Carmen Cervera, baronesa Thyssen, celebra este lunes, 23 de abril su septuagésimo quinto aniversario. Tiene una vida que podría calificarse "de novela", con altibajos económicos y sentimentales. Un rosario de amores, no todos muy conocidos, salpican su biografía íntima.
María del Carmen Soledad Cervera y Fernández de la Guerra no nació precisamente en un hogar aristocrático, aunque después se haya codeado entre reyes y personajes del llamado Gotha europeo. Su padre, catalán, Enrique Cervera, se ganaba la vida con un taller de motos sito en la calle de Balmes, de Barcelona, en tanto la madre, madrileña, era la típica ama de casa. Tuvieron tres hijos, un varón y dos niñas. Una de éstas murió. Tita, que es como llamaban familiarmente a la otra, gozó siempre de los mimos maternos. Cuando contaba cinco años sus padres se separaron. Pese a ciertas penurias, doña María del Carmen se esforzó en que la niña fuera a buenos colegios, no siendo desde luego una alumna muy aplicada, aunque aprendió fundamentalmente sus primeras lecciones de inglés y francés, que algunas puertas le abrirían de joven. Aun adolescente hizo un viaje con un grupo escolar de danzas, bailando flamenco ante la mismísima Isabel II, anécdota poco conocida de Tita. Fue Miss España en 1961. Después, modelo de fotografía, anunciando una marca de relojes. Su madre procuraba a todas horas recomendarle que buscara un hombre con quien no tuviera problemas económicos a la hora de irse a vivir con él. Cierto acaudalado argentino relacionado con el Presidente Perón, casado y con tres hijos, "le tiró los tejos". Y Tita creó encontrar en aquel caballero la solución para superar las necesidades de su rota familia. Y miren por dónde, en un viaje aéreo hacia Ginebra, acompañada de mamá, para encontrarse con el millonario argentino dio en fijarse en un guapísimo pasajero, que resultó ser Lex Barker, el penúltimo Tarzán del cine. Doña Mari Carmen la alertó para que se acercara y le pidiera un autógrafo. Fue el principio de una posterior relación que acabó en boda en 1962. Olvidado el argentino y de paso también el hijo primogénito de éste, con el que Tita jugueteó amorosamente asimismo vivió en Los Ángeles largas temporadas, pero los últimos tiempos junto a Lex Barker ya fueron fríos, sin la pasión inicial. Y eso que el galán se esforzó en amarla mañana, tarde y madrugada, hasta causarle a ella incluso hartazgo. Ni los frecuentes y caros regalos del actor a Tita lograron salvar a la pareja. Ella quería ser actriz de cine, conoció a las grandes estrellas de Hollywood, mas Barker recordaba haber estado casado con la caprichosa Lana Turner y no deseaba una segunda versión con Tita. Un infarto acabó con la vida del galán. No hizo ya falta esperar al divorcio. Tita incineró a su marido cuyas cenizas las arrojó en los alrededores de Mas Mañana, el chalé de San Felíu de Guíxols que éste le había regalado.
