Celebra Manolo Santana este 10 de mayo sus ochenta años en pleno campeonato de tenis Mutua Madrid Open, del que fue director durante diez temporadas. Ha superado los últimos alifafes que alarmaron a sus amigos y admiradores: fue operado de una hernia inguinal, pero en seguida se incorporó a sus actividades deportivas, como dueño y profesor de un complejo en la Costa del Sol. Quien está considerado como el impulsor del tenis en España, cuando en los lejanos años 60 sólo una minoría lo practicaba y eran escasas las instalaciones para practicar tal deporte, lleva vinculado a él seis largas décadas. Un ídolo en esa faceta, que le ha permitido vivir holgadamente, conocer infinidad de países y personajes de relieve, sin contar sus amores y amoríos, propios de un hombre admirado por las mujeres. A él se han acercado y no precisamente por su físico, no siendo un Adonis, sino por su leyenda de campeón.
Conviene recordarles que Manuel Santana Martínez procede de una humilde familia, cuyo progenitor trabajaba en la Compañía Municipal de Transportes y falleció antes de cumplir cincuenta años, dejando viuda y cuatro hijos en una difícil situación económica. Cuando ya estaba muy avanzada la enfermedad de su padre se colocó de recogepelotas en las pistas del club de tenis Velázquez, ya desaparecido, en lo que es actualmente edificio de la compañía Iberia. Poco ganaba con aquella actividad, apenas unas propinas. Por su buen carácter, serio, humilde, el matrimonio Romero Girón se interesó por Manolo, brindándole la oportunidad de estudiar gratuitamente. Y no sólo eso: cuando él cumplió los diecisiete años sus benefactores, tras el consiguiente permiso familiar, lo medio adoptaron, llevándoselo a vivir con ellos a su domicilio, sito en la calle de Goya, número 18. No acabó ahí la ayuda, pues le encontraron varios entrenadores para hacer de él una figura del tenis, como así fue. Con el transcurso del tiempo, Manuel Santana ganaría el prestigioso campeonato de Wimbledon, año 1966 y después el Roland Garrós y otros trofeos importantes. Queda dicho que cuando el tenis en España era un deporte más que minoritario este madrileño modesto y sencillo se convirtió en un maestro indiscutible. Participaba en esos torneos internacionales y miles de telespectadores seguían de madrugada y en pijama los avatares de su juego. No hay ni un compatriota, pensamos, que no haya oído hablar de él siquiera alguna vez.
En el año 1962, cuando ya iba siendo conociendo en las canchas fuera de España contrajo matrimonio con una dulce gallega, María Fernanda González-Dopeso, con quien tuvo tres hijos: Manuel, Beatriz y Borja. Dieciocho años duró aquella unión, hasta que se divorciaron en 1980, aunque ya hacía tiempo que sus vidas llevaban destinos separados. María Fernanda, con quien compartí un delicioso almuerzo en el pazo de su familia en La Coruña, siempre fue muy hogareña y se mantuvo a la sombra de su marido. Pero éste fue cambiando de carácter conforme iba sumando éxitos con su raqueta. Las mujeres lo asediaban y él… se dejaba llevar por los vericuetos de la fama. De cuantas mujeres conquistó después, una le cautivó hasta convertirla primero en su amante y después en su segunda esposa: Mila Ximénez, quien por cierto llegó a llevarse muy bien con María Fernanda.
Catorce años más joven que él, Mila Ximénez Cisneros nació en Sevilla en 1952. Tuvo a los dieciséis años su primer amor, que constituyó no sólo su primera experiencia , sino luego también un rotundo fracaso. Roberto, era un médico casado. Iba con su pareja el día en que se cruzó con Manolo Santana. Flechazo al canto. Viajaron a Nueva York, se acostaron, fueron amantes una larga temporada hasta casarse en 1983 con un padrino de excepción: el presidente de Gobierno Adolfo Suárez. Mila conoció al lado de Manuel Santana a los más renombrados personajes de la "jet set", cuando tenían casa en Marbella y las noches se hacían larguísimas con cenas y juergas continuas. Una feria de vanidades que marcaría para siempre el futuro de Mila, desde hace años convertida en una tertuliana televisiva donde no deja vivo a títere alguno con sus cáusticos comentarios. Dos personalidades tan diferentes como la de Manolo, muy conservador, y una bastante rebelde Mila Ximénez, dieron al traste con el matrimonio, que duró tres años, hasta 1986. La hija de ambos, Alba, les unió mucho al principio. Después, Mila decidió que Alba se fuera a vivir con su padre, cuando se dio cuenta de que con ella, dadas sus penurias, le iba a ir peor.
Si Mila sufrió tras la ruptura, Manolo también acusó el golpe, pero con sus continuos viajes y campeonatos pudo sobrellevar mejor la ausencia de una mujer a su lado. No le faltaron admiradoras, desde luego, con las que compartir unas horas de intimidad, pero sin comprometerse. Le cambió de nuevo la vida al gran tenista conocer a una modelo llamada Otti Granzielus, que le sacaba una cabeza de estatura. Con esta atractiva sueca Manolo Santana vivió en Marbella otro sueño de amor desde 1990 hasta 2008, casados civilmente. Diríase que con el tráfago de su vida, su constante ir y venir por los aeropuertos y su dedicación intensa a su club de tenis en la Costa del Sol, Manolo Santana fue olvidándose poco a poco de sus deberes conyugales y Otti, con cuyo nombre festivalero le gastaban alguna broma al campeón, fue siendo relegada en fiestas y reuniones hasta acabar siendo un estorbo en su convivencia. Cierto es que procuraron no dar escándalo alguno y como en las anteriores ocasiones, terminar la relación de buena manera.
Pasó un tiempo en el que Manolo, siempre rodeado de amigos, parecía ya escarmentado por sus tres matrimonios a cuestas y tres fracasos en su biografía sentimental. Pero en 2013 cayó rendido ante los encantos de la colombiana Claudia Inés Rodríguez. Buscaron un sitio especial para casarse y terminaron eligiendo Wimbledon como la cita singular de sus esponsales. Una ciudad que siempre le ha traído al tenista muy agradables recuerdos. Sede de una competición internacional, que puede considerarse quizás la primera del mundo en su especialidad.
Hay quienes en el círculo íntimo y dorado de los Santana sostiene que esta cuarta esposa de Manolo Santana es más posesiva que las anteriores, lo mantiene a raya, y casi secuestrado. El caso es que ya son cinco años los que han transcurrido desde su boda y el gran tenista, dada su edad, no creemos vuelva a frivolizar con su estado civil.
Estos días del Open Mutua Madrid en la Caja Mágica hemos visto a Manolo Santana con una cazadora azul en cuyo reverso, sobre la espalda, figura inscrita esta palabra: "Legend". Siempre ha presumido que si el tenis hoy goza en España de un reconocimiento internacional, con Nadal como buen ejemplo de ello, es gracias a que él fue un pionero, un campeón que se esforzó por divulgar este deporte al máximo de sus posibilidades. Lleva razón. Porque transcurrido más de medio siglo, es una auténtica leyenda. Y sin perder nunca la brújula de su sencillez, al margen de otra de sus características: la de ser un incorregible seductor. Le pierden las mujeres…