Veinticinco años han transcurrido de la muerte de Mario Moreno, Cantinflas, acaecida en Ciudad de México el 20 de abril de 1993. Estaba considerado el más grande de los cómicos de habla hispana. Sus películas se exhibieron en todo el mundo. Con argumentos sencillos, predominando siempre al final el triunfo del amor limpio, el reconocimiento de la justicia de seres desvalidos, la fábula de que los malos tienen siempre su castigo. Y el héroe resultaba ser en cada filme el peladito, un tipo mal vestido, con una raída camiseta, los pantalones grandes que se le caían al andar torpemente, y un arrugado sombrero con el que saludaba al cruzarse con alguna dama. Ese era Cantinflas, un personaje que creó allá por los años 30 del pasado siglo cuando se ganaba míseramente la vida en las carpas circenses. Su manera de hablar atropellada le surgió el día de su debut, al no recordar cuanto tenía que decir. Y como el público se divirtió mucho fue repitiendo aquella salida extemporánea, que iría poco a poco trufando de frases ininteligibles. Anunciado ya con el apodo de Cantinflas. Mote que se inventó de tanto visitar cantinas con el afán de poder inflarse algún día de tortillas y chiles. De ambos términos tomó su sobrenombre: Can, de cantina, y tinflas, de inflar.
Tuvo en esos comienzos de su carrera cómica sus primeros "flirteos". Su compañera en varios espectáculos, la cantante Ana María González, aquella que popularizara el chotis "Madrid" de Agustín Lara, me confió que Mario Moreno quiso conquistarla… pero ella no se dejó. Se cuenta que tuvo una novia, en aquellos escarceos artísticos, llamada Esther Garcilita Olmedo. Mas cuando lo contrataron para la Carpa-Teatro Valentina se enamoró de la hija del dueño, de ascendencia rusa, llamada Valentina Zubareff Ivanova. La boda fue celebrada en 1934. Querían tener un niño y al no serles posible, dado que el esposo era estéril, adoptaron un bebé rubio, al que bautizaron con el doble nombre de Mario Arturo. Cantinflas siempre lo presentaba, orgulloso, como su hijo, su heredero. Lo que nunca confesó fue una historia que escandalizó a sus compatriotas cuando empezó a divulgarse. Resulta que Mario Moreno había conocido a una turista norteamericana, con la que inició una rápida relación. Ella era madre de un niño de pocos meses. La convenció para que "le vendiera" el pequeño a cambio de diez mil dólares. Como es lógico, aquella mujer llamada Marion Roberts renunciaba a cualquier reclamación. El cómico, con ayuda imaginamos de algún amigo abogado, no encontró dificultades para registrarlo con su apellido y el de su esposa, desde luego en calidad de adoptado. Arrepentida de su acción, la tal Marion Roberts acabó en una clínica mexicana, deprimida, al borde de una locura y dicen que enferma de cáncer. Un mal día se suicidó, recordando entre lágrimas a su bebé.Tardarían muchos años en desvelarse aquel secreto tan celosamente guardado por Cantinflas.
Valentina, a la que Mario llamaba familiarmente Valita, quiso a Mario Arturo como a un hijo propio. Murió en 1960. El joven parece ser que se enteró, ya tarde, de los antecedentes de su nacimiento, al menos en lo concerniente a ser adoptado. Ya empezaba a ser un chico rebelde, que creaba muchos problemas a su padre, quien no sabía qué hacer con él, porque no se decidía por ninguna profesión que ejercer, y lo mantuvo a su lado como si fuera una especie de secretario suyo. Antes de quedarse viudo, Mario Moreno Cantinflas hizo gala de su pasión por las mujeres. En algunas de las entrevistas que le hice me dijo acerca de ellas: "¡qué le voy a decir, que donde hay que agarrar, se agarra!
