La vida de la actriz Margot Kidder, que ha muerto este lunes a los sesenta y nueve años, tiene ingredientes como si pertenecieran a una película de terror y aventuras. Pudo haber disfrutado plenamente de la notoriedad que adquirió por la primera cinta de una saga basada en un popular cómic de los años 40, Superman. Y sin embargo, ni el dinero que ganó, las críticas recibidas o sus otros trabajos tanto en la pequeña como en la gran pantalla contribuyeron a superar su infelicidad. Tampoco el amor le fue favorable, pese a sus tres matrimonios. Una serie de desgracias relativas a sus problemas mentales acabaron por ser un suplicio constante en su existencia. Fue encontrada muerta en su casa de Livingston, estado norteamericano de Montana, dicen que durmiendo. No se ha determinado el por qué de su fallecimiento. Pero conociendo su triste y desgraciado pasado, con repetidas ocasiones en las que quiso quitarse la vida, no es difícil que surjan dudas sobre si el óbito se produjo por causas naturales o tal vez ella consiguió el fin que otras veces perseguía.
Nacida en un pueblo canadiense, aunque hace años lograra la nacionalidad norteamericana, Margareth Ruth Kidder ya evidenció desde niña un par de cosas: su deseo de ser algún día una actriz conocida… y unos reflejos en su carácter, que en un principio nadie pudo o quiso asociar a lo que ya en su madurez quedó debidamente probado: sufría un trastorno bipolar, la enfermedad que tanto le hizo sufrir. Podría invocarse como posible razón de su comportamiento durante la infancia y desde luego la adolescencia el hecho de que su padre decidiera cambiar de residencia a menudo, lo que además de que pudiera extrañar un hogar permanente le acarreaba frecuentes cambios de colegio: once veces en doce años. Pero nadie de su familia reparó en esas consecuencias. Margot, que eligió ese apelativo para su carrera artística, dejó su país de nacimiento y tras un aprendizaje largo y arduo llegó a Hollywood a finales de los años 60, con el inicio de sus primeras intervenciones en series de televisión y pequeños papeles cinematográficos. Tuvo amistades con personajes tan significados como Martin Scorsese, Steven Spielberg, Brian de Palma… Con este último incluso vivió un corto romance, surgido cuando trabajaba a sus órdenes: la película Hermanas, fechada en 1972. Su vida personal cambiaría tres años más tarde cuando se enamoró del novelista Thomas McGuane, con quien tendría una hija, Maggie, que la había convertido hace unos años en abuela de dos nietos. Aquel matrimonio le duró poco, apenas un par de años.
Aún le faltaba a Margot Kidder lo que tanto tiempo llevaba soñando: codearse con los grandes de la Meca del Cine, ser protagonista de un filme taquillero. Lo consiguió en 1978 con la primera de las aventuras de Superman, aquel personaje de cómic que leían millones de norteamericanos en la década de los 40, que se convirtió primeramente en una cinta de dibujos animados. Superman se exhibió en todo el mundo y Margot pasó a ser admirada por su interpretación de la joven periodista Lois Lane, del Daily Planet, el periódico en el que trabajaba un alto, atractivo y tímido Clark Kent, con sus gafas de concha, por el que ella suspiraba. Aquel que luego se transformaba en un audaz defensor del bien, con el don nunca permitido a los humanos de poder volar, como un hombre-pájaro. Estas aventuras tuvieron luego su continuación, la de una saga cinematográfica ya con difusión distinta, numeradas del II al IV, episodios dirigidos por Richard Donner, Richard Lester y finalmente por Sidney J. Furie ya con menos interés para los espectadores.
Nunca más volvería Margot Kidder a gozar de un éxito similar al de Supermán. Ni a mantener un equilibrio sentimental, porque en 1979 conoció al actor John Heard, se casaron de la noche a la mañana y a los seis días se dijeron adiós. No creo ni que disfrutaran de la luna de miel. Tampoco le duró mucho su tercer y definitivo matrimonio con el realizador de origen francés Philippe de Broca, un año a partir de 1979. Si tuvo después más amores, serían también momentáneos y no constan en cuanto hemos investigado con celeridad sobre esta mujer, a la que ya en 1996 se le detectó, sin ningún género de dudas, la enfermedad que poco a poco iba invadiendo su mente.
