De vez en cuando nos hemos preguntado qué fue de quienes en un tiempo no demasiado lejano gozaron de gran popularidad en el mundo artístico. Y esta semana esa interrogante la centramos en una cantaora sevillana que tras muchos esfuerzos llegó a darse a conocer en toda España, ganando el Festival de la OTI de 1993, con "Enamorarse". Diez años ha vivido después en silencio, sin poder cantar, aquejada de una grave enfermedad que no le fue detectada al principio. Se llama Ana Reverte y ahora se siente de nuevo feliz al ir poco a poco recobrando los aplausos del pasado.
Fue en Chinchón, provincia de Madrid, cuando una noche, en plena actuación, se quedó como petrificada: sin poder moverse, sin posibilidad de continuar cantando. Y ahí empezó su desdicha. Porque fue de hospital en hospital, de médico en médico. Y no daban con un diagnóstico fiable. Creían que atravesaba un episodio epiléptico. O bien le recetaban fármacos para atacar una supuesta alergia. Pero Ana Reverte seguía mal, entre continuas convulsiones, frecuentes dolores de cabeza. Y una depresión aguda que la impulsó a ir rompiendo con sus familiares y amigos. No quería ver a nadie; no deseaba que la contemplaran delirando, quejándose sin parar. "Perdí las ganas de vivir", recordaba después.
Ana Zamora Martín es la verdadera identidad de la cantante, que eligió para su carrera artística un apellido más eufónico y comercial, Reverte, como aquel torero al que su novia bordara un ya legendario pañuelo. Nació en un pueblecito al sur de Sevilla, Los Corrales. Primogénita de una humilde familia de cinco hermanos, donde con apenas diez años hubo de arrimar el hombro ayudando a su padre en penosas faenas agrícolas, en la siembra, en la recolección. Cantiñeaba ya de jovencilla, y eso la impulsó a buscarse nuevos horizontes: con quince años marchó a Barcelona, meta entonces de muchos emigrantes españoles, aquellos que tanto ayudaron a engrandecer Cataluña y tuvieron que aguantarse cuando, algo despectivamente, comenzaban a llamarlos charnegos, denominación que no ha sido abolida, y menos en estos intranquilos tiempos de sediciosos y cobardes independentistas. Trabajó allí Ana muy duramente, a lo largo de ¡dieciséis horas diarias! Era en una fábrica de hilados. Luego fue supervisora de una fábrica de lejía y otros productos de limpieza. Con el tiempo pudo ahorrar para comprarse un piso modesto en Sabadell. Continuaba con su entusiasta afición al buen cante. Los fines de semana frecuentaba algunas peñas flamencas. Varios de sus amigos y admiradores reunieron veinticinco mil pesetas, dinero con el que pudo sufragarse el coste de su primera grabación discográfica. Le entregaron mil "casettes" y trescientos "singles". Y ahí es donde eligió el apellido Reverte, que dijo ser viejo apodo familiar. Una emisora barcelonesa, Radio-Taxi, dedicada preferentemente a programar música española para los muchos emigrantes, sobre todo andaluces, comenzó a difundir aquellas primeras canciones de Ana Reverte. Quien animaba y dirigía aquella peculiar emisora era Justo Molinero, que con el paso de los años se convirtió en líder con gran influencia entre la comunidad andaluza. El entonces todopoderoso Jordi Pujol, hasta visitaba la Feria de Abril en Badalona o alguna de las grandes ciudades-dormitorio, montada para los emigrantes sureños, donde se reunían doscientos mil posibles seguidores de la entonces Convergencia i Unió. Ana Reverte era toda una figura para aquellas gentes, sus paisanos. Con su menuda constitución física, pero dueña de una voz impresionante, que bordaba muchos palos del flamenco, distinguiéndose con sus personalísimas colombianas.
Pasaron los años. Y en la década de los 80 Ana Reverte ya era un nombre a tener en cuenta en la discografía española. Dejó las tierras catalanas, donde había permanecido quince años, estableciéndose en Sevilla. "Confidencias" fue el álbum que más se divulgó entonces. Y en 1993 vino el corolario de su afortunado triunfo en el Festival de la OTI con "Enamorarse", tema que se aupó en las listas de éxitos. Cantaba Ana Reverte a los amores perdidos, a los que nacen, a los niños desvalidos, a los emigrantes llenos de nostalgia. Sentimientos profundos enunciados con un quejido flamenco también en sus baladas.
Y pasados los primeros años del nuevo siglo XXI es cuando le vino a Ana Reverte ese mal que a punto estuvo de arruinar su carrera y sobre todo su vida. Diez años es mucho tiempo de silencio para una voz. El público olvida, sustituye a sus ídolos. Ana Reverte no iba a ser una excepción. Pero, al fin, un doctor de la Seguridad Social, después de haber invertido Ana gran parte de sus ahorros, mucho dinero visitando clínicas privadas, dio con la causa que mortificaba a esta paciente: tenía la carótida derecha obstruida, no le circulaba bien la sangre. Mano de santo cuando probó otros medicamentos tras ese acertado diagnóstico. Y desde entonces, hace no muchos meses, Ana Reverte ha vuelto a sonreir, a recuperar sus viejas amistades. Su más reciente disco es "A solas contigo", donde combina sus mejores canciones de ayer con versiones de éxitos tales como "Si se calla el cantor", de Horacio Guaraní, "Mis manos en tu cintura", de Adamo, "Mi tierra", "Summertime", "Ya se secó el arbolito", "El cant dels ocells"… Siempre, insistimos, con su toque aflamencado, pues por su garganta fluyen los viejos cantes. Actúa sobre todo en rincones del Sur acompañada de una banda compuesta por tres coristas y bailarines, guitarra, violinista, percusión y teclados.
¿Y qué es de su vida íntima? Pues, eso: íntima, de la que no suele hablar. Pero ya nos dio una pista cuando prologó el libro Hijas de Adán, donde su autora, Illy Ness, repasaba una larga lista de lesbianas. Lo que nos importa verdaderamente, amén de respetar sus preferencias sexuales, es saber que Ana Reverte ha vuelto por sus fueros, a cantar por lo derecho. La entrevisté en sus buenos tiempos y me pareció una mujer muy sencilla, trabajadora, dulce y extremadamente sensible y delicada.