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Janis Joplin consiguió su propósito de morir joven

El ideario de Janis Joplin era sencillo: sexo, drogas y rock and roll.

Janis Joplin | Cordon Press

Aquel verano de 1968 fue enloquecedor en los Estados Unidos. Todo el año, si se quiere, revisando la historia. Medio siglo se ha cumplido de aquella contracultura que abrazaban jóvenes rebeldes bajo esta consigna: sexo, drogas y rock and roll. Hay una película que reproduce ese título, por cierto. Era la desesperada búsqueda de nuevas sensaciones. Cuando en San Francisco, particularmente, se adocenaban chicos de ambos sexos, hacinados en comunas donde al grito de paz y amor libre no pensaban en nada más, día tras día, envueltos en alcohol y marihuana, o de más potentes drogas. Al cobijo de esas multitudes, que leían a Marcuse, sonaban canciones a ritmo de rock and roll y, sobre todo, blues. Algunos de sus ídolos fueron desapareciendo para siempre, entre ellos la primera mujer que realmente alcanzó la aureola de mito: Janis Joplin, tempranamente muerta porque así lo presintió, y así lo quiso.

Fue Janis Joplin quien consiguió que la gente de su generación abrazara el blues y se distanciara del rock and roll tradicional. Respondía a su carácter rebelde. Nacida a comienzos del año 1943, dejó su hogar a los dieciséis para tratar de ganarse la vida como cantante, con la fuerza de su voz y una salvaje concepción de la vida. Nada agraciada físicamente poseía en cambio un magnetismo singular, una personalidad que podía arrastrar masas, como así sucedió en aquel ya lejano festival de música de Monterrey: una perfecta desconocida para la masa que de la noche a la mañana alcanzaba su consagración como musa de aquella enardecida multitud, electrizada con sus canciones. "Cheap Thrills", su primer álbum, encabezó las listas americanas. El espectacular éxito logrado parecía no conmoverla mucho, pues de pronto desaparecía, escondida en algún garito, a merced del alcohol o del primer "chute" que se inyectaba.

No le importaba mucho irse a dormir con el primero que se encontrara al paso. Se contó que buscaba amar desesperadamente a alguien, sin conseguirlo. Ya sin ese ideal le daba igual practicar sexo con cualquiera, sin despreciar el encuentro casual con alguna mujer también. Descreída ya por un ideal que jamás tuvo, sin un hombre que hubiera podido quererla como ella pensaba debiera ser una relación de pareja, expresó dirigiéndose a las chicas de su generación que ellos, los varones, nunca las harían felices, todo lo contrario, llevándolas al llanto y a la decepción, por mucho que, engañándolas, aseguraran poderlas hacer felices. Es lo que se desprendía de "As Good as you´ve been to this world", uno de sus emblemáticos temas. En general, su existencia estaba marcada por vivir a tope, pues decía que eso era preferible que alcanzar la vejez sentada ante una mesa-camilla, viendo la televisión. Si se enteraba de la aparición de alguna nueva droga no perdía el tiempo hasta consumirla. Las probó todas, "viajó" en busca de todos los imaginables "paraísos artificiales". Y eso, con veintiséis años, la llevaría pronto, al año siguiente, a su completa autodestrucción.

Los críticos musicales la definían como una blanca con voz negra. Ganaba dinero a montones, que naturalmente "quemaba" con sus vicios y excentricidades, como comprarse un "Porsche" último modelo, que chocaba con su personalidad anárquica. Sus canciones, la retrataban. En "Kozmic bLues" venía a expresar que veía pasar el tiempo, sus amigos se marchaban y ella seguía empujando con fuerza hacia no sabía dónde, para llegar al día siguiente a más horas de soledad.

La heroína, potente droga, la alejaban efectivamente de todo razonamiento, sin saber a dónde encaminaba sus pasos. La última vez que actuó en el Madison Square Garden neoyorquino, un año antes de su muerte, compartiendo cartel con los Rolling Stones, mandó a la mismísima mierda al público que embelesado y perplejo la aplaudía como una diosa. Todavía no había estrenado otra de sus mejores canciones, "Me and Bobby McGhee", que sería su consagración póstuma.

En otra de sus más aplaudidas estrofas venía a decir que se aprovechaba de todo cuanto le apetecía, incluidos los hombres, en la creencia de no estar segura de ver el sol al día siguiente. Nadie de su entorno era capaz de frenarla. Sólo conocemos el caso del popular intérprete "country" Kris Kristofferson, que se enamoró de ella. Convivieron mes y medio, tiempo durante el cual Janis dejó de drogarse. Un espejismo. El barbudo y atractivo cantante la dejó por imposible.

La violenta muerte de Jimi Hendrix la afectó mucho. Eran muy amigos. Una excesiva dosis de barbitúricos acabó con la vida de aquel potente intérprete de color que con los "riffs" de su guitarra ponía en trance a cuantos lo escuchaban. Y gritando al conocer que Jimi ya no estaría nunca más, en un arranque de lucidez y de extraño humor negro, a Janis Joplin sólo se le ocurrió decir que su amigo se le había adelantado para irse al más allá, aunque ella no podía morir ese mismo año: dos estrellas rockeras no han de marcharse a la vez.

Janis Joplin | Archivo

Los últimos días de Janis Joplin los aprovechó a su modo y manera. Por un lado dispuso su testamento, mediante el cual dejaba gran parte de su fortuna a sus padres y a sus dos hermanos. También una parte para sus amigos y otra con la que pagar una gran fiesta el día de sus funerales. Muy agitada, estaba dispuesta a casarse con un joven llamado Seth Morgan, también rebelde personaje que aunque descendiente de una adinerada familia, no daba un palo al agua en su calidad de "punk", y era ella quien corría con todos los gastos de sus juergas y vicios. Inició Janis los trámites del casamiento, en tanto no paraba de inyectarse la más pura heroína que le distribuía su más cercano proveedor.

La boda no llegó a celebrarse. Se descubrió el cadáver de Janis Joplin casi un día más tarde en el hotel que ocupaba. Corría el mes de octubre de 1970. Las cenizas de la cantante fueron arrojadas desde una avioneta sobre las aguas de la costa californiana. Contaba sólo veintisiete años. Nadie, en su estilo, ha cantado nunca a la vida tan desgarradoramente como ella.

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