El club de los mentirosos es uno de los mejores libros publicados este año en España. Son las memorias de Mary Karr (Texas, 1955) editadas por Periférica & Errata naturae. Unas memorias familiares mordaces y divertidas. Valientes y emotivas. Y tan bien escritas… Nada más empezar ya hay frases por las que matar. Una noche en que se llevaron a su madre porque estaba "mal de los nervios", cuenta que las vecinas estaban delante de su casa. "Allí seguían plantadas en ropa de casa, como una unidad de élite fuera de servicio a la espera de órdenes". Y cuando el sheriff fue a hablar con ellas: "A continuación, se les acercó, desencadenando toda una serie de estiramientos de batas y abotonamientos de rebecas". Más allá de la maravillosa descripción de esas vecinas, en la página 116 recuerda un juego del escondite y a un chico mayor con aparato en los dientes ("centelleaban en la semipenumbra igual que la parrilla de un robot"). Se quedó sola con él. Tenía siete años. Y él hizo con ella lo que quiso. Embestidas y trabajos manuales ("Me hizo rodearlo con las dos manos y me enseñó a deslizarlas arriba y abajo. Era como un hueso mojado cubierto con una funda"). Luego la acompañó a su casa sin pronunciar palabra, "como si fuera mi canguro". Mary Karr se dirige a ese tiparraco en la actualidad (bueno, cuando publicó el libro, que aquí ha llegado con unos años de retraso). "Es probable que creas que a mí se me había olvidado, o que tú no le dieras la mayor importancia". No quería ser presa fácil, aunque lo había sido. "Ya con siete años lo sabía". Y acaba ese capítulo: "Ni siquiera tuvo que amenazarme para que no dijera nada. Yo ya sabía lo que me llamarían si lo contaba".
Exactamente lo mismo que piensa Yvonne Carmichael en Apple Tree Yard, adaptación de la novela En el momento equivocado (Random), de Louise Doughty (ni que decir que el título original de la novela es también Apple Tree Yard). En la miniserie de la BBC protagonizada por Emily Watson y Ben Chaplin, Yvonne es una científica que es acusada de asesinato. Antes la hemos visto como amante apasionada y como víctima de violación. Esto no es reventar nada. En el segundo capítulo, cuando ya es amante y víctima de violación pero todavía no presunta asesina, va a una cena donde la educada y encantadora anfitriona está hablando de una agresión sexual seguramente divulgada en la prensa. "Me refiero al sexo oral. ¿Cómo puede alguien forzarte a que le hagas una mamada? ¿Por qué no le muerdes y ya está?". Yvonne le replica: "Ya es una mierda que los hombres hablen así como para que las mujeres lo empeoren". Y le recuerda que las mujeres suelen estar aterrorizadas. "Esta chica no, volvió a su habitación de hotel, ¿qué esperaba?". Y otra vez Yvonne: "No sé, ¿que él hubiese mostrado algo de consideración? ¿Que ella pudiera cambiar de opinión? Quizá ella accedió a tener sexo, pero no accedió a que él violase cada orificio de su cuerpo mientras sus amigos lo grababan con el móvil". Yvonne no denuncia la violación que ha sufrido (aunque luego se sabe). Llega a asesorarse. Pero, como Mary, sabe lo que la llamarán si lo cuenta.
Algunos pretenden que las mujeres violadas sean Xena o Uma Thurman en Kill Bill (en la vida real no ha sido con Weinstein la tía de las espadas). No todas reaccionan como Bridgette Bird en SMILF cuando un tío le echa mano a la entrepierna (y sí, esto es una cosa menor). Algunas querríamos a Liam Neeson de padre como en Venganza o a Marcus y Pierre en Irreversible. Pero lo normal es que no tengas nada de eso. Que tu única opción sea denunciar o no.
El club de los mentirosos y Apple Tree Yard se unen a otras obras de ficción que hablan de lo que todo el mundo sabe. O debería saber. Ahí está Lena Dunham hablando del acoso sexual llevadero en American Bitch, un capítulo de la última temporada de Girls. O Aziz Andari y Alan Yang con su Master of none. En Buona Notte salía el cerdo de Chef Jeff (para el que se tuvo en cuenta a Roger Alies, de Fox, porque fue antes del escándalo Weinstein). En Ladies and Gentlement se cuenta lo diferente que es volver a casa desde un bar si eres un hombre o una mujer. Ella miraba atrás, marcaba el número de emergencias por si acaso, un tipo la seguía… A los chicos les suena el ‘Don’t worry be happy’ de Bobby McFerrin. A ella, el ‘Laurie’s Theme’ de Halloween.
Todas las mujeres pueden ser iguales frente al terror. Da igual si tienes siete años o cincuenta. Una niña de siete puede ser tan consciente de lo que le están haciendo como una de cincuenta. Y una de cincuenta quedarse tan paralizada como una de siete. Luego cualquiera de ellas puede decidir no contarlo.