Tiene Arnold Schwarzenegger, además de un endemoniado apellido, casi dos metros de estatura y una espectacular corpulencia, biografía sentimental algo movida y un divorcio a cuestas por culpa de su desmedida afición al sexo. Resulta que después de celebrar sus bodas de plata con su esposa le dio por engañarla con la empleada del hogar que tenían contratada en su casa. Y, como es natural, enterada María Schriver, le dio puerta enseguida, tramitando la petición de divorcio. De esto último hace seis años. Setenta cumple este 30 de julio nuestro personaje, que ha combinado el culturismo, el cine y la televisión y también la política. Vayamos por partes, como decía Jack el Destripador.
Lo entrevisté cuando vino al estreno en Madrid de su película Conan, el bárbaro, en 1982, que se había rodado en distintas localizaciones españolas un año antes. Austríaco de nacimiento, supe que su padre lo maltrataba a temprana edad, obligándole diariamente a ejecutar doscientas flexiones antes de desayunar. Así se puso él de tío cachas, andando el tiempo, que le facultó para ser declarado en cinco ocasiones vencedor del concurso Míster Universo. "De niño me di cuenta enseguida que era más fuerte que todos los demás". Y un día descubrió el culturismo. Se trataba de tener siempre a punto los músculos. Con 21 años se marchó para siempre a los Estados Unidos, donde cursó estudios de Psicología, graduándose en la Universidad de Wisconsin con el título de Administración de Empresas. A partir de 1975 rodó una serie de películas donde estaba claro que lo contrataban por su fortaleza física. "Los fotógrafos me pedían a menudo que levantara en el aire a un par de señoritas. Y yo, ¿qué iba a hacer?"
A poco de llegar a los Estados Unidos Arnold tuvo su primer romance con una profesora de inglés, Bárbara Outland. Eso de que tuviera en casa a una mujer bonita con la que practicaba el idioma… y otras asignaturas le dio mucha confianza, porque en el fondo siempre parecía algo tímido. Se espabiló pronto, ya que acabado su lío con la teacher decidió que la peluquera Sue Moray le gustaba mogollón, y convivió otra temporada con ella. Más adelante, cansado un poco de que en el cine siempre le daban papeles de bárbaro se aficionó a la política, ganando las elecciones como gobernador de California. Controvertido en esos menesteres, fue adquiriendo experiencia en el cargo al tiempo que participaba en reuniones con la familia Kennedy, que al principio se obstinaban en desaprobar su noviazgo con María Schriver, sobrina de John y Robert, hija de Eunice. La joven estaba prendada de los encantos del austriaco. Tuvieron tres hijos: Katherine, Christine y Christopher y además se hicieron cargo de un sobrino, Patrick, hijo de un hermano de Arnold, fallecido en accidente de coche.
Todo parecía irle bien a la pareja hasta que cuando cumplieron 25 años de matrimonio, María descubrió que su marido le era infiel. Con la criada de la casa, Mildred Baena, embarazada de un varón, al que pusieron el nombre de Joseph. Al fin y al cabo podía ser un detalle: así se llamaba el patriarca de los Kennedy. Pero María Schriver no le perdonó, echándole literalmente a la calle. Pidió el divorcio y Arnold Schwarzenegger se quedó en una triste situación. La sociedad norteamericana, que ideología aparte siempre tuvo simpatía por aquel clan tan desgraciado en la Historia, dio de lado al musculoso austriaco. Tuvo tiempo de reflexionar éste y así no hace mucho, declaraba: "Me equivoqué… Si fuera Terminator tendría posibilidad de volver al pasado y no incurrir en mis errores. Pero, claro, es fácil llegar a ese grado de inteligencia a posteriori…" Lo único que ha conseguido, arrepentimiento aparte, es llevarse bien con su ex y también con su otra ex, la asistenta. Al hijo que tuvo con esta última, Joseph, lo ve de vez en cuando. Con ocasión de una fiesta austriaca, los vieron juntos muy animados, llevándose al coleto un par de jarras de cerveza de buen tamaño. Los dos iban ataviados con parte del típico traje de aquel país, o sea llamativos tirantes asidos a unos pantalones cortos.
Tras la metedura de pata con María Schriver no crean que Schwarzenegger dimitió de sus afanes donjuanescos, qué va. Era 1984 cuando estuvo unos meses encamado con Brigitte Nielsen, la nórdica larguirucha con la que casualmente también tuvo mucho más que ver el colega de Arnold, su amigo y rival Sylvester Stallone. No parece que se enfadara ninguno de los dos mocetones por alternar con la misma chorba. A la que si mi memoria no me falla (y ya me va fallando algunas veces) nuestro Bertín Osborne también conoció en la intimidad.
Y después de todo lo que les he contado, ¿qué ha hecho Arnold Schwarzenegger que merezca la pena traerlo a colación? Pues presentar en un canal de la televisión norteamericana, NBC, el programa The Apprentice en el que unos concursantes disputaban el premio de un contrato laboral y un talón bancario. Pero nuestro amigo fracasó rotundamente. Lo anecdótico es que él había sustituido en ese papel de animador ¡a Donald Trump! Sí, como lo leen. El actual y discutido presidente norteamericano estuvo varios años presentando tal espacio, donde estaba a sus anchas metiéndose con todos los participantes a base de sus ya habituales salidas de tono. Eso originaba amplios índices de audiencia, y era como una plataforma para autopromocionarse como personaje público, perfeccionando su dominio de hablar en público, en directo ante unas cámaras, con total desparpajo. Lo que sigue haciendo ahora, aunque en el concurso televisivo no originaba situaciones tan peligrosas y tensas como desde su despacho oval en la Casa Blanca. Ante el fracaso televisivo de Arnold no desaprovechó la ocasión para en su cuenta de Twitter cachondeándose de él. Y encontró la respuesta: "¿Por qué no intercambiamos el trabajo, tú vuelves a la tele y a mí me dejas tu sillón para que sentado en él procure que la gente pueda dormir tranquila?"
Schwarzenegger estuvo en el mes de mayo último en el Festival de Cine de Cannes, donde anunció que tenía varios proyectos en danza, entre ellos una continuación de las aventuras de Conan, a la vez que daba a conocer un documental sobre la conservación del océano que, dirigido por el hijo de Jacques Costeau, ha sido producido y narrado en off por Arnold. A sus 70 años, comenta: "No esperaba conseguir la alegría me ha permitido la vida con tantas fantásticas aventuras".