Sorprende a los aficionados taurinos el repentino anuncio de José Ortega Cano para reaparecer el sábado 26 de agosto en la plaza de San Sebastián de los Reyes, sustituyendo al anunciado Morante de la Puebla, que ha decidido retirarse. La única razón que ha dado para su inexplicable vuelta es que quiere despedirse del toreo en el pueblo madrileño donde vivió su adolescencia y parte de su juventud, allí donde encontró su vocación torera.
Sabido es que nació en Cartagena en el seno de una familia humilde. El 23 de diciembre de 1953. El comercio de ultramarinos que mantenían sus padres daba para poco en aquellos años finales de la postguerra y las cartillas de racionamiento. Tenían cuatro hijos. Resolvió el cabeza de familia marchar con su mujer y el benjamín, José, en busca de otras tierras donde poder ganarse la vida. No sabía si Barcelona o Madrid. Lo resolvieron en el cruce del ferrocarril de la estación albaceteña de Chinchilla, aprovechando unos minutos en los que el tren cambiaba de agujas y los viajeros podían hacer transbordo. El patriarca tomó un trozo de tierra, lo lanzó al aire y según la dirección del viento dieron en elegir la capital de España. Iban sólo con una pobre maleta con ropa. Se alojaron en una modestísima pensión de Vallecas. El padre se puso a trabajar inmediatamente, comprando y vendiendo fruta y algo de ganado. Cuando pudo, con nueve años, cuando todavía no iba al colegio, José vendía churros por las calles. Ahorrando a base de mucho esfuerzo alquilaron una pobre vivienda en Palomeras Bajas, que es donde nació la segunda y última hermana, quinta de los Ortega Cano. Alguna Nochevieja José recordaba haber ido con los suyos a la Puerta del Sol para vender cucuruchos de uvas. Dejaron la casa de alquiler y se afincaron en San Sebastián de los Reyes, pueblo cercano a la capital. Y allí continuaron con el pequeño negocio de la venta ambulante de melones, sandías y otras frutas. José prometió un día a su padre y hermanos que algún día él iba a lograr que dispusieran de un puesto fijo en el mercado municipal.
San Sebastián de los Reyes es un pueblo de gran tradición taurina. Sus encierros gozan de mucha tradición, a finales de agosto. Con razón lo llaman "la pequeña Pamplona". Allí empezó a aficionarse José a la fiesta brava, coincidiendo también con la tarde en que su padre lo llevó a una novillada en la Monumental de las Ventas. "Yo seré torero y os sacaré a todos de la miseria". Lástima que Francisco Ortega no pudiera verle millonario. Sí que disfrutaría de la popularidad de su hijo la madre, Juana; la misma que un malhadado día en el que éste, decepcionado por una mala tarde, lo convenció de que si su deseo era triunfar en los ruedos, ella lo consideraba con arte y valor suficientes para continuar luchando. Y él le hizo caso. Y ganó la partida.
Pero la lucha fue difícil. Eduardo Gutiérrez, conocido como Eduardini en el Bombero Torero, lo incluyó en la parte seria del espectáculo. También allí se inició Blas Romero "El Platanito", al que después de hacer ricos a algunos desaprensivos empresarios se quedó sin un duro y vive desde hace tiempo vendiendo lotería por las calles, restaurantes, emisoras de radio y donde puede. En 1969, José se vistió de luces en su primera novillada sin picadores en calidad de sobresaliente. Le tuvieron que prestara hasta unas zapatillas. Que le venían grandes. Cuando quiso darse cuenta tuvo que descalzarse, para que no lo cogiera el novillo. Cuando ya se anunció en su tercera novillada lo hizo como José María Ortega "Orteguita". Hubo otro diestro apodado igual. Y el cartagenero determinó ser para los restos José Ortega Cano. Al que uno de sus primeros apoderados quiso que apareciera como natural de San Sebastián de los Reyes, lo que él encontró razonable: "Si me anuncian como lo que soy, de Cartagena, no vendrán paisanos míos a verme, pero toreando aquí o en sus alrededores, sí que tendré más de un seguidor".
Y así fue, porque en San Sebastián de los Reyes lo han tenido siempre como hijo adoptivo. Ayudó a sus hermanos en sus negocios: un par de mesones, una empresa concesionaria de automóviles… Porque José Ortega Cano, en cuanto se convirtió en figura del toreo fue el alma para los suyos, a quienes nunca dejó de proteger económicamente desde que fue ganando sus primeras pesetas con los toros. Fue el 19 de julio de 1982, en la corrida de la Asociación de la Prensa de Madrid, en Las Ventas, cuando se consagró con el toro "Belador", de Victorino Martín, en tarde histórica donde logró indultar a la res tras una espléndida faena. Como no es nuestra pretensión evocar su brillantísimo "curriculum taurino", sino su vida personal, digamos que en temporadas siguientes revalidó su carrera.
