Fue hace veintiocho veranos cuando un vigilante de seguridad madrileño acaparó las portadas de infinidad de publicaciones. Había robado un furgón de la empresa Candi S.A., apoderándose de unas bolsas que contenían cerca de trescientos millones de pesetas (alrededor de un millón ochocientos mil euros actuales), que era la recaudación de varias sucursales bancarias. La historia, imaginamos, se divulgó por medio mundo. Al autor de aquella fechoría, que algunos tomaron como "hazaña" por aquello del dicho popular de que "quien roba a un ladrón….", acabaron por detenerlo. Su historia ya la hemos contado en alguna otra ocasión, lo que nos exime de repetirla. Simplemente traemos de nuevo a colación a este vivales, que hasta gozó de la simpatía popular tras salir de la cárcel, porque continúa ganándose en parte la vida ¡como cantante de fiestas horteras!
En su carné de identidad consta como Dionisio Rodríguez Martín, madrileño que en octubre próximo cumplirá sesenta y ocho años. Cuarenta tenía cuando cometió su fechoría. Había sido guardaespaldas del murciano Alfonso Escámez, prohombre de la banca, que presidía el Central; también lo fue del extremeño Miguel Durán, por entonces poderoso dirigente de la Organización Nacional de Ciegos y hoy prestigioso abogado. En su puesto de vigilante de seguridad alcanzó Dionisio Rodríguez un "status" respetable hasta que, según él, "le hicieron la cama", bajándolo de categoría profesional. Cogió tal cabreo que decidió tomarse venganza. Y fue cuando aquella tarde veraniega de 1989 decidió llevarse todo el montante de la recaudación de los bancos a los que iba en un furgón, aprovechando que el conductor y otro compañero se habían despistado momentáneamente. En su huída, contó mucho más tarde que tuvo que deshacerse de un buen fajo de billetes para dárselos a unos amigos, fueran o no compinches, aunque él solo se atribuyó el desfalco. Y aterrizó en Brasil, donde le fue más fácil burlarse de la policía española que emprendió acciones para devolverlo a nuestro país, en colaboración con la Interpol, claro. En ese tiempo que duró su "gloriosa" escapada no se privó de nada de lo que soñara algún día tener. Hoteles 5 estrellas, exclusivos restaurantes y salas de fiesta, buena ropa, y por supuesto mujeres a su disposición, "garotas" despampanantes del puterío brasileiro que llevaba a su cama tras ser muy generoso con ellas. Entre medias no le faltó "tomar de todo" (léase cocaína y sustancias afines). Creyendo que ello le libraría de ser atrapado, se sometió a una intervención quirúrgica en su rostro. Aunque le sirvió de poco; si acaso, para disimular su estrabismo de nacimiento. Lo "pescaron" y pasó una larga temporada entre rejas. De aquellos doscientos noventa y ocho "kilos de billetes de a mil, verdes" que se llevó en el furgón, la policía únicamente logró recuperar ciento setenta y cinco. O sea, se había fundido ciento veintitrés millones en unos pocos meses entre "donaciones" según él a varios colegas, operación de su "jeta", y lo demás en hoteles, comidas, festorros, prostitutas y drogas. Un tipo propio de película americana de serie b al que entre nosotros bautizaron como El Dioni. Tal fue su notoriedad que Joaquín Sabina se sintió muy inspirado al dedicarle su balada "Con un par". Sobran las explicaciones…
Y ya en la calle, pagada su culpa al extinguirse el delito, aunque se metió en más de un lío que lo devolvió temporalmente al "trullo", El Dioni cumplió uno de sus hasta entonces sueños imposibles: ser cantante. Pueden figurarse que sus actuaciones no fueron precisamente en Starlite marbellí ni en Liceo barcelonés o el Teatro Real madrileño. Pero, amigos míos, llegó a grabar dos discos, uno con tan significativo título como "Todo sobre mi furgón", a los que sumaría su libro autobiográfico "Palabra de ladrón". Fue solicitado también para intervenir en algunos rodajes de cine porno. Con sus ahorros fue montando algunos chiringuitos. Bares en los que utilizaba como publicidad copias de billetes… falsos, de mil euros, con el nombre del negocio. Y de vez en cuando sus galas musicales. O apariciones televisivas donde con un tono reposado y cara de no haber roto un plato en su vida El Dioni ha sabido siempre captar el interés de su público. Que lo tiene, no lo olviden. Y el año pasado recuerdo que se fue con los de Supervivientes.
Me entero este mes de agoto que ha reemprendido su actividad musical. No tiene mucho repertorio (ni voz, ni estilo ni nada) pero cumple con sus contratos. No le es complicado pasearse por los locales donde actúa y someterse a las preguntas de los parroquianos, quienes le piden el consabido "selfie", al que se suman ancianos, niños, "chorbas" a las que toca el pandero, procurando enrollarse con alguna para no dormir solo… El Dioni es una figura en esos festivales horteras, que así los publicitan, al menos en varias localidades gallegas, como he podido comprobar: Betanzos, Porto do Son… La localidad de Ordes pasa por ser la primera en programar el primero de ellos. Como se sabe la incapacidad de El Dioni para estar un par de horas subido a un escenario amenizando el evento, los empresarios saben perfectamente quiénes pueden acompañarle en esas galas horteras, a saber: Tamara Yurena (antes Tamara "la mala", con su madre al lado con el bolso conteniendo un pedrusco); Yolanda Berrocal, Regina dos Santos (dueña de un poderoso busto); Leticia Sabater (que ya dejó de dar la lata a los niños); y una tal Annita Yes, rubia de bote, que asegura ser la doble perfecta de Pamela Anderson. Con tan atractivo cartel sentí perderme uno de esos festivales, pero mandaba mi agenda familiar. Me cuentan que en Porto do Son (de donde era el infortunado Ramón Sampedro, quien acabó muriendo tal y como pedía dada su situación de tetrapléjico para toda la vida) ha estado Massiel como invitada en ese espectáculo "kitch" y hortera anual, donde parece que, además, le han dedicado una calle. Otros con menos nombre que ella disponen de una placa en esos ayuntamientos dominados por podemitas y agregados.