Las tres mujeres de la desconocida vida privada de Antonio Resines
Su última novia recogió al dictado las memorias del popular actor.
En marzo del próximo año Antonio Resines se subirá al escenario de un teatro aún no determinado para estrenar la comedia de un joven autor, quien dirigirá asimismo su obra: Manuel, primogénito de Concha Velasco. La actriz vallisoletana es la protagonista femenina. Para el actor cántabro es una gran oportunidad, pues en anteriores trabajos escénicos no tuvo suerte. Debe su extraordinaria notoriedad, sin lugar a dudas, al cine. Un centenar de títulos llenan su filmografía, que inició hace justamente cuarenta años con el cortometraje La retención, que escribió y dirigió su colega Óscar Ladoire.
Resulta curioso saber que Antonio Resines no tenía vocación alguna por ser actor. Dudando en su juventud sobre qué estudiar, hubo de aceptar la sugerencia de su padre y se matriculó en la Facultad de Derecho. Tiempo de gamberradas con sus compañeros, cuando se les ocurrió secuestrar un autobús: ordenaron al conductor llevarlos a la madrileña plaza de Castilla, saltándose las paradas obligatorias. La supuesta justificación es que se dirigían al centro de una manifestación para protestar por lo que ellos creían era una abusiva subida del pan. La broma les costó a cada uno cien mil pesetas, elevada multa que pudieron condonarle a Resines gracias a los buenos oficios de su progenitor, abogado que recurrió a sus buenas amistades en las altas instancias. Lo que no le libró al futuro actor fue purgar severamente durante su servicio militar aquella salida de pata de banco al estar fichado por las fuerzas de orden público.
Desilusionado por la carrera que había iniciado (no pasó del primer curso) decidió cursar Ciencias de la Información. Alternó con las clases de Periodismo e Imagen. De esta última rama le interesaba la producción cinematográfica y en ningún momento ni la dirección ni la interpretación. Pero la presión de algunos de sus compañeros lo llevaron a participar como ocasional actor en varios cortometrajes y tras demostrarles que tenía vis cómica se vio catapultado al reparto de su primer largo, que resultó un inesperado éxito, dada la frescura del guión, con unos diálogos divertidos que reflejaban el modo de hablar y sentir de una generación nueva, cuando ya se había establecido en España la Transición. Nos referimos a Ópera prima, de 1980, que marcó la puesta en sociedad de un cine hasta entonces nunca experimentado en nuestro país. Y, poco a poco, como Antonio Resines se resistía a ganarse la vida como actor, quedó convencido de que su camino era ese, sin que renunciara al otro, complementario, dedicado a la producción.
Tuvo que aguantar mucho tiempo la palinodia de que no sabía actuar, de que en todo caso "hacía de sí mismo", lo que, ante una cámara de cine, no es tan fácil como pudiera parecerles a sus furibundos críticos. Películas como La mano negra, Vecinos, A contratiempo, Pares y nones, Estoy en crisis, La línea del cielo, Sal gorda, Dos mejor que uno, Café, coca y puro, La reina del mate, Sé infiel y no mires con quién, La vida alegre, por no citar otras cuantas, convirtieron en la mitad de los años 80 a Antonio Resines en el protagonista más solicitado del cine español. Y aun así, ya siendo popular, los críticos le negaban el pan y la sal, sin reconocerle su natural concepto de comicidad que expresaba en esas comedias. Porque él, sobre todo, se ha lucido más en ese género que en el dramático. Sin embargo hubo de esperar a 1997 cuando logró su papel más brillante en la pantalla, el de un carnicero que por causa de un accidente no puede practicar el sexo, en La buena estrella. Tan ajustada fue su interpretación que logró un indiscutible Goya al mejor actor. Atrás, habían quedado también otras películas que aún recuerdan sus admiradores –que los tiene a miles-, como Todo por la pasta, Orquesta Club Virginia, La marrana y, particularmente, la que ahora se considera "de culto", Amanece, que no es poco.
Entre las anécdotas que siempre se suceden en el mundo del cine sabemos por el propio actor que la primera vez que tuvo que besar a Ana Belén se puso colorado, y eso se pudo apreciar, pues en la pantalla apareció con las orejas rojas, consecuencia del mal rato que pasó, muy turbado. En otra película rodando una escena de cama, desnudos los dos, y él procurando no excitarse más de la cuenta, Ana tenía que levantarse, lo hizo tapándose el cuerpo con las sábanas, momento en que tropezó, cayendo al suelo, lo que produjo unas risotadas de ambos, que obligaron a repetir la secuencia.
Ese pudor de Antonio Resines forma parte todavía de su personalidad, no sólo a la hora de aparecer en circunstancias comprometidas en los rodajes, como el día que hubo de correr desnudo por un trozo de la calle de la Princesa, con una vergüenza terrible. Es que tampoco quiere que la gente sepa de su intimidad, por lo cual no es extraño que se muestre precavido con la prensa del corazón. Eso no quiere decir que se niegue a ser entrevistado, siempre y cuando en la conversación no se susciten aspectos de su vida privada. De ahí que en ese sentido, siendo uno de los actores más queridos y admirados del público español, se desconozcan siquiera algunos datos acerca de su existencia fuera del trabajo, en el ámbito familiar.
Antonio Fernández Resines nació casualmente en Torrelavega en el verano de 1954. Vino allí al mundo por la sencilla razón de que sus padres veraneaban en esa ciudad cántabra. Porque luego toda su infancia en adelante ha transcurrido para él en Madrid. En 1981 se casó con Marisol de Mateo, profesora de EGB. Se confabularon para no aparecer nunca en la prensa rosa. El hijo que tuvieron, Ricardo, nacido en la primavera de 1983, ha vivido siempre con el actor, desde que se rompió su matrimonio, en 1992. Un año antes sus nombres aparecieron en las páginas de sucesos: el 27 de febrero de 1991 el presidente de la Audiencia Nacional Fernando de Mateo Lage sufrió un atentado de la banda terrorista ETA, al abrir un paquete: contenía un libro, que al abrirlo detonó la carga explosiva que llevaba en su interior. Le amputaron ambas manos sufriendo heridas de metralla en el cuerpo, y perdió la visión. Era el suegro de Antonio Resines.
Tras separarse de su esposa salió una temporada con la ayudante de dirección Estefanía Rueda, a la que había conocido rodando Carreteras secundarias. Poco después apareció en su vida quien es su compañera desde 1992, Ana Pérez-Lorente Ynzenga, la que ha recogido al dictado cuanto él le contaba para su biografía aparecida no hace mucho. Se conocieron de una manera simpática. Regresaba el actor a Madrid desde Valladolid adonde había ido a presentar su película La marrana, conduciendo el coche un periodista amigo; se fueron a cenar y cuando éste lo acercaba a su domicilio, cerca del Retiro, se cruzaron con otro automóvil, ocupado por dos chicas. Intercambiaron sonrisas y acabaron bailando en la discoteca Pachá. Fue el comienzo de una convivencia, que continúa felizmente, sin que ninguno de los dos haya decidido casarse.
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