Fue exactamente hace cuarenta años cuando las revistas del corazón comenzaron a abrir la mano para que los mal llamados famosos (se les debiera llamar populares, salvo alguna excepción notable) cobraran por acceder a una entrevista con fotos, la boda, el bautizo de un bebé o cualquiera de las modalidades periodísticas para esa clase de prensa, que se conocen como exclusiva. Y que no debe confundirse nunca cuando es el logro de un profesional, ya sea redactor o fotógrafo; lo que en inglés se conoce como "scoop", pero asimismo exclusiva, diferente a lo que hemos contado. Fue Jimmy Giménez-Arnau quien por permitir que la revista ¡Hola! se llevara el gato al agua de su boda con la nieta de Franco, Merry Martínez-Bordiú, se metió en el bolsillo un millón de pesetas. En aquel verano de 1977 esa cantidad no la percibía un periodista fácilmente: necesitaba cerca de dos años para cobrarla con su sudor diario. Merry, ya separada de Jimmy, también se lo llevó crudo cuando disimuló ante un "paparazzi" que la pilló medio desnuda. Visto lo fácil que le había resultado, su envidioso hermano Francis Franco Martínez-Bordiú (ya saben que sus padres consiguieron del Ministerio de Justicia la gracia de que se alteraran los apellidos paterno-maternos para complacer al Generalísimo) quiso repetir la jugada cuando se casó, cuatro años más tarde, con María Suelves llevándose tres millones de pesetas que le sufragaron tres de las cuatro revistas más importantes del corazón (Diez Minutos no quiso entrar en la puja). Posteriormente el mayor de los nietos varones de Franco, al que el dinero siempre le ha tenido una adoración sin límites, volvería a incidir en eso de "poner el cazo" tanto cuando se divorció como después en posteriores aventuras sentimentales, lo mismo que cuando muerto el abuelo, le pedían que contara algunos recuerdos. Ya se sumaban al negocio los programas rosa de televisión, encantados con esas revelaciones, que no pasaban de anécdotas de pequeño calado. Su hermano Cristóbal, visto lo fácil que era el asunto no vaciló en cobrar de "¡Hola!" al dejar el Ejército tras un trágico episodio, siendo oficial, y cuando se casó con la guapísima canaria María José Toledo.
Pero en la familia de los Franco no hay nadie que haya llenado más la bolsa que María del Carmen Martínez-Bordiú, también conocida como "La nietísima", fugaz Duquesa de Cádiz, quien sin más méritos que sus apellidos (no tiene título universitario alguno ni se le conoce una determinada profesión) ha vendido lo que no está en los escritos: bodas, bautizos, embarazos, desfiles, veraneos… Y así viene viviendo desde que, fallecido el abuelo, y ante la avalancha de peticiones de entrevistas y exclusivas, decidió siguiendo las lecciones prácticas de Jimmy Giménez-Arnau (su breve cuñado) gozar de una vida de elevado nivel, en gran parte gracias a las revistas del corazón, aunque mejor sería precisar de una de ellas, ¡Hola!, que la ha tenido en nómina en más de una ocasión como cronista de modas. ¿Quiero esto decir que no tenía otros ingresos? ¡Claro que no! Su abuelo, antes de morir, dejó diez millones de pesetas para cuando fueran mayores de edad fueran repartiéndoselos, aunque su padre, el doctor Martínez-Bordiu, muy acostumbrado a administrar severamente su abultado patrimonio, retuvo lo máximo posible esas mandas. La Señora de Meirás, por otra parte, siempre tuvo detalles también con sus nietas: su preferida era María del Carmen, quien últimamente, sin piso fijo de su propiedad, venía residiendo en el de su buen amigo, el rico chatarrero, en la madrileña calle de Serrano. ¿Qué ha sido de sus ahorros, se los ha pulido? No lo creemos… En cualquier caso de apuros siempre puede recurrir a lo de siempre.
Y eso, "lo de siempre", es algo que practicó Carmen Ordóñez, desde que muy jovencita contó su vida a la revista Diez Minutos, a cambio de un sustancioso talón, claro está. ¿Qué interés podían tener los recuerdos de una veinteañera publicitados con el término "memorias"? Siempre creyó uno que ello era más propio de un científico acreditado, un escritor afamado, o gentes de la farándula con prestigio y años acumulados. Pues, no. Lo que contara Carmina sobre su noviazgo con "Paquirri" se pagaba a buen precio. Y luego, sus impresiones como joven mamá de Francisco y Cayetano, o sus cuitas cuando se divorció. Y nada de ello gratis. Con razón era llamada "La ventera". Como encima la llamaban de todas las publicaciones rosas y después, a partir de mediados los años 80 las cadenas de televisión privadas que se iban incorporando, no vio otro medio de ganarse la vida que contando su intimidad y permitiendo ser fotografiada del brazo de sus respectivos amores, que fueron unos cuantos: un rumbero sin éxito, un espabilado bailarín, algún que otro chufla… Por no referirnos al hijo de un poderoso ministro de la Corte del Rey de Marruecos, que se derretía por Carmen. Ello le permitía ser generosa con sus amigos, sufragándoles fiestas a diario. También camino del Rocío, romería de la que era asidua todos los años, permitía alguna que otra exclusiva. Para facilitarse más el cobro continuo de exclusivas firmó un acuerdo con la agencia Korpa, cuyos redactores eran los encargados de realizarle toda clase de reportajes. Y cobrarlos luego, por supuesto. Y así, sus necesidades, sus excesos que la llevarían más de una vez a alguna clínica, estaban sobradamente cubiertos. Su única hermana también percibió ciertas migajas de los semanarios. Porque tuvo mala suerte en la vida con sus dos matrimonios y le dio por evadirse con la ayuda de ciertas sustancias. Y ambas acabaron sus vidas de mala manera. Como parecía presentirse. Como si le hubieran dictado a García Márquez aquello ya tan repetido de crónica de una muerte anunciada. En este caso, dos.
