La estadounidense Jill Messick, que trabajó como productora y representante de actores en Hollywood, se suicidó hoy a los 50 años, informó su familia. Messick padecía depresión y ésta empeoró al verse envuelta en el escándalo sobre la violación a la actriz Rose McGowan presuntamente cometida por el productor Harvey Weinstein, explicaron sus parientes en un comunicado.
"Ver su nombre en los titulares una y otra vez, como parte del intento de una persona por ganar más atención para su causa (en referencia a McGowan) junto al desesperado intento de Harvey por defenderse, fue devastador para ella", dijeron. Messick, que era mánager de McGowan en 1997 cuando supuestamente tuvo lugar la violación, trabajó como productora en filmes como Frida (2002) o Mean Girls (2004).
En su nota, la familia comienza diciendo que "el Movimiento", en alusión a iniciativas feministas como "Time's Up" (Se acabó el tiempo), "ha perdido a uno de los suyos". "Jill creía en el Movimiento. Apoyaba que cada mujer finalmente pudiera dar un paso al frente para compartir sus oscuras verdades y exponer a aquellos que habían cometido previamente hechos indescriptibles. Era leal. Era fuerte. Jill era muchas cosas, pero no era una mentirosa", escribieron.
A finales de enero, el nombre de Messick llegó a los medios a través de los abogados de Weinstein, que divulgaron un correo electrónico suyo como un intento para echar por tierra las acusaciones de violación por parte de McGowan. En una entrevista reciente con la cadena ABC, la actriz dijo que los representantes eran parte de una estructura de Hollywood que silenció los casos de agresión sexual.
La familia dijo que la fallecida decidió permanecer en silencio ante los comentarios de McGowan, pese a que, según su versión, Messick habló con sus jefes para que tomaran cartas en el asunto tras conocer por parte de la actriz que había tenido lugar un incidente de carácter sexual (no una violación). Por otro lado, también arremetieron contra Weinstein por hacer público un correo electrónico de Messick sin su consentimiento.
Finalmente, los familiares también alertaron a los periodistas sobre su responsabilidad a la hora de informar correctamente sobre estos asuntos. "Jill fue una víctima de nuestra nueva cultura de compartir información sin límites y una disposición a aceptar declaraciones como hechos. La velocidad a la hora de diseminar información ha conducido a falsedades sobre Jill como persona, algo que fue renuente e incapaz de cuestionar", indicaron. "Se convirtió en un daño colateral en una de por sí horrible historia", concluyeron.