Sevillana por los cuatro costados, Natividad Abascal Romero alcanza los setenta y cinco años sin renunciar a su innata elegancia, a su pasado lleno de "glamour". Cumple esa edad este lunes, 2 de abril. Diríase que pocas mujeres pueden presumir como ella de la prestancia física que luce de acuerdo con el calendario. Claro que para ello, aparte de gozar de una buena salud, ella confiesa seguir severamente un régimen alimenticio y otro concerniente a sus rituales gimnásticos. "No sufro achaques", declara, muy ufana. Aparte, sin duda alguna, están sus operaciones de cirugía facial, sus retoques, la diaria atención a su rostro y el resto de su espectacular anatomía. Y esto, cuesta; en todos los sentidos.
¿De qué vive Nati Abascal, que al tres por dos aparece en las páginas de las revistas del corazón? Sobre todo en ¡Hola! donde lleva colaborando más de un cuarto de siglo en una actividad que profesionalmente no aparece en los anales del periodismo. Digamos que es la mediadora, quien figura como responsable de la coordinación de reportajes de lujo con figuras, por lo común mujeres, que se prestan a posar en varias jornadas luciendo modelos de firma. Nati Abascal, por sus conocimientos de quien fuera "top model" en los lejanos años 60 y parte de los 70, aconseja a la elegida sobre cómo aparecer peinada y vestida, sin olvidarse de los complementos correspondientes. En la mayoría de esos casos cobra también por gestionar esas entrevistas, aunque no las haga ella, pero se sirve de sus relaciones con los personajes de la aristocracia y la vida social. Gracias a lo bien remunerada que está pudo salir adelante cuando se quedó, casi con lo puesto, tras la separación del que fue su segundo marido, el Duque de Feria, en el otoño de 1988.
La vida de Nati Abascal es fascinante. Merecería un libro de muchas páginas, que seguro le han propuesto escribir –o contar a un amanuense, o "negro"- aunque ella prefiera silenciar para sí todas sus aventuras. De aquel Nueva York donde aterrizó en 1964, con veintiún años, de la mano del modista Elio Berhanyer, cuyas creaciones exhibió en la Feria Mundial de la capital de los rascacielos. La prensa se hizo eco de su belleza y elegancia. Y en unos años apareció en las mejores revistas de moda y hasta aceptó salir en pelota picada en las páginas de Playboy. Se la disputarían los grandes de la Alta Costura, desde Saint-Laurent hasta sus amigos Oscar de la Renta y Valentino. Con este último sigue manteniendo una relación continuada. Sabido es que Woody Allen la incluyó en alguna breve secuencia de su película Bananas. Es, condesado, lo que figura en sus biografías. En donde, sin embargo, apenas aparece el dato de su boda con el norteamericano Murray Livings Smith. Un fugaz matrimonio que no le dejó huella, pues nada más regresar a Sevilla reanudó sus relaciones sentimentales con Rafael Medina y Fernández de Córdoba, Duque de Feria, hijo de los duques de Medinaceli, familia considerada de las más rancias de la Grandeza de España, llena de títulos nobiliarios y de un impresionante patrimonio.
Rafael y Nati se conocían prácticamente desde la adolescencia. Fueron amantes. La duquesa de Medinaceli no consentía que su hijo de casara con Nati Abascal, a la que no le avalaba ningún rasgo de sangre azul, pero que por sus andanzas no era del agrado de la familia del novio. Hasta que Rafael impuso su autoridad y sus deseos casándose con la modelo, quien de momento dejó a un lado no sólo esa actividad sino cualquier atisbo frívolo, para no herir las susceptibilidades de los miembros de la Casa de Mednacelii. Dos hijos, altos, atractivos, son el mayor tesoro que siempre ha exhibido con orgullo Nati Abascal: Rafael y Luis. El matrimonio no dio escándalo alguno hasta que en la segunda mitad de los años 80 toda Sevilla estaba al tanto de la disoluta vida del duque. Cuentan que en poco tiempo se pulió buena parte de su fortuna, cien millones de pesetas, en putas y drogas. Era asiduo a los bares de alterne. Terminaría en la cárcel, imputado en su trato con algunas menores de edad, niñas incluso alguna de cinco años a las que fotografiaba desnudas. Para Nati Abascal fue un periodo humillante, de dolor y de vergüenza. Mandó a sus dos hijos a estudiar fuera de España, colegios caros pagados por su suegra, la duquesa. Se separó de Rafael, claro está. Hasta donde fue posible la familia pudo tapar detalles de aquella escandalosa ruptura. El propio Obispado sevillano tomó cartas en el asunto dirigiéndose a la Casa de Medinaceli para que los cónyuges arrepentidos, sobre todo él, fueran más discretos en sus declaraciones a los medios de la prensa rosa, aduciendo que parecía ponerse en duda que sólo los ricos podían solicitar la nulidad de su matrimonio.
Nati Abascal fue despojada de sus títulos, pero siguió ocupándose de la educación de sus hijos. El duque "se hizo el longuis" a la hora de pagar lo pactado en referencia a gastos de manutención de su "ex" y de la prole. Ella contó a ¡Hola! sus desdichas, una vez resuelta legalmente su separación, parece que a cambio de un jugoso talón bancario de varios ceros, seis o siete millones de pesetas. Después, siguió percibiendo más cantidades ya en calidad de colaboradora, como contábamos al principio. Y el duque, tras su paso por la cárcel, acabó muriendo en circunstancias dramáticas. Todo ese largo proceso afectó muchísimo a sus hijos. A día de hoy, Rafael y Luis no han superado del todo, aunque lo disimulen, ese negro pasado. Pero vienen ganándose la vida muy bien gracias a su esfuerzo y talento como empresarios emprendedores. El primogénito, de treinta y nueve años, ha heredado el ducado paterno. Está felizmente casado con Laura Vecino. Luis continúa soltero, dos años menor que su hermano, y apuesto también como éste alarga su soltería, que tras romper con Ana Rodríguez-Araque ya ha encontrado otra guapa sustituta que sumar a su larga biografía sentimental.
Nati Abascal tuvo más de un pretendiente durante sus años neoyorquinos. Amantes ocasionales de los que nunca ha querido dar cuenta, aun admitiendo que sí forman parte de su vida amorosa. Sólo se conocen un par de nombres que, después de su ruptura con el duque de Feria, compartieron cama con ella. Uno Manolo March, miembro de la opulenta familia de banqueros mallorquines. Se rumoreó que los tres días que apasionadamente vivieron en Nueva York los pagó el millonario galán, a cuenta eso sí de la fortuna de los suyos dado su espíritu bohemio y generoso, cuantificados en cinco millones de pesetas. Hotel lujoso, visitas a joyerías y casas de moda, restaurantes de cinco tenedores… El otro amante le duró más, cerca de un año, entre 1988 y 1989, muy conocido pues, negocios aparte fue presidente del Real Madrid: el maduro donjuán de las sienes plateadas Ramón Mendoza, quien no dudó en invitar a Nati Abascal a su yate y pasearla por el Mediterráneo, compartiendo también jornadas de lujo y placer. "A poco me arruina esta mujer, que no hacía nada más que gastar y gastar a mi costa", diría el desengañado amante cuando dio por concluida su aventura galante con la sevillana.
Por el momento, Nati Abascal no ha pensado casarse por tercera vez. Tampoco se le conoce actualmente amante alguno. Pero sigue siendo una mujer admirada que no renuncia a esa manera de exprimir la vida al máximo de sus posibilidades. Que no son, desde luego, las de la mayoría de los mortales.