Claro que, por mucho que cobraran los personajes antes citados, ninguno de ellos superó jamás a Isabel Preysler, "La reina de corazones" como fue motejada en su día. Dama encantadora, de exquisitos modales siempre, de los que cuantos reporteros nos acercamos a ella podemos dar testimonio. Al divorciarse de Julio Iglesias, pues hasta entonces nunca había cobrado de ninguna publicación, se dio cuenta del potencial que ella significaba para los consumidores de esa clase de prensa de sociedad. Y, además de anunciarle a su ex suegro, el doctor Iglesias Puga, que tendría en adelante más portadas que su hijo, que le había puesto los cuernos a diario durante sus largas ausencias del hogar, se guardó para sí que ya no posaría más veces ni haría declaraciones tan a menudo como antes para ayudar a su maridito, cuando el cantante precisaba publicidad. Fueron en ¡Hola! donde el director, su hijo y el reportero estrella, Jaime Peñafiel, convinieron en contratarla de manera más o menos oficiosa. Y así, en sus desplazamientos, visitas importantes o encuentros sentimentales, tendrían de Isabel la autorización para ir contando detalles que otras revistas no lograban obtener, salgo que los "paparazzi" la descubrieran. Y ¡Hola! se aseguraba así los mejores reportajes gráficos. Con la particularidad de que si alguien ajeno a ese semanario la fotografiaba en situaciones comprometidas que no le gustaran, ¡Hola! se hacía con ese material y lo archivaba en un cajón secreto. Otra modalidad fue asegurarle un millón de pesetas mensuales por entrevistar a un personaje de relevancia internacional. En la redacción se encargaban primero de contactar con él, firmar un contrato con su representante si era precioso, fijar la cita y redactar unas preguntas, cometido que solía realizar con su autoridad en la profesión el gran periodista Tico Medina, o en su defecto algún redactor de ¡Hola!. De esa manera Isabel Preysler se desplazaba al lugar concertado, conectaba su magnetófono y se disponía a ir interrogando al popular de turno con el folio previamente escrito con un cuestionario ajeno a ella. Con tal procedimiento aceptaron ser entrevistados, entre otros: primero, Julio Iglesias, lo cual suponía un bombazo, al ser su "ex" quien lo tenía a tiro para arrancarle alguna confesión novedosa; Paul Newman, Clint Eastwood, Stéfano Casiraghi… y Vargas Llosa, miren ustedes por donde. De esa larga lista, no diremos quién, hubo un gran actor norteamericano que se quejó a quien correspondía de haberle enviado para entrevistarle "una reportera ignorante, desconocedora de cuántas películas importantes había protagonizado". Pero semana tras semana, mes tras mes sin fallar ninguno, Isabel Preysler aparecía constantemente en ¡Hola!. Las demás revistas competían para sacarla en sus páginas como fuera, pocas veces en exclusiva. De ese modo, durante más de treinta años, hasta el presente, es la mujer que más tinta ha hecho correr en las revistas del corazón, la más fotografiada. Quien le ha pagado siempre espléndidamente ha sido ¡Hola!. Y a ella se debe cuando ahora, por ejemplo, ha de dar noticias acerca de sus amores con el Nobel peruano. De la enorme popularidad conseguida, nunca lograda en España por ninguna otra dama, se desprende que en su día, una firma de cerámicas y decoración radicada en Castellón, no muy conocida, de acuerdo suponemos con una buena agencia de publicidad, optara por contratar a Isabel Preysler como "su imagen". Y así, ese contrato han seguido manteniéndolo las dos partes, periódicamente revisado para mejorarle las condiciones. Porcelanosa hizo el gran negocio de su vida al tener a Isabel Preysler en nómina. Y desde hace años patrocina en Londres un evento en colaboración con la Fundación del espabilado Príncipe Carlos, que aprovecha bien el asunto. Y allí que viaja Isabel Preysler para reunirse con el primogénito de las enormes orejas, acompañado de algunos otros populares, que suelen ser unas modelos, alguna actriz televisiva e incluso un torero como Cayetano Rivera. Y Carlos de Inglaterra feliz, tras recibir el cheque para su Fundación, e Isabel Preysler y sus amigos, igualmente satisfechos por pisar las alfombras palaciegas. Ni que decir tiene que Porcelanosa se beneficia publicitariamente del encuentro, porque a la semana siguiente ¡Hola! le dedicará un cuadernillo entero de sus atractivas páginas.
Como la lista de quienes cobran por las exclusivas es profusa, prometemos en próxima ocasión continuar comentando cómo se han enriquecido otros personajes y personajillos, que de todo hay en esa viña del Señor. Hay para dar y tomar a lo largo de varios sustanciosos capítulos. Porque, en realidad, lo que habría que señalar es quiénes en los últimos cuarenta años dentro de la farándula y la vida social no han cobrado nunca y han dado facilidades a la prensa. Pocos, la verdad sea dicha.