Vuelve, como en los últimos años en la noche de Fin de Año el cómico José Mota con sus "sketches" e imitaciones de personajes famosos, faceta la última en la que logra sorprendentes parecidos. Lo único que le fastidía es ponerse barbas postizas. Le tiene dicho a su maquilladora que le pinte la cara lo que sea necesario, para evitarlo.
El título genérico con el que agrupa su espacio de este año es el de "Bienvenido Mr. Wan-Da". Alude, con similar apelativo, a cierto señor, un empresario chino: fue el que negoció con las autoridades madrileñas construir un complejo turístico con un gran Casino como eje central de su ambicioso proyecto, en un pueblo al sur de la Comunidad. Lo que no prosperó. José Mota aprovecha esta especie de personaje cual el berlanguiano Míster Marshall para satirizar parte de lo sucedido en España en el año que termina, sin eludir la problemática catalana, el auge del machismo y el maltrato a la mujer, la turismofobia, la precariedad en la que viven los pensionistas… Una crítica social envuelta en su particular sentido del humor.
José Sánchez Mota, natural de Montiel (Ciudad Real) donde nació en el verano de hace cincuenta y dos años, debe su popularidad inicial a cuando formó pareja con el catalán Juan Antonio Muñoz. Se conocieron durante el servicio militar. Unidos artísticamente como Cruz y Raya, dúo que debutó en 1989 hasta 2007. Su separación fue amistosa, tras admitir que habían llegado a un techo de popularidad y cada uno deseaba hacer cosas diferentes. Por lo que se dijeron adiós. José tuvo mejor fortuna, al intervenir en comedias musicales, poner voz a personajes de películas infantiles norteamericanas e incluso ganarse la vida por su cuenta con programas televisivos propios. Donde dio vida a tipos surgidos de su cacumen, como "el Tío de la Vara", que de tanto repetirlo tuvo que eliminarlo, para no cansar a su audiencia. Desaparecidos Tip y Coll, rota la pareja de Martes y Trece, en Televisión Española no encontrarían sustitutos para la noche de Fin de Año. Ahí es donde encontraron su gran oportunidad Cruz y Raya y después José Mota, que con productora propia, mantiene a guionistas que le proporcionan historias. Sin establecer comparaciones de audiencia con aquellos grandes humoristas del pasado, este manchego de trato sencillo, que en privado nada haría suponer que es el responsable de un sinfín de tramas esperpénticas e imitaciones muy logradas, viene dedicándose a su trabajo durante más de treinta años. Con tanto entusiasmo y vehemencia que se olvidó un día y otro y otro… de su mujer.
Se había casado el 4 de junio de 2005 con una joven actriz, Patricia Rivas, con quien mantuvo una convivencia hasta que cinco años más tarde ella, que se venía quejando de que le hiciera poco caso y a la niña que tenían, Daniela, le pidió que lo mejor era separarse. Y cada uno se fue por su lado hasta que José, al fin y al cabo tipo sensible y familiar, poco dado a escándalos de faldas, llamó a Patricia e hicieron las paces, mediados 2011. Un año más tarde Patricia sufrió un aborto, pero en 2013 les nació el varón que buscaban, José. La felicidad volvió a su hogar, aumentada en 2015 con la llegada de Valeria.
Como José Mota cobra muy bien los especiales de Televisión Española y se ha labrado un notable futuro económico, le dio una sorpresa a su mujer cierto día, llevándola a ver unos terrenos en la zona Norte de Madrid, concretamente en Mirasierra. Y de común acuerdo adquirieron una parcela de mil metros cuadrados. Una constructora se encargó de que cumplieran su viejo sueño de vivir en un chalé alejado de la polución, en un sitio residencial, tranquilo, donde sus tres hijos pudieran gozar de la Naturaleza. Pero José Mota no se esperaba los líos que le han quebrantado tanto en 2017, al advertir que parte de lo construido era una auténtica chapuza. No le ha quedado más remedio que demandar a la constructora. Con la escasa fe que le supone saber que ésta ha quebrado y no le restituirán ni lo dañado ni en su defecto una indemnización. Menos importancia tiene, aunque le molestara, acudir como testigo en los Juzgados madrileños de la Plaza de Castilla, al haber sido timado por un tal Paco Sanz, ese valenciano enfermo que solicitaba en su peregrinaje por las televisiones un óbolo para ser operado y cuidar de sus supuestos e imaginarios males. Cinco mil euros fue la cantidad que inocentemente, de buen corazón, había ingresado José Mota a la cuenta bancaria de dicho frescales.
Por lo demás, el año que se despide no ha sido precisamente próspero para José Mota, cuyo programa a comienzos de 2017, El hombre de tu vida no tuvo éxito, como tampoco cumplió las expectativas de Televisión Española en El acabóse. Sólo hay que esperar que Bienvenido Mr. Van-Da consiga una razonable audiencia en la noche de este 31 de diciembre.
Lo único satisfactorio para José Mota en los últimos meses fue intervenir en la película Abracadabra, donde el director Pablo Berger le brindó un personaje atractivo: el primo de una mujer maltratada, que interpreta Maribel Verdú, de la que está por otra parte enamorado, y a la que quiere defender a toda costa. Tuvo José Mota que aprender hipnosis, con lecciones que le proporcionó Jorge Astyaro; experiencia que le resultó fascinante al cómico manchego. Por su papel, ha sido seleccionado como mejor actor para los próximos premios Goya que se fallan en febrero.
Y ya finalizando el último otoño recibió una inesperada invitación: del Ministerio de Asuntos Exteriores: para asistir, acompañado de su esposa, a la recepción en el Palacio Real en honor del Presidente de Ecuador, en presencia de sus anfitriones, los Reyes de España. No se trataba como en otros eventos, de que don Felipe y doña Letizia solicitaran la presencia de personajes de la farándula. Es que supieron que el ilustre visitante hispanoamericano había comentado que en Ecuador llegaban por televisión los programas de José Mota, con el que se divertían mucho. Lo que sin duda fue el mejor halago que el cómico manchego recibió, como contraste con esos otros malos momentos vividos en el año que despedimos.