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Al Bano, abandonado por su última pareja, se acerca a Romina Power

Loredana Lecciso ha roto su convivencia con Al Bano, que ahora proyecta acercarse a su anterior pareja, Romina Power. 

Loredana Lecciso ha roto su convivencia con Al Bano, que ahora proyecta acercarse a su anterior pareja, Romina Power. 
Al Bano y Romina Power | Cordon Press

Después de dieciocho años de convivencia y de tener dos hijos con Al Bano, la presentadora de televisión Loredana Lecciso, acaba de romper su convivencia nada más iniciarse el nuevo año. Decisión que ha partido de la rubia locutora, quien ha explicado su determinación con estas palabras: "Lo hago por el bien de nuestros hijos". La verdad es que en ello han tenido culpa los celos. Hace ya un par de años que Al Bano había reanudado sus contactos con quien fuera su primera esposa, Romina Power, con quien realizó unas actuaciones en Rusia y luego otras en Italia. Ambos se apresuraron entonces a manifestar que aquel reencuentro era únicamente artístico. Hace pocos meses Romina dijo en una entrevista que seguía amando a Al Bano. Éste, contraatacó respondiéndole que ahora convivía con Loredana, que tenía dos hijos con ella y que no procedía dejarla y retornar a la época en que formaban uno de los matrimonios más unidos del mundillo musical. No obstante algo ha debido de ocurrir últimamente para que Loredana Lecciso haya puesto fin a la convivencia con el cantante de "La mañana" y "Felicidad".

Probablemente nuevas citas furtivas con Romina, intercambio de mensajes, detalles que para una mujer no pasan inadvertidos, y que Loredana ha querido cortar por lo sano diciéndole a Al Bano que hasta aquí habían llegado. Y él, como un corderito, no ha tenido más remedio que dejar ese segundo hogar de su vida. ¿Qué pasará con la amistad que ha seguido manteniendo con Romina? De momento nada han decidido; al menos, públicamente. Pero no sería difícil aventurar que Al Bano y Romina Power se van a dar una segunda oportunidad para retomar sus días felices, cuando eran marido y mujer y disfrutaban del cariño de sus cuatro niños: Ylenia, Cristel, Yan y Romina. A ello ayuda que con Loredana Lecciso sólo le unía esa larga relación, pero sin papeles de por medio: nunca se casaron. Al Bano mantenía la idea de que con una vez –la de Romina– ya era más que suficiente.

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Al Bano se casó muy enamorado de la hija del célebre galán del cine norteamericano Tyrone Power y de la actriz de origen mexicano Lindia Christian. No habían contraído matrimonio aún cuando el cantante me habló una tarde en la cafetería del aeropuerto de Barajas, antes de embarcar hacia Roma, de las dificultades que la madre le ponía para casarse con su hija: "Me echa en cara que yo sea un pobre campesino que no me merezco a Romina". Les juro que cuando me hizo esa confesión, así, tan sincera, sentí inmediatamente una solidaridad con él. En efecto: era hijo de agricultores pero al mismo tiempo ya destacaba por su poderosa voz de tenor dentro de la canción melódica, sin ser aún el popular intérprete de años posteriores. Romina Power impuso su criterio, sellaron su unión ante el altar y con la llegada de su prole potenciaron esa felicidad, que luego fue el título de una de sus melodías más conocidas. Con los años esa convivencia fue deteriorándose mas lo que acabó con el matrimonio fue un inesperado suceso: la desaparición de su primogénita el año 1994, cuando se encontraba de vacaciones en Estados Unidos. Nunca se supo más de ella, con la creencia de que desapareció un día entre las aguas, consecuencia de supuestas malas amistades que mantenía con individuos relacionados con la droga. Los viajes, las investigaciones policiales y otras con detectives privados que contrató Al Bano resultaron inútiles. Ylenia nunca más apareció, ni viva ni muerta. En tanto Al Bano terminó exhausto, sin ganas de cantar, víctima de una comprensible depresión, Romina Power, también dolorida hasta el infinito, cayó en una especie de nirvana espiritual, que no sirvió precisamente para que su matrimonio siguiera adelante enfrentado a una dura realidad. Y se dijeron adiós.

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Por venganza, por soledad, quién sabe las razones, Al Bano encontró en la muy atractiva y jovencísima Loredana Lecciso su nueva compañera, que lució cuanto pudo en sus apariciones públicas. Pero en el fondo, es muy probable que echara de menos su amor de ayer. A pesar de los fantasmas del pasado, Al Bano nunca pensó abandonar a Lorena y mucho menos cuando se vio de nuevo padre a su lado en un par de ocasiones. El recuerdo de Romina ha podido más, según parece y la propia Loredana es quien se ha dado cuenta que ya Al Bano no es aquel que le hacía el amor al principio llenándola de sueños y fantasías.

En adelante, a falta de confirmarse que Al Bano y Romina se reconcilien del todo y decidan empezar de nuevo, como si interpretaran "Beguin the beguine", él ha anunciado que este será el año de su retirada. A la que ha puesto fecha: el 31 de diciembre próximo, recordando que fue la fecha de su debut musical en el teatro del Hilton, en Roma, en el transcurso del Festival de la Rosa en 1966. 1918 será para Al Bano una cita internacional, con actuaciones en España entre otros países, dando fin a su triunfal carrera. También dedicará una temporada a ser jurado en la versión italiana del programa televisivo La Voz. Y en el futuro, Al Bano Carrisi se dedicará en su pueblo natal a ocuparse de sus viñas y la elaboración de sus apreciados vinos.

Aún recuerdo cuando coincidimos en Milán en los estudios de Tele-5, propiedad de Silvio Berlusconi. Al Bano, tan cordial como siempre, me invitó a almorzar al día siguiente junto a Romina. Antes de irnos a un restaurante, quedé citado con ellos en el piso que habían alquilado, pues iban a permanecer unas semanas en la capital del Duomo. Allí me regaló una docena de botellas de su vino (lo que me obligaría a buscarme una maleta a la hora de embarcar en avión) y allí protagonicé una anécdota que no he podido olvidar. Ylenia reclamaba la atención de su padre para que le diera unas liras, y él se negaba. Aprovechando que nos habíamos quedado solos un momento, saqué un billete de mi cartera y se lo entregué a aquella guapísima niña rubia y de ojos claros, que entonces tendría alrededor de diez años. Regresó al salón Al Bano y cariñosamente recriminó mi acción. Llevaba razón. No había que concederle todos los caprichos a su hija, ni en general a los niños. Y el recuerdo de Ylenia me persiguió mucho tiempo cuando supe de su misteriosa y dramática desaparición.

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