Fue hace un par de meses cuando se difundió una imagen de Eugenia Martínez de Irujo, vestida "a lo Marilyn Monroe" con su último novio, Narcís Rebollo, disfrazado de Elvis Presley. Habían acudido a una tienda de Las Vegas especializada en esos ropajes alusivos a mitos del espectáculo y, para completar la carnavalesca escena dieron en simular una boda, como tantas que vemos en el cine. Fue el 17 de noviembre de 2017. Y desde entonces corrió la especie entre sus avisadas amistades y luego en redes sociales y programas y revistas del corazón de que eran marido y mujer. Desde un punto de vista, ellos hacen vida en común, pero si no consta en ningún Registro Civil esos simulacros, ya sean en la capital mundial del juego o en Bali y en tantos exóticos lugares, carecen de validez legal. Al menos, es lo que nuestro Ministerio de Justicia así lo requiere a la hora de documentar una boda. La pareja, según nuestras noticias, mantiene la ilusión de casarse civilmente durante el presente año, en el que, a finales del mismo, Eugenia Martínez de Irujo alcanzará el medio siglo de vida. Que en su vertiente sentimental puede condensarse en lo siguiente: a pesar de su intensa vida amorosa, no ha conseguido hasta la fecha el equilibrio emocional que pretendía; la estabilidad que le ha sido negada, por mucho que haya disfrutado de momentos felices, muy en concreto el nacimiento de su hija Cayetana, el 16 de octubre de 1999, ya convertida en una preciosa mujercita en sus primeros pasos independientes.
¿Puede ser Narcís Rebollo el hombre que la duquesa de Montoro soñaba para lograr esa dicha que le ha venido siendo aciaga? A juzgar por los encuentros de la pareja que se conocen a través de documentos gráficos no hay duda de que están viviendo una prolongada primavera desde que se conocieron hace cerca de un año, dando a conocer su firme relación en el mes de mayo. No es, por esas apariencias, un romance pasajero, como otros protagonizados por la hija menor de la Duquesa de Alba, su añorada madre, a la que echa constantemente de menos. La fallecida aristócrata consideraba que Eugenia era una joven independiente, pasota, con lo que parecía identificarse, pero advertía que no era tan constante y que cambiaba a menudo de ideas y deseos. Se empeñó por ejemplo en abrir una tienda de modas en Sevilla y fracasó. No se le conocen otras actividades profesionales, salvo que en sus últimos tiempos preste su figura y nombre a la firma Tous, a veces como simple relaciones públicas o promoviendo una línea propia de joyas y bisutería, dotada como parece estar para el dibujo y los diseños. Cuando dicha entidad catalana (algo cuestionada últimamente por la presunta relación de la propietaria con alguna institución separatista) convoca a los medios para la presentación de sus nuevas colecciones, es cuando Eugenia Martínez de Irujo acepta hablar un poco de su vida personal, aunque apenas si alude a sus relaciones sentimentales. Siempre fue muy tímida, como pude comprobar en la única ocasión que hablé con ella, tras una corrida en Ronda. Los periodistas no le somos gratos, sobre todo si metemos las narices en su biografía amorosa.
Eugenia Timotea Mencía y María del Rosario Martínez de Irujo Fitz-James Stuart nació en 26 de diciembre de 1968 en la madrileña clínica de la maternidad de Santa Cristina. Dícese que fue la más mimada de la familia de los Alba. Sin estudios universitarios como otros de sus hermanos. Y sin aficiones determinadas, salvo quizás su asistencia a los festejos taurinos. Acaso por reminiscencias maternas cuando la Duquesa de Alba frecuentaba a Pepe Luis Vázquez, su primer novio, y años después a otro diestro sevillano, Manolo González. No en vano Eugenia se ha relacionado íntimamente con tres toreros, aunque su primer amor, contando veinte años, fue Luis González Conde, joven de la burguesía andaluza, con quien mantuvo un noviazgo de dos años. Para entonces, y ya desde que viviera sus primeras galas de mujer en el tradicional baile de debutantes, Eugenia Martínez de Irujo era ya conocida en las páginas de los semanarios del corazón.