Le pasaba a Ortega Cano casi casi como a Manolete: quería tanto a su madre que buscaba una mujer que se le pareciese en sus virtudes cristianas y hogareñas. Y no la encontraba. Tuvo una novia que no le duró mucho, hija de un empresario dedicado a inmobiliarias y fincas. Pero aquello puede que sólo fuera un espejismo. Yendo un día por la calle de Serrano, siendo un mozalbete, se cruzó con Rocío Jurado y la siguió un buen ratosin atreverse a decirle nada. Y, lo que es el destino: acabó siendo su esposa, tras no pocas vicisitudes, cuando ella obtuvo la nulidad de su primer matrimonio con Pedro Carrasco. Pero la vida de José Ortega Cano parece estar siempre rodeada de tintes desgraciados o trágicos. Aceptó por el común deseo compartido con la cantante de adoptar dos niños en Colombia: Gloria Camila y José Fernando. Y cuando creían haber alcanzado el techo de la felicidad llegó la enfermedad mortal de Rocío. Y después los problemas continuos, tan desagradables para José, de ese irresponsable muchacho que dilapida la herencia en metálico que le dejó su madre y está al tres por dos en el cuartelillo de la Guardia Civil, encarcelado o en una clínica psiquiátrica. Añádase a ese mal fario del cartagenero, tipo noble, que con la pena invencible de su viudez, el permanente recuerdo de Rocío, sin saber qué hacer en la vida, con los conflictos que le origina José Fernando, le dio por beber, cuando él apenas lo hacía, salvo aquella borrachera el día de su boda. Y ello, ya se lo habían advertido sus hermanos, podría traerle malas consecuencias. Como así fue cuando en 2011 conducía en malas condiciones y fue a estrellarse contra el coche del infortunado Carlos Parra, que resultó muerto. También él pudo haber perdido la vida, pero milagrosamente salió adelante. Tras el juicio, hubo de cumplir con el veredicto de prisión en una cárcel de Zaragoza, Zuera, condenado a una pena de dos años, seis meses y un día, aunque logró el tercer grado penitenciario. Ya en la calle, purgada su culpa, continúo preguntándose por su futuro, profesional y personal. Se había retirado varias veces, pero tentó la suerte el año pasado en Benidorm, plaza de la que es empresario. Ha apoderado a algún novillero. No sabe ni quiere hacer otra cosa que no sea relativa a su mundo, el de los toros. Por eso se convirtió en ganadero, con aceptables resultados. Pero ¿y su vida íntima?
Fue en febrero de 2012 cuando conoció Ana María Aldón, una andaluza, dueña de una frutería, que tras una relación anterior encontró en el torero a un hombre cabal, con quien tuvo un hijo en 2013, José María. Es deseo de ambos casarse ante el altar, pero aún no se han decidido a ello. ¿Culpa de quién de los dos?
Pero, ¿por qué vuelve a los toros José Ortega Cano a sus sesenta y tres años? de acuerdo, hubo otros toreros de más edad que hacían el paseíllo: Curro Romero, Antoñete… Aunque insista que está en perfecta forma, arrastra problemas cardíacos desde hace tiempo. Y psíquicos, pues de ambas cosas ha sido tratado por los facultativos. Dinero tiene. Es millonario. Vendió hace cuatro años la finca de Castillblanco de los Arroyos, aquella que era de Espartaco. Si éste hizo buen negocio, lo mejoró aquel, aunque le costó lo suyo, porque "Yerbabuena", que así la bautizaron él y Rocío, le traía hermosos recuerdos. Otro tanto hizo José al quitarse de en medio una finca extremeña. Invirtió parte de lo obtenido en esas transacciones en su residencia a las afueras de Madrid, cerquita de San Sebastián de los Reyes, la urbanización Fuente del Fresno, donde vivía su madre cuando él se fue al chalé de Rocío, en la Moraleja. De acuerdo con Ana María Aldón, su actual amor y compañera, quiere allí dedicarse a la cría de animales y montar una especie de zoo. Y ahora resulta que, al enterarse de la retirada de Morante de la Puebla, se ofrece a la empresa que monta la feria en San Sebastián de los Reyes, y lo contratan para el próximo día 26 del presente. ¡Que Dios lo ayude…!