Desi, Cristina Torres, también trabaja en un hospital, después de algunas breves apariciones en la pantalla. Gerardo Garrido, Quique, prosiguió los pasos familiares en el teatro para dedicarse después a la fotografía.
Hemos dejado para el final, por encontrar su caso más singular, a Miguel Ángel Valero, Piraña en Verano Azul quien junto a Miguel Joven, Tito, formó un dúo musical, Los Pirañas, que popularizaron la canción "Comer, comer". Miguel se radicó en Nerja, donde es reconocido por muchos turistas nacionales, para los que organiza "tours", que es de lo que vive. Su compañero, Miguel Ángel Valero, es en el que centramos hoy estos recuerdos, por la naturaleza de su profesión.
De niño, Miguel Ángel parecía tenerlo claro: quería ser, no bombero como tantos chavales, sino zoólogo, o en su defecto ingeniero electrónico. Su paso por la serie Verano Azul no dejó de ser una anécdota divertida. El rodaje duró cerca de año y medio. Su personaje de "Piraña" era travieso y simpático, a lo que él le ponía un especial acento con su rostro lleno de pecas, gordito su aspecto y una mirada sin duda telegénica. Lo pasó estupendamente en aquel barco varado en tierra llamado "La Dorada", el hogar de "Chanquete", el llorado Antonio Ferrandis, genial y humanísimo actor valenciano. Las distintas reposiciones de la serie le permitieron a Miguel Ángel contemplar sus correrías y las de sus compañeros –toda una gran familia- desde sus diez años hasta rebasar incluso los veinte.
Decidió dedicarse a la ingeniería pero en su faceta médica. Los niños han sido siempre su preocupación, de ahí que comenzara en una unidad de Neonatología. Formó un equipo de compañeros con los que crearon el primer servicio de telemedicina en el hogar: una treintena de pacientes de cardiología, diálisis y Unidad del Dolor podían comunicarse con su médico desde sus domicilios. Posteriormente, como profesor y director de un centro especializado, se ha dedicado siempre con un grupo a sus órdenes al asesoramiento acerca de tecnologías aplicadas sobre todo a mejorar el estado de niños que padecen parálisis y otras discapacidades.
El equipo de Miguel Ángel Valero ha llegado a fabricar, incluso, aparatos que utilizan en esas técnicas avanzadas. Además, diseñan cuartos de baño en concreto que precisan niños enfermos de parálisis cerebral. Dentro de esos inventos que ejercitan se hallan curiosas llaves electrónicas para permitir la apertura con el móvil de una puerta, otro ingenioso artilugio con el que ayudan a enfermos de Párkinson pero, insistimos que como su atención preferente es hacia los pequeños, idearon un pulsador con el que éstos enfermos de parálisis consiguen manipular algunos juguetes. En los últimos meses Miguel Ángel Valero está empeñado en conseguir un vehículo que en pequeños espacios pueda servir para que sus pacientes infantiles puedan trasladarse sin muchas dificultades, partiendo de la autonomía del mismo.
No le ha abandonado la sonrisa a Miguel Ángel Valero, como la que exhibía en su personaje de Manolito el Piraña. Cara bondadosa, ahora cubierta de bigote y barba encanecida, pese a su juventud. Un tipo lleno de sensibilidad que en el fondo no ha dejado de ser niño. Por eso siente hacia los "peques" una inmediata emotividad, máxime si padecen dolores o enfermedades algunas incurables. Lo suyo es una auténtica vocación al servicio de aquellos que las sufren.
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