El primer torero con el que se la relacionó fue Julito Aparicio (y no Luis, como citan erróneamente varias fuentes) pero el asunto no fue a mayores. Le sucedió en el corazón de Eugenia un estudiante de Empresariales, Sergio Baigorri. Y es en 1993 cuando aparece en su vida, cinco años menor que ella, el ambicioso y seductor primogénito de "Paquirri" y Carmen Ordóñez, Francisco Rivera, al que todavía se le conocía por el apelativo familiar de "Fran". Un par de años duró esa primera relación de ambos, porque él siguió su vida en tanto ella parecía consolarse con otro espada que le hacía "tilín", el más serio y reservado Miguel Báez "Litri", que tras un año de íntima amistad la dejó. Y es en 1997 cuando nuevamente Eugenia y Francisco Rivera se emparejan jurándose amor eterno. Boda por todo lo alto en la Catedral sevillana en octubre de 1998. Al año siguiente, ya lo apuntamos, llegada al mundo de su hija Cayetana. El torero se convirtió en Duque de Montoro consorte. Tarifan y ella se va a vivir al palacio de las Dueñas y él a la finca "La Pizana", que les había regalado la Duquesa de Alba. Los intentos de reconciliación serían inútiles. Eugenia no perdonaba a su marido la infidelidad, aquellos amoríos de los que le llegaban noticias y pruebas gráficas durante las temporadas invernales de toros en Hispanoamérica. Y en 2002 firmaron el divorcio. Con un peaje dramático. Litigaron varios años por la custodia de Cayetana. Hasta la Duquesa de Alba tomó riendas en el asunto afeando a quien quería casi como un hijo, Francisco. La justicia falló a favor de la madre y la niña se quedó a vivir en el Palacio de Liria, y no en Sevilla como pretendía su padre.
Entre tanto, todavía muy joven y con ganas de exprimir esos años, Eugenia Martínez de Irujo conoció a otros acompañantes: Nicolás Vallejo-Nájera (que luego optó por encamarse con Paulino Rubio y vivir a su lado un tormentoso matrimonio); Gonzalo Miró, doce años mejor, que entre 2005 y 2009 protagonizaron unas cuantas rupturas y reconciliaciones hasta que Eugenia dijo ¡basta!, y entonces, sintiéndose cada vez más sola, se buscó otros novietes como Enrique López, Ignacio Ventosa Albert y algún otro, que los reporteros captaron en su constante vigilancia a la joven aristócrata. A quien en el mes de julio de 2015 captaron en actitud comprometida con el galán José Coronado, de quien parece se enamoró en una de esas noches de verano, hasta cerciorarse antes de que acabara esa estación que el veterano conquistador no deseaba ir más allá de un "ligue" ocasional, que al menos, lo buscara o no, le proporcionó una publicidad gratuita. Y los meses que siguieron, en los que se la vio con Vicente Dalmau, Marqués de Murrieta, aunque eran simplemente buenos amigos, ya comenzado 2017, es cuando surgió ante ella la figura de un empresario catalán, nacido en 1970, llamado Narcís Rebollo.
Fue jurado de Operación Triunfo, creador después del sello discográfico "Vale" (al que pertenece entre otros David Bisbal), que acabó absorbido por la multinacional Universal Music, de la que Rebollo es actualmente su director general para España y Portugal. Casado con anterioridad, padre de dos hijos adolescentes, podría convertirse en el segundo Marqués de Montoro consorte de aquí en adelante, cuando Eugenia Martínez de Irujo se disponga a ser su esposa, lo que parece es su más ferviente deseo ahora que ha comenzado el nuevo año. Si no se han casado ya civilmente es muy probable que sea porque Rebollo no tiene aún conseguido el divorcio de su "ex". Porque lo que se dice convencidos, él y María Eugenia viven estos días una adelantada luna de miel. ¡Que les dure, coman muchas perdices… y sean felices!