Ava Gardner huyó de España por el acoso de Hacienda
La serie de Movistar + Arde Madrid repasa la loca vida de la actriz en la capital.
Ava Gardner cumpliría noventa y seis años estas Navidades. Pero, a pesar de su vitalidad, la existencia turbia que llevó por sus excesos, sobre todo de la bebida, qué duda cabe la acortaron. Había nacido el 24 de diciembre de 1922 en un pueblo de Carolina del Norte, en el seno de una familia granjera, y falleció el 25 de enero de 1990, a la edad de sesenta y siete años. La lista de sus amantes es amplia. Se casó tres veces: con Mickey Rooney, que la calificó como "una sinfonía del sexo"; el clarinetista Artie Shaw, y harto sabido es que el tercero fue Frank Sinatra, con el que compartió una relación enloquecida: los dos eran iguales, se amaban apasionadamente para después explotar en insultos, amenazas y peleas. No podían vivir el uno sin el otro… pero pasaban del amor al odio. "Ni contigo ni sin ti tienen mis penas remedio", reza un antiguo refrán- Entre los amantes más conocidos de Ava, figuran Kirk Douglas, David Niven, Robert Taylor, Walter Chiari, Howard Hughes, John F. Kennedy, y por supuesto Luis Miguel Dominguín. La productora Universal facilitó a la prensa las medidas de aquella diosa de la pantalla: 90 centímetros de busto, 60 de cintura, 86 de caderas, 48 de muslos… ¡Cómo miraba Ava Gardner, cómo se cimbreaba!
Fue Ava Gardner motejada como "el animal más bello del mundo". A partir de Forajidos, de 1947, se forjó la leyenda de esta diosa de la pantalla, protagonista de Venus era mujer, Magnolia, Mogambo, La condesa descalza, 55 días en Pekín, La noche de la iguana… hasta sus últimas apariciones en la serie televisiva, fechada en 1986, Haren, donde tuvo de compañero a Omar Sharif, que años atrás personificó a su hijo en Mayerling.
No pretendemos sintetizar aquí la vida de Ava Gardner, pero sí detenernos en algunos apuntes sobre su vida en España. Precisamente, Movistar + acaba de estrenar ocho episodios de la serie Arde Madrid, cuyo argumento gira acerca de la vida en nuestra capital de Ava Gardner con la norteamericana Debi Mazar como protagonista. Los guionistas han tenido especial intención en establecer los dos tipos de vida en la España de los años 50 y 60 de la clase obrera, los sirvientes de Ava Gardner, y el ritmo de ésta, dilapidando su fortuna. Demagogias aparte, lo único que podemos subrayar es que Ava sólo tuvo una fiel criada negra, norteamericana. Si hablamos de las peripecias de la actriz en los Madriles, recordemos que los que fueron sus amigos o conocidos ya han muerto casi todos. Les remito a un espléndido volumen, Beberse la vida, que Marcos Ordóñez, un reputado cronista y crítico barcelonés, publicó hace unos años. Imprescindible libro para conocer cuánto hizo y deshizo Ava en nuestro país. De la producción de la mentada serie televisiva se ocupan Paco León y su pareja, Anna R. Costa.
Ava Gardner llegó exactamente a España mediado el mes de abril de 1950 para rodar en la Costa Brava la película Pandora o el holandés errante. La acompañaba su hermana Beatriz (Bappie), bastante fea, por cierto. Antes de desplazarse a Tossa de Mar, donde iba a transcurrir gran parte del rodaje, vivieron en Madrid unos días. Agasajadas en el Museo de Bebidas de Perico Chicote, que se enamoró en seguida de Ava. Allí conoció al torero y poeta Mario Cabré, que iba a intervenir en la película. Se prendó de ella al instante y le dedicó un "Dietario poético". Durante el rodaje creció la especie de que estaban enamorados, lo que le venía bien de promoción a la productora. La verdad es que se acostaron una sola noche y Ava escribiría muchos años después en sus memorias que el torero era un pesado y un cursi. Pero las agencias de prensa divulgaron en todo el mundo aquel supuesto romance y Frank Sinatra voló a España para estar junto a su amor eterno, con quien acabaría casándose. En aquel viaje, Frankie le trajo un valioso collar de esmeraldas, que logró camuflar en la aduana para no pagar impuestos. Estaba muy celoso por la constante presión de Cabré, que a toda costa quería convertirla en su esposa. Lo fue de Sinatra, en ceremonia íntima celebrada en Filadelfia el 7 de noviembre de 1951.
