En su discurso de Navidad, la reina de Inglaterra ha recordado que el primero televisado fue en 1957, hace 60 años. Como haciendo su propio The Crown. Y que el primer discurso de Navidad de un rey fue el de Jorge V en 1932. En la radio, claro. Ahí lo que recordamos es El discurso del rey, con Jorge VI, su tartamudo padre. Bromeó Isabel II con que la gente ahora estuviera viéndola en ordenadores y en teléfonos móviles. Además de a las víctimas del terrorismo, también recordó al duque de Edimburgo, que está vivo pero retirado de la actividad pública desde este año. En la mesa de al lado, dos fotos de la real pareja. Una de su 70 aniversario de boda, celebrado en noviembre, y otra en blanco y negro de su boda en 1947 (también otra de los hijos de los duques de Cambridge, el último eslabón de la monarquía británica).
Hizo mención a las incorporaciones de la familia en el próximo año (tanto Meghan Markle como el nuevo hijo de los duques de Cambridge). No a las meteduras de pata aportadas por los de siempre. Lo de la princesa Michael de Kent con su broche es una memez pero también una torpeza por su parte, como tantas otras a lo largo de su vida. Como tantas a lo largo de la vida de Felipe de Edimburgo, a quien no llega a la suela del zapato (y qué zapatos). Lo del duque de Edimburgo son adornos de su persona. Como cuando le dijo a un niño que estaba interesado en un cohete que nunca sería astronauta porque estaba muy gordo. O a unos estudiantes británicos en Xian, China, que se les iban a achinar los ojos como siguieran allí mucho tiempo. O cuando fue a la Asociación Británica de Sordos y, ante la actuación de una ruidosa banda caribeña, dijo a los niños que si estaban cerca de esas música no importaba ser sordo.
Llevar un moretto en tiempos donde la ignorancia y la susceptibilidad forman un tándem tan poderoso resulta una insensatez. La princesa Michael de Kent, que siempre negó haber dicho a unos negros en un restaurante de Nueva York que volvieran a las colonias, no llevaba a Kunta Kinte en la solapa, sino una figura oriental con turbante basada en el ‘Otelo’ de Shakespeare. La misma joya que han llevado Ingrid Bergman, Elizabeth Taylor, Paola de Bélgica o Gracia de Mónaco. Pero no era oportuno que la llevara con Meghan Markle. Cualquiera caería en la cuenta del negro. No se trata de anticipar las jugadas como un maestro de ajedrez. A los Dolce & Gabbana también les cayó una buena por sacar pendientes moretto en un desfile. Y sólo hay que recordar cuando la BBC echó a Carol Thatcher después de que esta comparara (tras la grabación del programa de televisión) al tenista Gael Monfils con un ‘golliwog’, tradicional muñeco negro de trapo.
Quien ve en el broche racismo contra la afroamericana Meghan Markle tiene un gran problema. Vale, el problema es de la mujer del primo de la reina, que se ha disculpado "con gran pena y angustia". Precisamente porque la gente la ve a ella también con ordenadores y teléfonos móviles. Y ya no estamos en The Crown, estamos en Black Mirror.