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Arévalo, un viudo centrado en su hija Nuria, enferma de nacimiento

Antes de contar chistes, Arévalo se ganó la vida como torero bufo.

Antes de contar chistes, Arévalo se ganó la vida como torero bufo.
Arévalo y su hija Nuria | RTVE

Hay en la vida de Francisco Rodríguez Iglesias, conocido artísticamente como Arévalo, un componente tragicómico que serviría para un buen relato novelesco. Se inventan los guionistas de cine y televisión historias salidas de su caletre, cuando en personajes como el que ahora nos ocupa tienen elementos capaces de interesar a una numerosa audiencia, entre el drama y el sainete. Hoy, Arévalo, físicamente algo cambiado pues siempre lo recordamos bien afeitado y ahora luce barba blanquecina y bigote, viene siendo objeto de chismes de escasa entidad sobre su ruptura profesional y amistosa con Bertín Osborne, por culpa de una fotografía que aquel divulgó en las llamadas redes sociales, donde se les veía en compañía de don Juan Carlos de Borbón y otros asistentes a un almuerzo en el chalé alquilado del cantante, donde el humorista cocinó una paella, su plato favorito como buen valenciano. Fue un día de mayo de este año y concluido el almuerzo el Rey emérito, que pasó una sobremesa divertida con los chistes de sus anfitriones, partió para la plaza de toros de Las Ventas, a uno de los festejos isidriles.

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Arévalo y Bertín | Archivo

Fue dos meses después al conocerse el testimonio gráfico de la comida cuando las relaciones de Bertín y Arévalo se enfriaron. Éste, con la humildad que le caracteriza, sigue pidiendo perdón si alguien se sintió molesto, el propio Bertín o el entorno de don Juan Carlos y él mismo. La historia ya es agua pasada pero el cómico desea cuanto antes, de aquí a las Navidades, darle un abrazo a quien quiere como un hermano, con el que llevaba siete años representando un espectáculo teatral titulado Dos mellizos, que en otras temporadas se conoció con otros nombres. De momento, esa pieza ya no van a representarla y cada uno sigue dedicándose a sus actividades de siempre. En el caso de Arévalo con sus actuaciones donde hila historietas típicas, en una sucesión de chistes que provocan la hilaridad del respetable. En muchos de sus desplazamientos, desde la localidad de Catarroja, donde vive, lo acompaña Nuria, una joven de cuarenta años, muy simpática, pero desgraciadamente enferma desde que nació de un mal conocido como síndrome de Williams, de naturaleza mental y cardiovascular. Es su hija, de la que no quiere separarse, sobre todo tras la muerte de Elena, su mujer, con la que compartió dichas y sinsabores de la vida durante cincuenta y dos años, y ahora hace tres, en diciembre, que dejó este mundo. Un mazazo para Arévalo, que hizo de tripas corazón para salir al escenario a hacer reir cuando lloraba por dentro. Nuria es quien más lo anima ahora. Van al cementerio a depositar flores en la tumba de la esposa y madre y se ayudan mutuamente en la desgracia.

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Arévalo y su hija, en la actualidad | Cordon Press

Arévalo ya perdió dos de los cuatro hijos de su matrimonio: uno al mes de nacer, el otro, buen deportista, con veinticuatro años, que falleció a causa de un infarto de miocardio. Siempre se ha sobrepuesto a esos duros pasajes del destino, cuando ha cumplido setenta años el pasado mes de septiembre y sabe que hay que seguir, que ya vendrán tiempos mejores. Una lección aprendida de su padre, que a sus ciento un años mantiene una vitalidad impropia de su edad, gasta bromas, cuenta historias de su aventurera existencia y se entretiene haciendo juegos de magia. Se anunciaba, igual que su hijo: Arévalo, componente de El Bombero Torero, formación cómico-musical, disfrazado de "Cantinflas", de quien se hizo amigo. Hay grabaciones filmadas donde no se sabe si es uno u otro. En esa línea de lo que se denomina toreo bufo, también se inició Arévalo hijo, quien procuraba imitar a su padre, aunque en ocasiones, en algunos tentaderos, sorprendió con capotazos y pases dignos de un matador serio. Pero ya en la década de los 70 se decantó por dedicarse a contar chistes y fue abandonando los ruedos. Su afición a los toros de todos modos sigue intacta y procura no perderse las corridas falleras. Tiene otro hijo, llamado como él, Paco, que también ha seguido sus huellas humorísticas. Arévalo, que es un hombre muy querido entre sus colegas, de contrastada bonhomía, generoso a la hora de colaborar en funciones en pro de los necesitados, no se merece ser tildado de oportunista o aprovechado por una simple fotografía insertada en Facebook . Bastante ha sufrido ya en esta vida para que tenga que humillarse ahora por algo que no tiene importancia alguna ni negativa crítica.

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