Los planes de Julio Iglesias en su peor cumpleaños
Lo que trae de cabeza al cantante y lo tiene malhumorado es la demanda de su presunto hijo Javier.
El 23 de septiembre de 1943 vino al mundo Julio José Iglesias de la Cueva, tras un complicado parto del que se ocupó su propio padre, un conocido ginecólogo, quien hubo de recurrir a su intervención mediante cesárea. Cuando la madre, Rosario, una bella dama perteneciente por cierto a una familia sevillana de escritores y periodistas, tuvo en sus brazos al bebé, cuentan que pronunció esto: "El niño se llamará Julio César". No se salió con la suya, pero sí que como aquel personaje legendario, ha llegado a ser en su ámbito profesional un ídolo de multitudes en todo el mundo, gracias a su carrera musical, en la que el próximo año cumplirá sus bodas de oro. Esos cincuenta años subido a un escenario los celebrará con una gira mundial que está preparando ya, concienzudamente, en este otoño. Quiere celebrar en el estadio Santiago Bernabéu un concierto especial que coincida, si es posible, hacia mediado el mes de julio del próximo verano, con la noche que en esa canícula, de 1968, se alzó vencedor con una balada compuesta por él mismo: "La vida sigue igual". Para entonces ya estarán en las librerías sus ya anunciadas "Memorias", que viene dictando desde semanas atrás, no sabemos a quién, pues lleva en secreto la identidad del que redacte todos los acontecimientos que el divo le ha venido dictando en su residencia veraniega de Ojén.
Cuando en 1981 se publicó "Entre el cielo y el infierno", volumen de doscientas ochenta y tres páginas editado por Planeta como autobiografía del cantante, se hacía constar por medio de Tico Medina que el propio Julio Iglesias hubiera gustado de ser él mismo quien pusiera sobre el papel esos recuerdos. Pero, claro, escribir no es lo suyo, tampoco es fácil, cada cual tiene su profesión. Y el veterano periodista granadino fue, digamos al modo antiguo el amanuense que recogía los recuerdos del cantante madrileño. Le salió, supongo que de acuerdo con el protagonista y la editorial, más una hagiografía que otra cosa. Por cierto: con un error, el del año de su nacimiento, que no fue 1944 como constaba, sino un año antes. Porque para contar los entresijos de la carrera de Julio y su absorbente personalidad habría que desmitificarlo, explicar cómo es realmente, en sus momentos de despotismo, creyéndose siempre dueño y señor de cuantos están a su servicio. Para saber de la vida de Julio Iglesias el biógrafo ideal hubiera sido su antiguo amigo y compañero, su representante, el que le aguantó lo que no está en los escritos. Pero Alfredo Fraile, por su bonhomía y dignidad apenas si refirió unos pocos detalles de todo cuanto vivió y padeció junto al divo en su por otra parte interesante libro Secretos confesables. ¿Qué nos encontraremos cuando dentro de unos meses aparezcan esas anunciadas Memorias de Julio Iglesias? Habrá que esperar, claro. Se ha rumoreado que con la ayuda de un periodista íntimo suyo. Puede que sea aquel colombiano que le sirvió de jefe de prensa unos años, porque no parece que le haya encomendado tal misión a su detestado Jesús Mariñas o a Jaime Peñafiel, del que fue padrino de su segunda boda, con la encantadora Carmen, quien luego ya se despegó un tanto del cantante. Quien trata de vender, por la friolera de ciento cincuenta millones de dólares una de sus dos mansiones de Miami, la de Indian Creek (que uno llegó a conocer, donde en ninguno de sus múltiples salones vi rastros de alguna biblioteca, ni tampoco libro alguno siquiera en una mesita). Normalmente pasa mucho tiempo en Punta Cana, en una zona residencial, para millonarios, en la República Dominicana, que adquirió y diseñó Óscar de la Renta.