Un día cualquiera del mentado año Margot desapareció de su domicilio y por espacio de tres días permanecería desaparecida. La policía acabó por encontrarla en el jardín de su casa de Glendale, California, tendida en el suelo, con la ropa destrozada, los cabellos mal cortados como por una navaja, y con el rostro descompuesto, mirando al infinito, en actitud asustada, gritando de pronto que la perseguían, sin determinar quién. Atendida por los servicios médicos no se le detectó que hubiera consumido droga alguna. Pasó a ser reconocida por especialistas en psiquiatría quienes observaron su pertinaz queja de que la seguían, tratando de matarla. Y ya apuntaba que quien eso deseaba era su marido. Llevaba ya doce años divorciada de su último esposo. Aquella amnesia que le había sobrevenido no era casual. Insistimos en que por fin detectaron su trastorno bipolar.
A partir de aquel 1996 Margot Kidder atravesó por muy duros momentos. A causa de su enfermedad mental dejó de trabajar y perdió su casa, se quedó sin hogar. Lo que sí hizo fue convertirse en una defensora a ultranza de cuantos se encontraban en su misma situación. Ello significó que su nombre aparecía de vez en cuando en los medios de comunicación. Se le detectaron etapas en la que deseaba morirse, intentando quitarse la vida, sujeta a tratamientos médicos. Poco a poco fue solucionando aquellos males, rehacer su carrera de actriz y hasta se atrevió en 2002 a subirse a un escenario de Broadway, donde intervino en un plantel femenino representando Monólogos de la vagina. Aquel año estuvo a punto de matarse en un accidente gravísimo de coche, por el que sufrió rotura de pelvis.
La contrataron para una serie de televisión, de nuevo sobre el Hombre de Acero, Smalville, que estuvo programada desde 2001 a 2011. Allí coincidió por última vez y puntualmente con quien había sido su amor en la pantalla, Christopher Reeve, el Clark Kent de la historia, el Supermán héroe, quien había tenido tan mala fortuna que montando a caballo sufrió una caída que le supuso quedarse tetrapléjico, en silla de ruedas, a partir de 1995. Se fue de este mundo sin haber recobrado sus movimientos el 10 de octubre de 2004, a los cincuenta y dos años. Con él se empezó a decir que esa película parecía maldita, recordándose que ya en los años 60 había muerto por problemas circulatorios Bud Collyer, el actor que prestó su voz al filme de dibujos animados de veinte años atrás, como el primer "Supermán". Pero es que en 1959 encontraron muerto a otro actor, George Reeves (de parecido apellido a Christopher, por cierto), que dio vida a "Supermán" en su versión televisiva de esa década. Le dispararon en la cabeza, se dijo que fue un suicidio, hasta que las investigaciones dieron por resultado que era el amante de uno de los jefes de la Metro Goldwyn Mayer. Así es que, sumando a los fallecidos, incluida Margot Kidder cuatro son las víctimas de esa supuesta maldición.
Pero, continuando con la desgraciada existencia de esta mujer, supimos que hace ocho años se negó a continuar el tratamiento psiquiátrico que consistía fundamentalmente en seguir tomando litio. Y ocurrió que en 2011 sería arrestada en las inmediaciones de la Casa Blanca por protestar contra la construcción de un oleoducto desde Alberta a Texas. Continuó trabajando, entre recaídas y vuelta a empezar. Le concedieron un premio Emmy en 2015 por su trabajo de presentadora en un programa infantil. Mas en los últimos tiempos, quizás en uno de esos momentos de absoluto sentido de la realidad, mientras preparaba un trabajo acerca de su enfermedad, dijo lo siguiente: "Es muy difícil convencer a un maníaco. No tienes ganas de dormir y te pasas todas las horas pensando, sin saber qué".
Triste final para aquella guapa joven colega nuestra, Lois Lane, que nos hizo hace cuarenta años mirar al cielo mientras volaba Supermán, su gran amor, que ella había sublimado en el alter ego, el tímido Clark Kent representado por el asimismo infeliz Christopher Reeve.