La historia de amor de Fernando Guillén y Gemma Cuervo
Gemma Cuervo estaba lógicamente al corriente del estado de su exmarido.
Es Gemma Cuervo una de nuestras más relevantes y veteranas actrices, con un impresionante historial en la escena, de la que lleva retirada algún tiempo, cuando ya apenas le ofrecen obras que estén de acuerdo con su categoría y gusto. Su última gran representación fue hace un par de temporadas personificando a La Celestina. En su pasado también aquellas apariciones como protagonista de muchas obras dramáticas y comedias del programa Estudio 1, tan añorado por muchos, en TVE, cuando emitían en blanco y negro. En el cine, apenas la han tenido en cuenta. Salvo su presencia en El mundo sigue, película maldita de Fernando Fernán-Gómez como director, ella no recuerda nada más que merezca la pena en su escueta filmografía. Lo suyo, siempre ha sido el teatro. En tiempos más recientes alcanzó gran popularidad con sus intervenciones en las series Aquí no hay quien viva, en el papel de Vicenta Benito, y Mari Tere en La que se avecina.
Acaba de cumplir Gemma Cuervo ochenta y un años. Natural de Barcelona, vino al mundo el 22 de junio de 1936. Estudió Peritaje Mercantil, mas se interesó luego por el teatro. Sus primeras representaciones relevantes fueron con el T.E.U (Teatro Español Universitario), y más tarde se enroló en la importante compañía Lope de Vega. En ese ambiente conoció a otro actor que velaba sus primeras armas en el arte de Talía, Fernando Guillén. Se casaron en 1960 y tuvieron tres hijos: Natalia, Fernando y Cayetana, los dos últimos dignos herederos del talento de sus progenitores, que han proseguido la saga como actores. La benjamina es periodista y ejerce como estupenda presentadora televisiva de programas cinematográficos.
Gemma Cuervo y Fernando Guillén, cuando sus ahorros se lo permitieron, formaron compañía teatral propia, allá por 1969. Por cierto, ella siempre iba por delante en las carteleras, como un detalle caballeroso de su marido. Podían rivalizar en categoría; ambos dotados de una gran capacidad interpretativa, mejor en los dramas pero interesantes asimismo cuando abordaban la comedia. No era uno mejor que el otro. Había paridad en ese sentido. En el mundo de los negocios teatrales cuando algún actor ha arriesgado su dinero, en vez de recibir un sueldo del empresario, lógicamente ha tenido la oportunidad de ganar… o perder. Eso es de Perogrullo. Pero es la única forma en la que unos cómicos pueden aspirar a mejorar su patrimonio. En el caso de esta pareja les fue bien a veces. Recuerdo haber visitado hace años su domicilio, en una lujosa zona de las afueras de Madrid. Luego disfrutaban de una serie de comodidades no muy corrientes en otros matrimonios, por muy populares que fueran. Claro que contratiempos económicos también los tuvieron. Por ejemplo, con ocasión de la primera huelga de actores. Eran empresarios y al tener el teatro cerrado varios días perdieron una importante cantidad de dinero.
La vida íntima de los actores, si no se airea en las revistas del corazón y los programas rosa de la "tele", no llegan a conocimiento del gran público, aunque sí a sus compañeros de profesión. Y un día de mediados los años 70, tal vez un poco más adelante -no me es fácil precisar- un cronista tan avezado del mundo del espectáculo como era Jorge Fiestas, me puso sobre aviso: "Fernando Guillén se ha ido de casa, ha dejado en Madrid a su mujer y a sus hijos, marchándose a Barcelona detrás de un nuevo amor". Por mucho que se rumoreara entonces ese chisme, la prensa fue muy discreta sobre el matrimonio, como discretos fueron ellos siempre. En todo caso, Gemma Cuervo, si se le preguntaba por su marido, contestaba que en Barcelona tenía mucho trabajo, en el teatro y la televisión. No supimos entonces quién era su nueva pareja. Ni si ese amor fue el primero o hubo otros. Con ocasión de la grave enfermedad de Fernando pudimos conocer con quién convivía en Sitges. Ella se llamaba Concepción Albalate, y familiarmente la conocían como Quercu. Una admiradora del gran actor, a cuyo camerino acudió un día en pos de una fotografía autografiada. Al poco tiempo salían juntos. Hasta decidir que habían nacido el uno para el otro. No podemos cifrar el tiempo que estuvieron juntos. Fernando Guillén, enfermó. En su rostro podían leerse las huellas de su preocupante salud. Ello no le impidió atender a su enamorada Quercu, quien sufrió un ictus y tuvieron que amputarle una pierna. Fernando murió el 17 de enero de 2013. Concepción Albalate falleció dos meses después.
Gemma Cuervo estaba lógicamente al corriente del estado de su exmarido, de quien se había separado legalmente y luego no sé si llegaron a firmar el divorcio, pero claro estaba que ya no eran marido y mujer. De acuerdo con sus tres hijos, Gemma, ante la gravedad en que se hallaba Fernando, hizo todo lo humanamente posible para que él aceptara ser trasladado a Madrid, hospitalizándolo en un centro de la zona Norte. Allí permaneció Gemma, al lado de Fernando, hasta que poco a poco su vida se fue apagando. Ella le tomaba sus manos apoyándolas entre las suyas, con los hijos presentes, hasta que el extraordinario actor cerró sus ojos eternamente.
La muerte de Fernando Guillén llenó de angustia y dolor la vida de Gemma Cuervo. Sus seis nietos le proporcionan ahora mucha felicidad, mitigando la tristeza de aquella ausencia. A menudo, va al cementerio, se acerca hasta donde descansa Fernando para siempre, besa la lápida mortuoria, coloca unas flores, llora… No ha dejado de recordarlo. "Tuvimos una vida maravillosa en la que primaba la libertad y el respeto. Nos necesitábamos. Nunca le pedí explicaciones por lo que hizo". Su hija Cayetana ha publicado recientemente el libro "Los abandonos", donde se refiere emotiva y explícitamente a la desaparición de su progenitor.
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