Así como no se ocupó apenas de la crianza y sobre todo educación de los tres hijos habidos en su matrimonio con Isabel Preysler, Julio Iglesias le ha dedicado últimamente más caso a los cinco retoños nacidos de su segunda unión con Miranda Rijnsburger, la bella, callada y discretísima modelo holandesa, veintidós años menor que él, con la que el "donjuán" de la canción romántica parece que encontró el equilibrio sentimental que acaso buscara. Ya no se le han conocido "ligues" de paso ni fanfarronadas de las que presumía antes sobre el número de las que cayeron rendidas en su cama. Cuando en la antes mencionada mansión de Indian Creek vivía su madre, que era muy piadosa, después de sus noches de pasión con la amante de turno, iba doña Rosario y vertía gotas de agua bendita sobre las sábanas del dormitorio de su hijo, que la conseguía de la iglesia a la que iba diariamente a misa en Miami. Lo contaba un mayordomo infiel que tuvo Julio.
Respecto a esos cinco últimos hijos de Julio Iglesias, no tiene más remedio que aceptar los usos y costumbres de los mayores. Miguel Alejandro, de diecinueve desea conocer el mundo de las finanzas para lo que trata de estudiar la adecuada carrera, en tanto Rodrigo, de dieciocho, quiere seguir las huellas musicales paternas –y de sus otros dos hermanos, Enrique y Julio José- y ya viene haciendo sus pinitos canoros. En cuanto a las jovencitas Victoria y Cristina, que tienen dieciséis años, se mueven activamente por las redes sociales, donde divulgan sus imágenes en Instagram, luciendo sus encantos, en su afán de darse a conocer un día, quién sabe, si como "it models", que es algo que se lleva mucho entre las muchachitas con ganas de exhibirse. Porque en cuanto a dinero no creo que pasen apuros. En cuanto al benjamín, Guillermo, de diez años, aún es prematuro conocer por dónde irán sus pasos en el futuro.
Lo que sí trae de cabeza a Julio Iglesias y lo tiene malhumorado es la demanda de su presunto hijo Javier, que nació según su madre, la bailarina María Edite Santos, de unas fugaces relaciones en los primeros años 70, cuando el cantante ya estaba casado con Isabel Preysler. Mediados los años 80 no prosperó la demanda de paternidad que formularon madre e hijo. Recuerdo una cena en el restaurante cercano a Villagarcía de Arosa de "Manolo Chocolate" en torno al ídolo en la que estuve junto al doctor Iglesias Puga y el abogado de la familia; ambos me aseguraron que aquella demanda no prosperaría. Y acertaron. Porque en esa época las pruebas de ADN aún no se reconocían en la justicia española. Pero ahora sí. Y un abogado activo y perspicaz, Fernando Osuna, el mismo que ganó hace pocos meses el pleito de Manuel Díaz, hasta entonces supuesto hijo de Manuel Benítez "El Cordobés", ha vuelto a utilizar parecidos recursos: entonces, una servilleta usada por éste último, y ahora parece que el resto de unos cigarrillos encontrados en unos cubos de basura a las puertas de la otra residencia de los Iglesias en Bay Point, supuestamente de Miguel Alejandro y Rodrigo, vasos de plástico, botes de bebidas de cola, podrían servir de prueba irrefutable –por el ADN- de que tienen un nuevo hermano, el tal Javier Sánchez. Si el juez que atienda la demanda decide que ha de celebrarse juicio supondría que en caso de que este muchacho lo ganara y quedara probado que Julio Iglesias es su verdadero padre, por muchos recursos que luego pudieran sucederse (con lo que el asunto irá probablemente para largo) cabe la posibilidad de que el millonario cantante deba rectificar su testamento para incluir también como heredero a este supuesto noveno hijo. Si es verdad lo que dice la revista Forbes que tiene un patrimonio estimado en novecientos millones de dólares, a este Javier Sánchez le habría tocado algo más que el "Gordo" de Navidad. Empadronado en Valencia, tiene cuarenta y cinco años de edad y vive con su pareja en tierras levantinas. Probó hace unos años como cantante pero se cansó pronto al advertir el poco eco que tenía su repertorio. Con suerte, podría vivir el resto de su vida sin dar un palo al agua.
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