Tita Cervera había conocido a otros hombres: el todopoderoso Kirk Kerkorian, dueño de la Metro-Goldwyn-Mayer, con quien vivió en su mansión una temporada. También hizo amistad íntima con el joyero Fred Jorovitch, del brazo del cuál se marchó a dar la vuelta al mundo tras intimar en Montecarlo, cuando aún estaba casada con Lex Barker. Quien también la acompañaba, gozando de su compañía, era Antonio Parés, un simpático relaciones públicas que dirigía con buen tino el hotel Ritz de Barcelona. Para más emociones, entre algunas otras, Tita Cervera cayó en el redil de Espartaco Santoni, galán de cine, productor con dinero que sacaba de las piedras… o de alguna vieja dama, e indiscutiblemente un seductor que no cejaba hasta conseguir sus presas. Con Tita la cosa duró un año, casados en el despacho en Nueva York de un juez amigo de ella. Luego se descubrió que Espartaco Santoni era bígamo: estaba todavía casado civilmente con la actriz mexicana Tere Velázquez. Hasta que invalidó aquella unión, Tita sufrió lo que no está en los escritos. Santoni, acusado entre otros delitos de estafa acabó con sus huesos en la madrileña cárcel de Carabanchel, de donde pudo al fin sacarlo ella tras conseguir algo más de un millón de pesetas, lo que posibilitó su libertad momentánea. La pareja vivía en un apartamento de la calle de Argensola, en pleno centro de Madrid. Los acreedores de Espartaco consiguieron que un juez ordenara que todos los bienes del piso fueran embargados. Por ley, sólo les habían dejado una cama, una mesa y una silla. Recuerdo perfectamente haber visitado el lugar ante una desolada Tita Cervera y su madre, diciéndole: "Ya te lo decía yo. ¡Te casaste con quien no debías!". Siempre mirando para sí, aquella buena mujer. Otro de los amores, siquiera ocasional, fue el que mantuvo con el ginecólogo Adolfo Abril, en esa época casado con Mariví Dominguín, prima del torero. Ésta los sorprendió encamados y a Tita, sin inmutarse mucho, ante la llegada de la esposa de su amante no se le ocurrió decir otra cosa que ésta: "Tita ¿cómo se encuentra tu querida madre?"
De algo tenía que vivir Tita Cervera. Y entonces rodó unas infames comedietas. En una de esas películas apareció totalmente en pelota picada. Con poco dinero, y esperando mejor porvenir, conoció a un atractivo publicista cántabro llamado Manolo Segura. Un día, Tita apareció con visibles muestras de su embarazo. Rehusó decir quién era el padre. Su amiga la actriz Paula Pattier, le hizo un reportaje mientras se bañaba desnuda de cintura para arriba en una piscina, fotografías que acabaron en la mesa del director de Interviú. Tita cogió un cabreo de quita y no te menees, pues siempre insistió en que ella no autorizó que esas imágenes fueran publicadas. El bebé que esperaba nació el 24 de julio de 1980. En aquel mismo verano, una Tita Cervera resplandeciente acudió invitada a un crucero por aguas de Cerdeña, donde fijó sus ojos en el multimillonario barón Heinrich Thyssen-Bornemisza, dueño de una inmensa fortuna, parte de la cual fue esquilmada por sus cuatro esposas. Tita sería la quinta. Lo conquistó desde las primeras de cambio. Casados en 1985 estuvieron juntos hasta que Heini, como lo llamaban familiarmente, falleció del corazón en 2002. Nuestra compatriota lo hizo muy feliz. De él consiguió cariño, estima, grandes relaciones con personajes importantes de todo el mundo… y el reconocimiento como hijo de Francisco de Borja, el niño que había tenido Tita de sus relaciones con Manuel Segura. Con pasaporte suizo por aquel matrimonio, aun ya viuda, Tita Thyssen supo ayudar a su marido en su pasión por su extensa colección pictórica. Y hoy ella dirige sus museos, de Madrid, Málaga y Andorra. En este último Principado fijó hace tiempo su residencia, por cuestiones puramente fiscales. Prevé inaugurar pronto otro museo en San Felíu de Guíxols.
En cuestiones sentimentales, Tita Thyssen acabaría firmando la pipa de la paz con su hijo, casado con Blanca María Cuesta en 2007, que la convirtieron en agraciada abuela de cuatro nietos. Y ella misma adoptó a dos mellizas nacidas en 2007 bajo el método de un vientre de alquiler mediante fecundación in vitro. La vida amorosa de Tita desde que falleció el barón, fue siempre discreta. Se rumoreó su relación con su preparador físico, descartándose que sus reencuentros con Manolo Segura tuvieran que ver con los ardores del pasado. Él tenía ya esposa. En fechas recientes, la baronesa manifestaba en las páginas de Marie Claire hallarse ya jubilada del amor a estas alturas de su vida: "No tengo ilusión para enamorarme, no está en mi mente ni en mi corazón, ahora no pienso en ello y sólo en los recuerdos". Apasionantes todos ellos, sin duda.