Con la actriz Miroslava Stern había rodado en 1947 la película ¡A volar, joven! y no tardaron en vivir una fogosa temporada juntos. Ella era de ascendencia checa y debió ser una dama de cuidado, pues también enloqueció por Luis Miguel Dominguín, y cuando éste la dejó por Ava Gardner y luego Lucía Bosé, decidió quitarse la vida. En el año 1953, Carmen Sevilla se desplazó a México para rodar con Pedro Infante la película Gitana tenías que ser. Enterado Mario de la llegada de la estrella andaluza organizó una recepción a la que invitó, entre otras también a Lola Flores. Pero Cantinflas a la que dedicó toda su atención en aquella velada fue a Carmen. Se rindió ante sus encantos y le regaló un estuche conteniendo un valioso brillante. Carmen Sevilla tras quedarse con el obsequio se lo devolvió al día siguiente, pues pensaba que de otro modo podía comprometerse demasiado. Al enterarse Lola, le dijo: "¡Bien tonta que has sido! Si eso para Mario es como si no le importara, a pesar de lo que puede valer, más de un millón de pesetas…" No tomó Cantinflas la devolución como una ofensa. Porfió lo que pudo durante años para ver si la hacía suya… y no lo logró. Cuando murió, Carmen Sevilla dijo: "Entre nosotros hubo siempre un gran problema. Cuando yo estaba soltera él estaba casado y cuando enviudó yo estaba ya con Augusto Algueró". Podíamos decir que, fuera de su matrimonio con la rusa Valentina, la mujer con quien más soñó en tenerla como esposa fue Carmen Sevilla.
Quien ya viudo supo consolar a Mario Moreno fue la actriz de origen iraní Irán Eory, que vivió unos años en Madrid, donde rodó películas muy populares, caso de la versión en color de "La verbena de la Paloma". Convivieron unos años, hasta que se metió por medio el hijo de Mario. Y entonces se separaron. En el entierro de Cantinflas, Irán Eory manifestó: "Siempre lo amé. Significó todo en mi vida. Me dio momentos que no se pueden olvidar y que permanecen en mi corazón".
Concluiremos este repaso sentimental de la vida de Cantinflas contándoles sus peripecias con otra norteamericana, Joyce Jett, que terminarían de mala manera. Ella vivía en los Estados Unidos, donde parece ser representaba algunos de los negocios del cómico. Como amantes duraron veinte años, aunque de manera interrumpida por la distancia. Pensaba Joyce que Mario cumpliría su palabra de casarse con ella, como le había prometido. Lo que pasados los años era evidente que no iba a ocurrir, pues no dejaba de darle largas y largas cuando ella se lo recordaba. Harta de esperar se dirigió a un juzgado de la Corte de estados Unidos y demandó a Mario Moreno Reyes por incumplimiento de matrimonio. Y aquella autoridad judicial de Houston sentenció a favor de su compatriota, penalizando al actor mexicano, tras comprobar con pruebas aportadas por la demandante que era cierto que mantuviera aquella convivencia, con la elevada cifra de veintiséis millones de dólares, algo así entonces como tres mil millones de las antiguas pesetas. Que hubo Cantinflas de satisfacer para evitar mayores problemas, sobre todo una condena a la cárcel. Desde entonces, mohíno, y dolido por el pellizco de su inmensa fortuna que se había llevado aquella amante gringa, tuvo más cuidado en sus siguientes y ya últimas aventuras sexuales. Su hijo le siguió martirizando con su incontrolada vida. Terminaría Mario Arturo, víctima de las drogas, muriendo a los cincuenta y siete años, tras dilapidar buena parte de la herencia paterna.
El nombre de Cantinflas, que con ochenta y un años nos dejó hace ahora un cuarto de siglo, sigue haciéndonos sonreír cuando nos vienen a la memoria sus chispeantes películas. La Real Academia de la Lengua tuvo a bien hace tiempo registrar como voz propia "cantinflear". Que significa hablar sin decir nada en concreto con frases incomprensibles. Posiblemente podría aplicárselo a muchos de los políticos del presente.