En abril de 1953 Ava Gardner volvió a España y estuvo en la Feria de Sevilla. Volvió a Madrid y conoció los mejores restaurantes, fue a los toros, a tablaos flamencos. Comenzó su leyenda de extraordinaria comilona y bebedora. En el fondo, se sentía ya muy sola. Había tenido dos abortos. No le gustaba el cine, detestaba a los periodistas, rodaba películas porque era su medio de vida, mas no estaba contenta con su profesión. Sus depresiones las curaba a base de constantes borracheras. Al año siguiente ya decidió dejar Hollywood e instalarse en Madrid, en el hotel Castellana Hilton. Sucesivamente tendría una casa en La Moraleja, y en la avenida del doctor Arce, colonia de El Viso, paredaña a la que habitaba el general Perón. Frecuentes eran sus escándalos, porque de madrugada, tanto en la "suite" del hotel como luego en su propiedad alborotaba a los vecinos, con sus juergas flamencas. Por entonces conoció a Luis Miguel Dominguín, torero afamado, seductor de lujo. El encuentro se produjo en el bar "Chicote". Curiosamente quien fue traduciendo a ambos la conversación fue la amante que por entonces tenía el matador, una peruana llamada Noel Machado y apodada "La China". De inmediato, Ava se encamaba con Luis Miguel. Vivieron temporadas de arrebatos. Pero él nunca quiso casarse con ella, por mucho que ésta le confesara sentirse a gusto a su lado. Anécdota es que Ava entablara amistad con Lucía Bosé. La italiana acabó en las redes amatorias de Luis Miguel, con quien contrajo matrimonio en Las Vegas, civilmente, y unos meses después en ceremonia religiosa en la finca del novio en Saelices (Cuenca). Por presiones de la sociedad franquista de la época, con la que no les convenía enfrentarse.
Ava Gardner mantuvo en Madrid encuentros con Ernest Hemingway, Orson Welles, Samuel Bronston, Nicholas Ray… Era muy amiga de la recientemente finada condesa viuda de Romanones. Acudía a fiestas de sociedad, y no se perdía reuniones flamencas, por ejemplo en casa de Lola Flores. También iba mucho, de madrugada, a un chiringuito en la carretera de Barcelona, afueras de Madrid , que regentaba Manolo Manzanilla, con el que compartió colchón muchas veces. El Fary contaba que en su época de taxista esperaba a las puertas de "Pasapoga", sala de fiestas en la Gran Vía, para hacer un servicio y de pronto salió Ava, contratándolo para toda la noche, llevándola a Manzanilla, para dejarla luego en el hotel, ya de día. Por eso él se ufanaba que "había pasado una noche con Ava". No mentía: esperándola para llevarla en su taxi. Quien sí se "encalomó con ella fue Manolo de Vega. En otro tablao de las afueras de Madrid. Terminó la actuación, ella lo tomó del brazo llevándolo a su cama. Al día siguiente le soltó encima mil pesetas. Por el lecho de Ava Gardner en sus delirantes noches de flamenco y alcohol pasaron gitanos, cantaores payos, camareros de hotel y hasta un barbilampiño soldado de Aviación de quien se encaprichó un día, al verlo salir de su cuartel, aledaño a su casa de El Viso.
Ava Gardner se cansó de España. Fundamentalmente porque el Fisco le reclamaba un millón de dólares en calidad de impuestos. Pidió ayuda a la condesa de Romanones, Aline Griffith, quien le procuró una entrevista con Manuel Fraga Iribarne, Ministro de Información y Turismo. Le pudo a Ava la rabia y el temperamento, porque Fraga le sugirió que su deuda era sólo de diez mil dólares. Ella no entró en razones. Y se fue para siempre a Londres. Por entonces, en su último viaje, la conocí. Sin maquillar, con los ojos hinchados, como cualquier chacha. Y había sido una mujer bellísima. ¡Qué desencanto! Acabó rodando películas y teleseries que no aportaron nada a su filmografía. Seguía sintiéndose sola, lamentando no haber sido madre. Pese a las brumas del pasado, fue una mujer que tuvo medio mundo en sus manos y no supo ni pudo ser feliz como quería. Lo otro, los "flashes" de la fama, nunca los valoró. Pocos, muy pocos de aquellos cientos de amigos, que pululaban a su lado, adorándola, supieron comprenderla. A su última sirvienta, Carmen, le dejó un paquete para que lo destruyera. Nunca se supo qué contenía. Expiró en sus brazos con estas palabras: "Estoy muy cansada". Murió enferma de apoplejía, de una neumonía. Fue enterrada en su tierra, en su pueblo de Carolina del Norte.
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