
Micaela Flores Amaya, apodada La Chunga por herencia familiar, vivió sus días de gloria en la década de los 60, continuó en los 70 todavía gozando de las rentas del pasado para despedirse de la danza ya en los 80. Aún así, su sobrenombre artístico no dejó de aparecer de vez en cuando en las revistas. Este año cumplirá, allá para septiembre, ochenta años. Repasamos su vida, ahora luchando frente a un cáncer de pulmón que le detectaron en 2011. Toda su energía bailando la mantiene también para superar sus dolores.
La gitanita, descendientes de calés andaluces que emigraron a Francia, nació en 1938 en Marsella, pero al año la llevaron a Barcelona. Eran ocho hermanos que malvivían con sus padres en una chabola de Montjuich. Como no tenían un chavo para comprar calzado, Micaela aprendió a bailar sin zapatos. Y así comenzó a moverse por las callejuelas detrás de las Ramblas, hasta llamar la atención de un empresario de la zona de Escudillers. Un pintor bohemio, Paco Rebés, la descubrió allí, se la llevó un verano a la Costa Brava, presentándola a un personaje singular, Alberto Puig Palau, acaudalado industrial de tejidos que empeñó gran parte de su fortuna en mantener una existencia de "bon vivant". En su mansión veraniega de Palamós reunía a grandes personalidades de la vida social y el arte, a quienes invitaba a suntuosas cenas culminadas con cante y baile. Tal pasión tenía por todo lo andaluz y especialmente lo calé, que se buscó como amante a una bailaora de tronío. Naturalmente acabó por separarse de su legítima, una gran dama del clan Gabarró, tan influyente en la buena sociedad catalana. El caso es que en aquellas reuniones apareció La Chunga, con quince años, deslumbrando a los invitados con su sensual, primitivo y personal sentido del baile flamenco. Puig Palau se la recomendó a la legendaria Pastora Imperio, quien la llevó a sus "tablaos" de Palamós y Madrid, ambos con el mismo nombre de "La Pañoleta". Y La Chunga fue convirtiéndose en una figura de la danza.
La aplaudieron como excepcionales espectadores, Picasso, Salvador Dalí, Jean Cocteau, Alberti, Blas de Otero, León Felipe… Puig Palau y Paco Rebés resultaron ser sus mejores padrinos, pues lograron que se presentara en el Maxim´s de París y el Gran Teatro del Liceo de Barcelona. Su periplo continuó por otras capitales europeas. Y en Nueva York y Las Vegas accedió a importantes salas gracias a Ava Gardner, que se había entusiasmado con ella en el lujoso chalé de Puig Palau, como también la recomendó para que bailara en dos películas. Y no se quedó más tiempo en Hollywood porque le propusieron desnudarse ante las cámaras y ella, como buena gitana, dijo que nones. Ed Sullivan, el más seguido presentador de la televisión norteamericana de costa a costa, no dudó en llevarla a su programa, contemplada por millones de televidentes. El tal Puig Palau, digamos de paso, fue un mecenas para otros artistas, como Joan Manuel Serrat, quien agradecido le dedicó una de sus canciones: "Tío Alberto".
Prima de Carmen Amaya y de Dolores, la hija que "El Pescaílla" tuvo antes de casarse con Lola Flores, "La Chunga" se casó con un atractivo joven de la burguesía aragonesa, el zaragozano José Luis Gonzalvo, que hizo sus pinitos de cine como documentalista, con buenas críticas y luego ya disfrutó de menor crédito con algunos largometrajes, uno de los cuáles teniendo como protagonista a su esposa. Ella no cejaba de contar lo feliz que era cuando la entrevistaban para París-Match y otras destacadas publicaciones. Pero aquel amor se rompió, sin saberse por qué. Habían tenido tres hijos: Pilar, Luichi y Curro. Ellos decidieron con quien quedarse: la niña, junto a su madre, en Madrid, que hace años se estrenó como reportera de prensa gráfica, y los chicos en la capital del Ebro, al lado del padre. La salud de Micaela Flores pasó por malos momentos en los 80 y tuvo que dejar el baile, aunque sentada en una silla de anea aún hoy con sus manos puede sentir su enfebrecida danza. Ha dado lecciones a la Duquesa de Alba, y a más alumnos. Lo peor fue luego el cáncer de pulmón. En los últimos años vive gracias a sus pinturas, de un delicioso estilo "naif". Realizó exposiciones ya en otros tiempos, animada por el antes citado Paco Rebés, que fue su iniciador con los pinceles. Dibujaba gitanitos en una servilleta de papel que luego, por ejemplo, quedaban estampados en seda convertidos en imaginativos pañuelos.
Amores ya en su vida después de su ruptura con José Luis Gonzalvo no llegaron a conocerse, aunque ella se sonríe algo maliciosa y dice que sí que los ha tenido. Rumores hubo al respecto con ciertas amistades. Pero ella, discreta, los guarda para sí. Es una mujer llena de simpatía, con una mirada vivaz y luminosa. Lo triste es que su enfermedad no le permita continuar manteniendo la llama ardiente de aquella danza con la que alumbró a millones de espectadores.